Va para tres años que Francisco Martín Ortiz y Ágata Montiel regentan el bar Regoluna de Pradoluengo y les ha tocado «la mejor de las crisis», reconocen con humor, tras haber pasado un año muy complicado. Llevar un negocio de hostelería en el medio ... rural tiene sus ventajas y sus inconvenientes y, en plena pandemia, han tenido que cumplir igual con las medidas de seguridad y las restricciones, pero sufren más limitaciones a la hora de buscar vías de salida.
«Vamos luchando poco a poco», explica Fran, quien lamenta lo que considera una mala gestión por parte de las administraciones. No ha existido ninguna comunicación oficial. De los cierres de la hostelería, de las reducciones de aforo, del cierre del interior del bar o la supresión de la barra «te enteras de la noche a a mañana» y por los medios de comunicación o las redes sociales. Nunca han recibido ni un escrito oficial ni tampoco un protocolo sanitario, se han tenido que informar por su cuenta.
«Este año hemos abierto y cerrado unas cuatro o cinco veces», afirma Fran, pero Ágata puntualiza que habrán sido más. Ahora están abiertos, al 33% de de aforo, con las rectricciones correspondientes y aprovechando la terraza que han conseguido montar con la ayuda de su suministrador de cerveza. «Nos costó conseguirla porque, en teoría, solo se puede poner en ciudad», apunta Ágata, una más de esas limitaciones a las que se enfrentan por apostar por Pradoluengo.
«Dicen que salen muchas ayudas pero hay que leer la letra pequeña»
Les resarce el buen trato de la los vecinos. «La gente se está portando muy bien con nosotros. Está ayudando mucho y te dan las gracias», asegura Fran. Y, ahora, se está empezando a ver mucho más movimiento, aunque teme que la pandemia haya cambiado hábitos en la clientela. «A algunos clientes habituales llevamos sin verlos un año», comenta Ágata, y no es solo una cuestión de miedo o precaución.
Fran y Ágata se resignan pues nada se puede hacer contra un cambio en las rutinas, pero siguen al pie del cañón. Y echan en falta ayudas para el sector. «Ha sido un año en el que no hemos facturado pero todo lo tienes que pagar al 100%», lamenta Fran. Ni el IVA, ni los impuestos, ni los recibos se los han reducido al 33%, como el aforo. Solo han tenido algo de alivio con la cuota de autónomos, pero es insuficiente.
Lo mismo que algunas de las escasas ayudas que les llegan, que no les dan ni para cubrir los gastos fijos. «Dicen que salen muchas ayudas pero hay que leer la letra pequeña», matiza Fran, pues ya se han encontrado con algunos problemas como no poder acceder a alguna línea porque está destinada a establecimientos ubicados en municipios con menos de tres bares.
Hostelería frente a la covid-19
«Hemos estado un año casi sin cobrar», explica Ágata, y lo están pudiendo soportar con esfuerzo y porque «tienen suerte». Por ejemplo, la pareja de Ágata trabaja, explica, pero aun así está siendo complicado. Así que, con esta situación no es de extrañar que, a veces, los ánimos flaqueen. «Llega un momento en que te agotas psicológicamente porque no sabes qué hacer. Ha sido duro», explica Fran, quien considera que en esta pandemia también están pagando justos por pecadores. Que la mayoría de la hostelería cumple, incluso teniendo que actuar algunas veces como un policía para que se sigan las medidas de prevención.
También entiende Fran los riesgos de la covid-19. De hecho, él ha pasado el virus. Lo pilló trabajando y reconoce que estuvo «jodido», por eso valora las medidas de seguridad. Entre su contiago y la propia pandemia, estuvieron cerrados octubre y noviembre, y luego han ido trabajando a medio gas. Cuando se recuperó la actividad en el interior del establecimiento, pudieron también ellos recuperar su horario habitual, aunque valoran que haya habido gente dispuesta a estar en la terraza, hasta última hora y con dos grados en la calle.
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