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¿Por qué está el Camino de Santiago lleno de flechas amarillas? ¿Cuál fue el primer albergue abierto en la ruta jacobea? ¿Desde cuándo se asocia una concha con los peregrinos? El escritor segoviano Manuel Garrido responde a estas y otras preguntas en 'El Camino de Santiago: doce siglos de historia', un libro editado por Alianza editorial que sirve de base para responder a diez cuestiones sobre uno de los grandes atractivos turísticos de Castilla y León. También hay datos obtenidos del Ayuntamiento de Santiago de Compostela, la Federación del Camino Francés y la oficina del Xacobeo.
Santiago es uno de los doce apóstoles citados en el Nuevo Testamento. De acuerdo con la Biblia, era hijo de Zebedeo y de Salomé (se cree que su madre era hermana de María) y hermano mayor de Juan el Evangelista. No se sabe con certeza su lugar de nacimiento (tal vez fue la localidad de Betsaida), pero sí que hay constancia de su muerte, en el año 44, decapitado por orden de Herodes Agripa, rey de Judea.
No hay muchos datos sobre la vida de Santiago desde la muerte de Jesús hasta su propio fallecimiento, pero está muy extendida la idea de que viajó hasta la Península Ibérica para llevar a cabo sus labores de evangelización durante cinco o seis años. El texto más antiguo donde se consigna este hecho es el 'Breviario de los apóstoles', del siglo VI, aunque también aparece en los textos de San Isidoro y el Beato de Liébana.
La tradición jacobea se asienta en la idea de 'traslatio'. Después de ser decapitado, sus discípulos recogieron el cuerpo de Santiago, salieron desde Palestina (Jaffa) y cruzaron el Mediterráneo en una embarcación que los llevó hasta el puerto de Iria Flavia, en los confines de la tierra entonces conocida. Como custodios del sepulcro viajaron sus discípulos Anastasio y Teodoro.
Garrido cuenta en su libro que este relato del 'traslatio' fue aceptado por el papa Pascual II en el año 1105 y ratificado por el papa León XIII en 1884. El monje inglés Beda el Venerable informó (es la primera fuente conocida, en el siglo VIII) del enterramiento del cuerpo de Santiago en Galicia. Una vez llegados a Iria Flavia, los discípulos consiguieron un carro con bueyes para transportar el cuerpo de Santiago, que fue enterrado allí donde las reses se pararon.
El personaje principal de esta historia es Paio, un eremita que vivía por la zona y aseguró haber visto unos destellos de luz en el monte Libredón. Esas luces provenían de un antiguo mausoleo abandonado. Paio le contó su descubrimiento a Teodomiro, el obispo de la diócesis de Iria Flavia, quien, después de un periodo de meditación y ayuno, concluyó que aquello podía ser una señal del lugar donde se enterró a Santiago. Hay investigadores que sitúan este episodio en el año 813. La mayoría opta por un intervalo entre el 820 y el 830, bajo el reinado de Alfonso II El Casto. Ese lugar es donde actualmente se sitúa la cripta de la catedral compostelana, que se comenzó a construir en 1075.
Siglos después, en 1589, el cabildo catedralicio decidió esconder los restos de Santiago para protegerlos de un posible ataque y saqueo por parte de las tropas inglesas, que capitaneadas por Francis Drake navegaban por las costas gallegas. Pero no quedó constancia exacta del lugar elegido para poner las reliquias a buen recaudo. La búsqueda más exahustiva comenzó en 1878, bajo la dirección de los canónicos Antonio López Ferreiro y José Labín Cabello. El hallazgo tuvo lugar, en una capilla situada detrás del altar mayor, la noche del 28 al 29 de 1879. Cinco años más tarde llegó la ratificación papal. León XIII, en la bula 'Deus Omnipotents', el 1 de noviembr de 1884, decretó la autenticidad de los restos encontrados y animó a los fieles a peregrinar hasta el sepulcro apostólico. Para incentivar la visita a Compostela, declaró 1885 como año santo.
Es muy difícil fijar el inicio de la devoción por las reliquias de Santiago. Sobre todo, por parte de los peregrinos de la península. La primera noticia que se tiene de un peregrino extranjero procede de un documento fechado en torno al año 922, cuando se cita a un inmigrante de origen franco, llamado Bretenaldo, que llegó a Compostela seguramente después de una larga peregrinación. También está la referencia a un hombre que, en el año 930, contó en el monasterio de Reichenau (Alemania) que después de una ruta por varios santuarios, entre ellos el de Santiago, recuperó la vista. Pero el caminante más celebre del siglo X fue Gotescalco, obispo francés (de Puy-en-Velay, de 927 a 962), que peregrinó a Compostela entre los años 950 y 951. Sabemos de su peregrinación porque en su camino desde Francia paró en un monasterio de La Rioja (Albelda de Iregua), donde los monjes locales dejaron escrito que este hombre, que se dirigía a Santiago, les pidió consultar un manuscrito.
En todo caso, está extendida la idea de que el primer peregrino de la historia es el rey Alfonso II, quien viajó desde Oviedo a Compostela cuando el obispo Teodomiro le informó del hallazgo del cuerpo de Santiago. Este viaje tuvo lugar en el 820 y la ruta que siguió es el hoy conocido como Camino Primitivo, si bien es muy difícil de comprobar.
Las peregrinaciones a Santiago fueron cada vez más conocidos y a finales del siglo XV era habitual la llegada de caminantes a Compostela. Hyeronimus Münzer, un galeno de Nüremberg que peregrinó desde Lisboa entre 1494 y 1495 lamentó la masificación y griterío que sufría la catedral de Santiago.
El año jubilar se celebra cuando el 25 de julio coincide con un domingo. Pero, ¿desde cuándo? ¿Cuándo fue le primer año santo compostelano? Hay dos teorías. La primera está vinculada con la doctrina de la Iglesia, que dice que el papa Alejandro III estableció esta celebración como perpetua en la bula 'Regis Aeterni' (1179). Así, a partir de este documento, el primer año santo compostelano sería 1182. Pero podría haber un antecedente, ya que el papa Calixto II habría hecho una concesión inicial entre los años 1119 y 1122 para el año 1126. La segunda postura, defendida por la mayoría de los historiadores, cuestiona la veracidad de esta bula (consideran que es una falsificación realizada en torno al año 1500). El profesor Fernando López Alsina defiende que el jubileo está inspirado en el año santo romano (lo instituyó el papa Bonifacio VIII en el año 1300). Así, los primeros jubileos compostelanos tuvieron lugar en la primera mitad del siglo XV. El primero documentado es 1434 (aunque tal vez hubo ya uno anterior en 1428).
Es la publicación más emblemática para el universo jacobeo y se trata de un manuscrito iluminado, escrito en latín, en el siglo XII. Es el texto que utilizó la Iglesia compostelana para afianzar su sede apostólica y promover la peregrinación jacobea. Dividido en varios libros, recoge textos litúrgicos dedicados a Santiago, una enumeración de los milagros del apóstol en Europa, el relato del traslado de sus restos mortales, las vicisitudes de Carlomagno para liberar el Camino y la guía del peregrino medieval. Así, es una compilación de las tradiciones jacobeas, que se inició en tiempos de Diego Germírez (1100-1140), el primer arzobispo de Santiago y se terminó casi cuarenta años después. Está considerada como la primera y más famosa guía del Camino de Santiago.
Son el reverso del peregrino. Con este nombre se conocía a todas aquellas personas (vagabundos, pobres y gentes de «dudosa reputación») que en los siglos XVI y XVII se hacían pasar por verdaderos peregrinos para recibir (sin trabajar) un techo donde cobijarse y la sopa de pan (llamada gallofa) que se brindaba a los peregrinos. A lo largo del siglo XVII hubo varias instrucciones para detener a estas personas, por los problemas de orden público que provocaban. Una vez arrestados, eran reclutados para el Ejército y la Marina. No son los únicos casos de delincuentes vinculados con el Camino de Santiago. Durante siglos (hasta la Revolución Francesa), muchas personas emprendían el Camino de Santiago como condena. Los tribunales (tanto eclesiásticos como civiles) de Europa imponían la peregrinación como modo de expiar las culpas. Esto servía para alejar a los malhechores del lugar en el que habían cometido el delito, al tiempo que ayudaba a «aliviar la saturación de las cárceles», cuenta Manuel Garrido en su libro.
Aquí hay que recordar la figura de Elías Valiña (1929-1989), sacerdote de O Cebreiro y uno de los grandes conservadores y promotores del Camino de Santiago. Junto con Andrés Muñoz y Javier Navarro, y con una furgoneta Citroën dos caballos, recorrió el Camino para llenarlo de flechas amarillas. Su sobrina Pilar explicó que su tío había conseguido una partida sobrante de la pintura amarilla que en aquel entonces usaba el Ministerio de Obras Públicas para señalizar las carreteras. Era un color llamativo que se veía bien. Y decidió utilizarlo para marcar la dirección que debían seguir los peregrinos, desde Francia hasta Compostela. Años después, en 1990, el Congreso Internacional de Asociaciones Jacobeas celebrado en Estella acordó que esta flecha amarilla, pintada artesanalmente, se convirtiera en símbolo universal jacobeo. Y lo hacía, además, como complemento a la concha, convertida en emblema oficial del Camino de Santiago desde 1987.
La respuesta a esta pregunta no puede soslayar el nombre Alfonso III El Magno. El rey fue uno de los monarcas que impulsó una red de hospitales y centros asistenciales para los peregrinos, que solían tener una docena de camas (o seis lechos dobles) como recuerdo de los doce apóstoles. La primera institución para acoger a peregrinos pudo abrir en el año 883 en Villarmilde (en el Camino Primitivo). A finales del siglo XI había registrados doce hospitales en el Camino Francés. El más importante de la Edad Media es el que el rey Alfonso VIII de Castilla mandó edificar en 1187 a las afueras de Burgos. Los reyes y las órdenes religiosas financiaron los mayores hospitales para pobres y peregrinos.
El Códice Calixtino fija algunas de las características de la indumentaria del peregrino. Este es el primer texto en el que se describe el bordón que, como ocurre con el zurrón, se bendecía antes de que el caminante partiera hacia Compostela. El 'Liber Sancti Iacobi' (publicado cerca del año 1140) describía el bordón como el «tercer pie del peregrino» y un método de defensa contra los lobos y los perros. Garrido recuerda que también se le reconocían propiedades mágicas, ya que Santiago curó con el bordón a un mendigo enfermo. El 'Códice Calixtino' también hace referencia al zurrón, «un saquito estrecho de piel de bestia, siempre abierto por la boca y sin ligaduras». Esta apertura era un símbolo de que el peregrino estaba dispuesto a repartir propiedades y recibir favores durante su caminata. Ese mismo texto recuerda la importancia de la concha de vieira, a la que se atribuye poderes curativos. «Al regresar los peregrinos del santuario de Santiago, las prenden en las capas para gloria del apóstol, y en recuerdo de él y señal de tan largo viaje, las traen a su morada con gran regocijo». Y no hay que olvidar otros atributos del peregrino clásico, como la capa con capucha, la esclavina (un sobretodo para proteger los hombros del frío y la lluvia), el sombrero, la calabaza para guardar la bebida y el calzado (casi siempre sandalias, aunque era frecuente ver peregrinos descalzos), como recuerda Manuel Garrido en su libro.
Ya en el siglo XIII se empezaron a emitir estos documentos para identificar a los peregrinos auténticos. Con diferentes formatos, eran unos permisos otorgados por la Iglesia, los monarcas o diversas autoridades para que sus portadores tuvieran una identificación que les sirviera a lo largo de su camino, que debía atravesar diferentes territorios. Una vez llegados a su destino, se les concedía un documento que acreditaba que habían llegado a su destino. La 'compostela' tiene sus antecedentes en la Edad Media y, tal y como se la conoce hoy, surge en el siglo XVI, como distintivo que acreditaba a los verdaderos peregrinos, que podían ser admitidos en el Hospital Real de Santiago y otros establecimientos. Cuenta Manuel Garrido que la compostela dejó de usarse en el siglo XIX (siglo de decadencia del Camino de Santiago), pero que se instauró de nuevo a principios del siglo XX. En un primer momento, era un distintivo que se entregaba a los caminantes pobres para que pudieran ser atendidos en las cocinas de las iglesias locales. En el año santo de 1965 la compostela resucita como documento que deja constancia del viaje. Este emblema simbólico se convirtió en uno de los grandes objetivos del peregrino desde el Xacobeo de 1993, un auténtico hito que revitalizó el Camino de Santiago como ruta turística y cultural. Los primeros pasos para esta nueva etapa de esplendor comenzó en 1982, con la visita de Juan Pablo II, el primer papa de la historia que visitó Compostela. En 1987, el Camino de Santiago fue proclamado como Itinerario Cultural Europeo.
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Rocío Mendoza, Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Virginia Carrasco
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