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No es la primera vez que los monjes de la Orden Benedictina de Silos tienen que dar gracias. En la Edad Media, oraban por los leprosos que atendían en el monasterio, o por los enfermos que acudían al recinto monacal -convertido en hospital- en busca ... de cura.
Ni siquiera el fuego es desconocido para la orden, que en 1384 vio como su monasterio ardía, o en la década de los años cincuenta cuando ardieron las habitaciones de los frailes en el cenobio burgalés.
Esta misma situación se temió durante horas el pasado domingo cuando las llamas del incendio de Quintanilla del Coco amenazaron la abadía de los monjes de Silos.
Los benedictinos, al igual que el resto de vecinos de Santo Domingo, fueron evacuados poco antes de las 19:00 horas. En el caso de los religiosos, todos ellos, casi una treintena, fueron acogidos en el Convento de las Madres Benedictinas de Aranda de Duero.
Al «susto y temor» por dejar su hogar en una situación «incontrolable», según los Bomberos de Burgos, le siguió la hospitalidad de las hermanas de Aranda, ocho benedictinas que se desvivieron por sus huéspedes durante 24 horas de «oración» por un final feliz, que lo fue en el caso del monasterio y los monjes. No tuvieron tanta suerte otros vecinos del pueblo, con varias naves arrasadas por las llamas, aunque con «una buena protección» de la localidad, en palabras del alcalde del municipio, Emeterio Martín.
«Son ellos de los que hay que preocuparse», asevera el abad de Silos, Lorenzo Maté, en relación a la ayuda que necesitarán sus vecinos tras el drama vivido en las últimas horas. «Nosotros estamos bien. No queremos ser protagonistas», señala en representación de sus hermanos, a quienes se realojará en el mismo momento que el incendio baje a nivel uno.
Aunque la mayoría de los monjes permanecen en Aranda de Duero a la espera de la orden que les permita regresar a casa. Cuatro de los hermanos, entre ellos el padre Moisés -encargado de la logística del monasterio-, ya han regresado a la abadía para preparar el retorno del resto de la orden.
En un primer momento, a lo largo de la jornada, se esperaba que todos los hermanos regresasen a Santo Domingo, pero la avanzada edad de algunos de ellos -incluso con necesidad de silla de ruedas-, unido a las altas temperaturas y los trabajos para controlar el fuego, han retrasado el viaje, que se producirá si no hay cambios en las próximas horas.
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Gabriel de la Iglesia
Gabriel de la Iglesia Patricia Carro
Los benedictinos, a los que «casi no se les ha notado» en el recinto monacal de Aranda, llegaron el domingo y participaron en las misas de este lunes, »aunque no han cantado», bromeaba Encarna, hospedada en el convento de las Benedictinas junto a su marido, Celestino.
Los monjes, que llegaron en furgonetas, fueron hospedados en habitaciones dobles y triples «con vistas al huerto». «Es la zona más fresquita y han cenado en un comedor aparte. Han estado muy bien atendidos por las hermanas», reflejaba Celestino Marcos, quien incide en el trato «exquisito» con los monjes.
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