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El Casco Histórico de Miranda de Ebro volvió a engalanarse este fin de semana para acoger una nueva edición del Mercado Medieval de las Tres Culturas: una cita con el medievo cristiano, árabe y judío que, un año más, logró movilizar de manera masiva a ... la ciudadanía mirandesa aquende el Ebro.
Artesanía, tabernas, pasacalles, juegos infantiles, actuaciones... fueron algunos de los ingredientes esenciales para conformar una variada programación en pro de un mercado medieval en su mayor expresión.
«Nos hemos acercado los tres días porque hay tal variedad de puestos que siempre queda algo pendiente por ver o probar», señalaba Amelia, una de las visitantes, en la jornada de este domingo, 7 de mayo. Y no exageraba: cien puestos de venta distribuidos por las calles que constituyen el germen de la ciudad ofrecían una amplia variedad de productos de artesanía y alimentación para deleitar al público mirandés con las delicias de la manufactura.
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Además, se distribuyeron un total de siete paradas de restauración en la Plaza del Mercado que atrajeron a centenares de personas, sobre todo, en las horas punta para la comida. Mas no solo el comercio tuvo cabida en el Mercado.
Como ya es habitual, desde el Consistorio se plantearon otras actividades que, sin duda, contribuyeron a trasladar la Parte Vieja de Miranda varios siglos atrás en el tiempo.
No cabe duda de que los puestos de los artesanos son la pieza clave del Mercado de las Tres Culturas, pero no la única. Desde la inauguración del evento el pasado viernes, 5 de mayo, se llevaron a cabo diez talleres de oficios, donde se realizaron demostraciones de los procesos de elaboración de productos como el cuero, el repujado de metal o incluso las garrapiñadas. Aunque destacaban especialmente los talleres de caligrafía árabe, de tatuajes de Henna Natural o grabados.
Asimismo la animación de calle acaparó buena parte del protagonismo. Para ella, se contó con la participación de ocho compañías de teatro, animación y danza que ofrecieron espectáculos de música medieval y folk, danza itinerante, animación teatral y pasacalles que incluían personajes acordes a la temática medieval.
«Estábamos mirando unos collares y, de repente, ha aparecido una especie demonio que nos ha dado un susto de muerte», confesaban entre risas un grupo de jóvenes sorprendidas por la animación de calle.
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En concreto, hacían alusión a la performance de varios intérpretes que paseaban por las calles del Casco Histórico portando antorchas en una comitiva cuyo protagonista era, precisamente, un demonio sobre unos zancos.
En cuanto a las actividades dirigidas al público infantil, la oferta también fue variada. Un taller participativo de danza del vientre, pintacaras con motivos medievales de las tres culturas, hilanderas y macramé fueron algunas de las temáticas fundamentales.
Además, se habilitó una especie de rincón infantil para la realización de diferentes juegos supervisados por un monitor, así como una zona de atracciones como las sillas voladoras -movidas a pedales- la barca y la noria.
En definitiva, la Parte Vieja de Miranda se impregnó de una atmósfera medieval, que también quedó patente en la ornamentación de la zona, donde el comercio, la cultura y el entretenimiento fueron los máximos protagonistas; tan solo precedidos por el plato estrella: la gastronomía. Y es que, si hay algo que no ha cambiado a lo largo de los siglos es que la comida sigue constituyendo el epicentro social de la sociedad, la mirandesa inclusive.
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