Existe una creencia popular que bien plasmó Antonio Machado en uno de sus poemas más célebres: «No hay camino, se hace camino al andar». Si bien es cierto que el ser humano siempre empleó buena parte de sus esfuerzos en definir rutas y trazados que facilitaran las comunicaciones mediante caminos perfectamente acondicionados, en cuestiones de peregrinaje los datos se diluyen entre la marabunta de peregrinos que, a lo largo de la historia, dejaron sus huellas en sendos caminos con un único objetivo: Santiago de Compostela.
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Desde que en el siglo IX el monarca Alfonso II se convirtiera en el primer hombre en peregrinar desde Oviedo hasta Compostela en aras de rendir culto a las reliquias del Apóstol Santiago allí presentes, incalculables son las peregrinaciones realizadas desde todos los lugares del mundo hasta la capital gallega.
José Ignacio Gutiérrez, quien durante ocho años fuera el presidente de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Miranda de Ebro, confiesa haber completado tres veces el popular Camino Francés y muestra orgullo al hablar de sus peregrinaciones por las vías del Camino Portugués e incluso del Inglés.
Gutiérrez nos recibe en un pequeño despacho acondicionado dentro del albergue local para nutrirnos mediante su experiencia. Sus respuestas son solventes. No en vano, hace años que trabaja potenciando las peregrinaciones a Santiago mediante la denominada Vía de Bayona: una olvidada ruta, pero no menos importante ni interesante que las presentes en el quinto libro del reputado Códice Calixtino (s. XII). Nos atamos las botas y emprendemos una de las etapas más impresionantes de esta vía.
El origen de la Vía de Bayona es incierto. Durante la Edad Media son escasos los documentos que demuestran qué caminos escogían los peregrinos para llegar a Santiago de Compostela, pero tal y como comenta el ahora vicepresidente de la asociación mirandesa, «hay constancia histórica de que el trayecto de Bayona ya era seguido por los viandantes cuando aún no existía el Camino Francés».
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El acceso a España a través de Bayona ofrecía a los peregrinos dos alternativas: proseguir el trayecto del Camino de la Costa o continuar hacia el interior mediante la Vía de Bayona: un camino que para su trazado aprovechó un tramo de la Vía de Aquitania, la calzada romana que unía Burdeos con Astorga y cuyos vestigios aún son visibles.
Aunque ninguna ruta deja indiferente al peregrino, esta segunda opción resultaba y resulta especialmente atractiva por su belleza paisajística, por sus desfiladeros, montes y puertos, por el singular Túnel de San Adrián y por el rosario de localidades de evidente influencia jacobea que atraviesa.
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Doscientos noventa y ocho kilómetros: unas doce etapas que separan a Bayona de Burgos, el punto donde la Vía de Bayona enlaza con el Camino Francés. Irún, Tolosa, Vitoria-Gasteiz, Miranda de Ebro y Burgos son algunos de los enclaves más destacados del trayecto por la relevancia histórica que presentan. De hecho, ya Alfonso VI fue uno de los monarcas que más potenció este camino, sobre todo a su paso por Miranda de Ebro, en pos de reforzar su valor como cruce estratégico del río Ebro.
«A Miranda se llega desde La Puebla: el punto de partida es precioso y, aunque el trayecto no es excesivamente espectacular, el recorrido primitivo incluye una entrada a la ciudad muy bonita a través de la zona de La Corzanilla», señala Gutiérrez.
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En Miranda los peregrinos encuentran un acogedor lugar de hospedaje: el albergue en el que nos encontramos. Situado en el corazón de la ciudad, cuenta con una pequeña sala de estar, un comedor, un almacén de bicicletas, así como con dos habitaciones para un total de ocho personas.
Además, en el albergue encuentran un punto de información desde donde la Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Miranda de Ebro explica los hitos locales de obligada visita: la iglesia románica del Espíritu Santo, el Puente de Carlos III que cruza el Ebro, el entorno renacentista de la Plaza de España…
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«Sobre todo, se les recomienda que vayan al Castillo de Miranda porque como mirador es precioso», expone Gutiérrez. «Desde allí se ve el pequeño valle en el que se enclava Miranda, los cinco ríos que atraviesan la ciudad, así como el cruce de caminos entre los paisajes de Álava, La Rioja y Castilla», apostilla. También desde el Castillo es posible contemplar los Montes Obarenes hacia los que los peregrinos partirán tras pernoctar en esta tranquila localidad burgalesa.
La etapa que conecta Miranda con Pancorbo es relativamente sencilla y accesible. Casi diecisiete kilómetros en los que el peregrino encuentra un paisaje probablemente diferente al esperado. «Se esperan mucho monte y paisaje típico castellano y, sin embargo, es una etapa que discurre a la orilla del río», argumenta Gutiérrez.
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En dirección suroeste, el peregrino sale de la ciudad a través de Orón y, enseguida, toma un camino a la ribera del río por el que ha de caminar varios kilómetros en dirección al desfiladero de Pancorbo que la llanura de Miranda permite vislumbrar prácticamente desde el origen.
Tras atravesar Ameyugo, tan solo restan unos kilómetros para el final de la etapa. «La llegada a Pancorbo es espectacular: los peregrinos entran al pueblo bajo el antiguo puente del ferrocarril localizado en el precioso desfiladero de Pancorbo», sentencia el mirandés.
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En lo que a las cuestiones logísticas respecta, cabe destacar que se trata de un recorrido bien señalizado, sobre todo, gracias a la acción de la Asociación de Amigos de esta ruta con sede en Miranda que, con un elogiable trabajo, se está esforzando por recuperar los kilómetros y el relato de esta Vía.
A pesar de las múltiples referencias históricas existentes, todavía resulta ciertamente extraña la Vía de Bayona para muchos de los peregrinos que viajan a Santiago. Desde una perspectiva economicista el motivo es sencillo.
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«Cuando a finales del siglo XX comenzaron a resurgir las peregrinaciones a Santiago, el Camino Francés fue el primero que se potenció por su arraigo histórico», explica Gutiérrez para, seguidamente, apuntar que «la afluencia de personas derivó en la construcción de una mejor infraestructura que, al mismo tiempo, comenzó a atraer a muchos más peregrinos».
Poco a poco se está rescatando el relato de un camino que en su origen atravesaron muchos peregrinos, pero que en la actualidad, de acuerdo con José Ignacio Gutiérrez, no genera demasiado impacto en Miranda. «El Camino aporta poco a la ciudad porque, siendo claros, pasan pocos peregrinos». La mayoría son personas de origen extranjero, entre las que destacan estadounidenses, canadienses y, por supuesto, franceses.
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Llegamos así al final de la charla y nos preguntamos por qué es el público extranjero el que se postula como principal candidato para revitalizar una historia todavía viva.
«Muchas veces no valoramos lo que tenemos, aunque tampoco nos beneficia el hecho de que todos los caminos del norte de España hayan sido declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad a excepción de la Vía de Bayona en el tramo de Castilla y León», lamenta Gutiérrez.
Ahora la lucha de la Asociación mirandesa se focaliza en esta cuestión porque lo cierto es que la Vía de Bayona no tiene nada que envidiar al resto de caminos reconocidos hacia Santiago. Y porque, en efecto, otro camino también es posible.
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