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Carmen Izquierdo, a la izquierda, disfrutando de sus aficiones en la naturaleza. Montserrat Ocón y Roberto Castellanos, a la derecha, frente a la Catedral de Burgos. BC
Tres motivos para apostar por vivir en pueblos de Burgos

Tres motivos para apostar por vivir en pueblos de Burgos

Tres teletrabajadores que han optado por vivir en pueblos de la provincia de Burgos cuentan sus experiencias. La pandemia supuso en todos los casos un punto clave en las historias

Domingo, 17 de diciembre 2023, 09:35

Carmen Izquierdo, Pol Escolar y Roberto Castellanos son tres personas que pueden vivir en el medio rural burgalés gracias al teletrabajo. Son tres testimonios diferentes, con situaciones dispares y, alguno, ha tenido que dejar el pueblo por la ciudad de Burgos.

Carmen Izquierdo es de ... Salas de los Infantes, ahora puede vivir en su pueblo gracias a la flexibilidad y el teletrabajo que su empresa le han ofrecido. En el caso de Pol Escolar es su pareja la que es de Huerta de Arriba, residieron allí un tiempo, pero cuando fueron padres optaron por trasladarse a Burgos por los servicios para los niños. Él sigue teletrabajando desde Burgos.

Roberto Castellanos es de Guatemala y lleva en España diez años, tras residir en grandes ciudades se ha trasladado con su pareja a Pradoluengo desde donde teletrabaja en el espacio de coworking (trabajo colaborativo) de Sierra de la Demanda.

Carmen Izquierdo

Salas de los Infantes

Carmen Izquierdo

Carmen Izquierdo es una mujer de 31 años de Salas de los Infantes, el trabajo la llevó a vivir a Madrid pero su empresa, con la intención de fomentar el ahorro energético, dio la opción de los trabajadores para coger el 50% de teletrabajo. En su caso, como en el del resto de teletrabajadores que optan por el medio rural, la pandemia fue un punto de inflexión. «Comenzamos con el teletrabajo a raíz de la pandemia de la covid-19, antes no tenía nada de teletrabajo», recuerda.

En su caso, su empresa ofrecía un 70% de teletrabajo y un 30% de presencial a aquellos empleados empadronados en un municipio de menos de 5.000 habitantes con el objetivo también de paliar la despoblación del mundo rural. «Cuando los sindicatos me comentaron este acuerdo hablé con mi jefe, porque también necesitas la autorización del responsable, y se me concedió», explica.

La pandemia fue decisiva en el cambio de su vida y en que pueda conciliar mejor ahora su vida familiar, social y laboral. Tras el confinamiento tenía que acudir pocos días a la oficina y vivía en Salas, aunque tuviese que ir algún día a Madrid, «muchas veces iba y venía en el día, con el gasto en gasolina que suponía esto, pero ya pasaba más tiempo en Salas. Finalmente, nos hicieron volver al 50%. Aún así, intentaba pasar mucho más tiempo en Salas y seguía con ese gasto en gasolina. Realmente, no podía vivir en ninguno de los dos sitios, al final estás ausente en los dos», reconoce.

La posibilidad de no tener que abandonar su pueblo por trabajo

Ahora, con el 70% de teletrabajo y pudiendo distribuir sus días presenciales como ella desea, reconoce que es más fácil conciliar y tener una rutina estable en su pueblo, en Salas. «Ahora sí existe la sensación de que estoy viviendo aquí, aunque mantengo el piso de Madrid porque tengo la suerte de tener un buen contrato».

Después de más de 10 años viviendo en una ciudad como Madrid, Carmen reconoce que su calidad de vida ha mejorado viviendo en Salas y puede también dedicar más tiempo a sus aficiones. «Madrid me obligaba a invertir dos horas cada día en ir a la oficina. En el pueblo ahorro ese tiempo. El gasto en Madrid es superior, también es mejor para mi salud. Estoy muy satisfecha con el cambio», reconoce. Tanto es así que asegura que «si ahora mismo me quitasen esta modalidad me intentaría cambiar de trabajo, a pesar de que es un trabajo que me encanta y tengo estabilidad. Para mí, la situación que tengo ahora, que puedo estar cerca de mi familia, de mi círculo de amigos y vivir en mi pueblo es más importante», asegura.

No todas las empresas han dado, después de la pandemia, esta oportunidad de apostar por el teletrabajo a sus empleados. Sin hacer evaluación ni apostar por el cambio, han obligado a sus empleados a regresar al trabajo cien por cien presencial. Carmen rebate esos argumentos de las distracciones o menor rendimiento y lo hace, también, asegurando que un trabajador contento y satisfecho beneficia a cualquier empresa. «Cuando estoy en casa soy más eficaz y eficiente. Tengo los objetivos claros y me organizo y soy más productiva que cuando estoy en la oficina que me distraigo más con los compañeros. Uno de los beneficios de mi trabajo es la capacidad y la oportunidad de organizarme y eso repercute tanto en mi vida laboral como en la personal. Al final, si estoy contenta, trabajo mejor y también voy feliz a la oficina cuando tengo que ir».

Roberto Castellano y Montserrat Ocón

Pradoluengo

Roberto Castellano y Montserrat Ocón

Roberto Castellanos y su mujer Montserrat Ocón llevan desde octubre residiendo en Pradoluengo, desde donde Roberto teletrabaja como docente. Han llegado hasta Burgos desde Martorell y asesorados por Agalsa con sus técnicos y mediadores de empleo y vivienda.

Roberto se dedica a la docencia universitaria. En su caso, la pandemia también fue clave, pasó de ejercer su trabajo 50% de forma telemática y 50% presencial a hacerlo absolutamente en modo online. «Siempre he tenido alumnos a distancia, pero a raíz de la pandemia de la covid-19 esto aumentó considerablemente», recuerda.

En ese momento residía en Barcelona y después se trasladaron a Martorell. «Aún así, el ambiente era ruidoso y vi la necesidad de mudarnos por cuestiones de gastos, de espacio y de calidad de vida», reconoce. «Llevamos en Pradoluengo mes y medio y era lo que buscábamos. Soy de Guatemala y a mí me encanta la naturaleza, la tranquilidad, el silencio, es lo que he encontrado aquí», añade.

La importancia de dar a conocer el medio rural fuera

Por los meses de mayo o junio, trabajando en Barcelona, Roberto hizo una asesoría a un coworking. Él trabajaba ya en uno cerca de plaza Cataluña, «me llegó una publicidad e información de este coworking de la Sierra de la Demanda. Lo hablé con mi esposa y contacté con ellos. Javier Ruiz nos ha estado guiando y asesorando en la distancia y así nos trasladamos a Pradoluengo», recuerda.

Tenían tantas ganas de cambiar y asentarse en el medio rural que llegaron casi con una maleta. «Dejamos todas las cosas en un trastero y esta semana voy a ir a Barcelona a por ellas, a traerlo todo, ahora que estamos instalados», matiza.

La vivienda, en su caso, fue una cuestión más complicada. Intentaron buscarla por sus propios medios, por internet, «pero estaba complicado, Javier y su compañera nos ayudaron mucho, nos pusieron directamente en contacto con un particular propietario de una vivienda y así conseguimos el piso».

Pradoluengo es lo que buscaban, «tengo muchísima tranquilidad, no hay contaminación, no hay ruidos, las personas se conocen, la delincuencia es casi cero, hay más relaciones humanas. En Barcelona mi vida era trabajar y trabajar, si conocía a un vecino o dos eran muchos».

Su mujer también está buscando trabajo en Pradoluengo con la ayuda de Javier Ruiz. «Él nos ha orientado y sigue pendiente de nosotros. Esta semana, por ejemplo, hemos tenido una reunión con él. Esa figura de mediador es fundamental y muy importante. Además de que Javier desarrolla el trabajo estupendamente, la figura en sí es crucial para ponernos en contacto con el medio rural y sus oportunidades. Nosotros desconocíamos todas las opciones de esta zona de Burgos, por ejemplo. Si no fuera por Javier no las conoceríamos», reconoce.

Su intención es asentar su vida en el medio rural burgalés, poder llegar a tener una vivienda espaciosa en la naturaleza que tanto extrañaba tras dejar su país, Guatemala.

Huerta de Arriba

Pol Escolar

Pol Escolar trabajaba en Madrid en Tuenti y en 2018 solicitó el teletrabajo con la idea de cambiar, de dejar la ciudad porque iban a ser padres. «Pensamos en venir a Burgos porque mi mujer es de aquí, de Huerta de Arriba, yo soy de Cádiz», explica Pol.

Llegaron a la ciudad de Burgos y llegó la pandemia, otra vez punto de inflexión la covid-19. «Ahí nos fuimos a vivir al pueblo, a Huerta de Arriba. Estuvimos allí viviendo menos de un año. Fuimos padres y queríamos que el niño fuera un año antes de empezar el colegio a la guardería y en Huerta de Arriba no teníamos esa posibilidad», explica Pol. Para estos padres que optaron por el pueblo dejarlo fue debido a la vida que querían para sus hijos. «En el pueblo el contacto con los niños es prácticamente nulo más allá del ámbito familiar o fines de semana y vacaciones. «El resto del tiempo, la parte social se queda prácticamente nula y los servicios enfocados para los niños también», lamenta Pol.

En Huerta de Arriba hay 5g y también fibra óptica. «Para quien no tenga las necesidades de la paternidad está muy bien, pero si estás en ese punto...», duda Pol. «El núcleo neurálgico más cercano es Salas y está a media hora, cualquier cosa que te surja con los niños te tienes que desplazar. Es algo que nos daba un poco de ansiedad a los dos», reconoce.

«Apostamos por el pueblo por tener una vida más tranquila. Nos gustaba la vida de estar en el medio rural porque veníamos de un periodo muy intenso en la ciudad y queríamos cambiar, pero cuando llegaron los niños, cambió el punto de vista y nos trasladamos a la ciudad de Burgos», explica.

Cuando sean más mayores los hijos o ellos, sí podrían plantearse volver al pueblo, pero «lo que nos tira más de vivir en Burgos ahora es la ciudad por la calidad de vida que tienen los niños aquí. Ahora mismo, mientras hablamos, estoy en la ludoteca con los niños, cosa que en Huerta de Arriba no podría hacer», explica. Aún así, al trasladarse del pueblo a una ciudad no buscaban una ciudad grande, buscaban Burgos. «Ni nos planteamos regresar a Madrid. En el barrio que vivíamos en Madrid no había ningún parque con columpios en un radio de 20 minutos andando. Madrid era muy hostil y muy caro. Nuestra calidad de vida cuando nos fuimos de Madrid había empeorado mucho», reconoce.

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