Predecir una tormenta como la que anegó las calles de Burgos el pasado 26 de junio en apenas 15 minutos, inundando garajes, comercios, portales y provocando daños en centros de salud, en polideportivos y en infraestructuras de la ciudad o granizadas como las que han azotado otras zonas de la provincia y causado daños en viñedos y cosechas dejará de ser pronto una utopía. Y lo será gracias a unos radares 'cazatormentas' de última generación que llegarán a Castilla y León que ya ha puesto en marcha el primero en la localidad salmantina de Guadramiro.
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Tal y como informa Salamancahoy, una inversión de unos 9 millones de euros permitirá actualizar la red de radares meteorológicos de Castilla y León con la instalación de tres aparatos de última generación. Irán en sendas torres en las localidades de Guadramiro, Almazán (Soria) y Autilla del Pino (Palencia) y con su alcance barrerán prácticamente toda la comunidad. Además, se mantienen y actualizan otros radares de la red de Aemet en la comunidad con lo que se espera una importante mejora en la detección de fenómenos meteorológicos adversos, especialmente las tormentas: estos meses de junio y julio son los más habituales para este fenómeno.
De hecho, según los datos de la Agencia Estatal de Meteorología, Aemet, los meses en los que más tormentas se producen en Burgos son junio, julio y agosto con 11, 9 y 10 días de tormenta al mes de media.
Como se puede ver en el mapa superior, la ubicación de los tres radares de última generación es estratégica y abarca todo el territorio regional, que está divivido meteorológicamente en 24 cuadrículas para sus 95.000 km2. Así lo confirma el delegado de Aemet en Castilla y León, Manuel Mora, que explica: «Estos nuevos radares discriminan el tipo de blanco y pueden determinar el tipo de precipitación, si es sólida o líquida, entre lluvia, granizo o nieve».
Esta puede ser la diferencia entre un gran desastre sin previo aviso o la posiblidad de anunciar fenómenos muy adversos. «La vigilancia va a mejorar sustancialmente porque podremos saber bien si lo que se acerca es una tormenta de granizo» o una bandada de aves, que con la actual tecnología también se pueden confundir con lluvias. En ello va a ser fundamental su capacidad para detectar la dirección e intensidad del viento.
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El equipo radar meteorológico (ERM) está formado por la estructura y equipos para su funcionamiento. La estructura es una torre metálica de unos 14 metros de altura, con varios pisos donde habrá áreas de vigilancia y coronada por una cúpula denominada radomo. Esta cúpula alberga la antena y los equipos de detección. El de Guadramiro costará más de un millón de euros sólo la estructura.
Los tres nuevos radares meteorológicos son los denominados Banda C, de polarización dual. Son capaces de mejorar su alcance y precisión. Si los normales llegan hasta 150 kilómetros y su radio óptimo es de 100, los nuevos alcanzan hasta 240 kilómetros y su precisión hasta 150 kilómetros, el radio marcado en el mapa superior, es prácticamente total.
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La diferencia de alcance tiene que ver con su capacidad para seguir la curvatura de la Tierra: los actuales se basan en haces rectilíneos que, cuando más lejos del origen, se elevan sobre la superficie y pierden capacidad de predicción, especialmente de la nieve.
La nueva tecnología realiza barridos cuasi-tridimensionales que permiten extraer información de la estructura y evolución de la precipitación. En particular, permiten observar las tormentas para analizar sus daños y evolución a corto plazo. También permite estimar la dirección y evolución del viento, fundamental para predecir hacia dónde se van a mover los sistemas tormentosos.
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Estos radares proporcionarán una mejor imagen de lo que ocurre respecto a las precipitaciones casi «tiempo real», con un barrido cada cinco minutos, cuando ahora no se actualizan hasta los 10 minutos.
La mejora en la detección va a ser «sustancial», dice Manuel Mora. «La información de estos nuevos radares como el de Guadramiro se integra en los modelos numéricos y va a mejorar los pronósticos porque se sumará a lo que no llega de los satélites y de otros radares», añade el responsable de Aemet.
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«Los nuevos radares permitirán identificar con más precisión dónde se van a producir lluvias intensas, pero las tormentas van a seguir siendo difíciles de predecir por su movimiento, aunque estos nuevos radares nos van a dar más información sobre la dirección del viento que las mueve», asegura Mora, que cree que «ya tenemos herramientas suficientes para hacer estos pronósticos».
Sin embargo, advierte que seguirá habiendo fenómenos que escapen a las predicciones y que los pronósticos seguirán 'fallando'. «Debido al cambio climático está previsto que este tipo de episodios, más intensos y torrenciales, se incrementen», asegura el delegado de la agencia meteorológica, que explica que son «precipitaciones muy localizadas: en un sitio puede llover torrencialmente y a 5 kilómetros, no».
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Estos nuevos radares se van a convertir en un instrumento fundamental, sobre todo para los agricultores, ganaderos, ya que reforzarán la capacidad de detección y mejorarán la precisión en los avisos por fenómenos adversos.
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