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Llega el Viernes Santo y, con él, las procesiones a Miranda de Ebro. Si bien es cierto que al hablar de las marchas Santas el ideario colectivo tiende a proponer las emotivas y exaltadas procesiones del sur, no es menos cierto que en el ... norte también hay comitivas que, aunque con otro estilo, nada tienen que envidiar por la pasión contenida que desprenden, así como por el arraigo histórico que se percibe entre nativos y forasteros.
Podrían ser las de Miranda procesiones secundadas de manera multitudinaria en una zona donde, precisamente, ese arraigo no es demasiado evidente —exceptuando el caso de la vecina San Vicense de la Sonsierra donde sus «picaos» atraen a miles de feligreses año tras año—. De hecho, una comitiva de cofrades mirandeses hubo de partir este jueves, 6 de abril, hasta Vitoria-Gasteiz para poner la banda sonora a unas procesiones que se están quedando mudas por la ausencia de relevo.
Sin embargo, no es mucho más halagüeño el panorama en Miranda. Muchos son los mirandeses que en estas fechas optan por viajar fuera de la ciudad, bien para disfrutar de un turístico periodo vacacional o bien para conocer las marchas de algún pueblo vecino, en detrimento de la propia cultura local. Es por eso por lo que hay quien se esfuerza en devolver la vida a las procesiones mirandesas que antaño tan secundadas fueron —quizá también por la gran influencia religiosa que rigió nuestro país— y que, paulatinamente, recuperan público, pese a que todavía se perciben ciertas carencias entre los cofrades.
Tenían «dudas» sobre si todos las tallas iban a poder procesionar. Un año más, la falta de voluntarios para llevar los pasos ponía en riesgo su salida. Pero tal vez por los hados o tal vez por el compromiso de unas cuantas personas, los pasos salieron para acercar la cultura al pueblo llano y conmemorar, así, la pasión, muerte y resurrección de Jesús, de acuerdo con la tradición católica.
Como es habitual, se realizaron dos recorridos: uno matutino y otro vespertino. La procesión del Vía Crucis partió a las 12:00 horas de la iglesia de Santa María en una jornada soleada que invitaba a salir a la calle y que, por ende, propició cierto público asociado mayoritariamente a los transeúntes que se detenían, curiosos, ante el paso procesional.
Por la tarde tuvo lugar la procesión del Santo Entierro que, en esta ocasión sí logró congregar a centenares de personas en torno al recorrido estipulado. Citados a las 20:30 de nuevo en la iglesia de Santa María, cofrades y voluntarios se reunieron para garantizar la celebración de la Semana Santa en Miranda. Así, un total de siete tallas, datadas mayoritariamente del siglo XVII, pudieron procesionar por las calles Real Aquende y Allende hasta la rotonda de 'La M', pasando por Ronda del Ferrocarril hasta la altura de la calle Colón en un circuito de ida y vuelta que allí encontraba su cambio de sentido.
Una procesión que narra los últimos minutos de Jesús de la mano de las tallas que representan a Jesús en el huerto, Nuestra Señora de los Dolores, al Cristo atado a la columna, Jesús con la cruz a cuestas, el Cristo Crucificado, La Soledad y el Santo Sepulcro. Cabe destacar que esta última imagen es la único que desfila en andas dotando de especial magia a su paso por el recorrido, aunque también cabe mencionar que en esta última edición no incluyó los faroles que venían siendo habituales para iluminar la talla.
Dogmas al margen, lo cierto es que la Semana Santa forma parte de la cultura de España y también de Miranda. Y así lo percibe José Francisco Pérez, el cofrade que «no vende religiosidad, sino cultura». De acuerdo con Pérez, «las imágenes centenarias que tenemos en Miranda son patrimonio cultural de la ciudad».
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Es consciente también de que «seguro que las hay mucho más bonitas, pero estas son las nuestras y, si no apoyamos nuestras procesiones, terminaremos por perder parte de nuestra cultura». Idea compartida por el músico Juan Manuel Morote que mira con nostalgia las saetas perdidas hasta que hace unos años él decidió relevar las voces de sus tías, pese a no ser cantante, sino guitarrista. «En Miranda hay gente que canta muy bien saetas y me encantaría poder cederles mi lugar», señalaba.
A falta de hermandades estables en la ciudad, lo cierto es que las procesiones sobreviven gracias al compromiso de algunos voluntarios que, «a última hora», garantizan la salida de los pasos, pero «tal y como sucede en la mayor parte de las asociaciones de la ciudad», tal y como señala Pérez, «falta relevo».
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