Burgos es tierra de belenes. La Navidad trae consigo cada año el regreso de muchos nacimientos, algunos míticos y de referencia no solo en la provincia, sino a nivel nacional e internacional. Multitud de ellos decoran estos días templos, edificios y hogares, e incluso los ... hay belenes a más de dos mil metros de altura y bajo el agua.
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Pero en el Monasterio de San Juan de Ortega existe uno, más bien escondido, que lleva perenne desde su construcción allá por el siglo XII y que, además, tiene una particularidad que le hace especial: se ilumina dos veces al año. Entre los diversos capiteles que decoran este templo románico en los Montes de Oca, uno llama la atención por encima del resto.
En el arco de ingreso a la capilla norte e incrustado como protagonista absoluto de la columna que lo contiene, se labra un ciclo pétreo de la Navidad único en la provincia. Compuesto por varias escenas, la primera de ellas representa la Anunciación, con el ángel arrodillado portando un báculo rematado en una cruz mientras comunica la noticia de la gracia divina a María.
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Siguiendo la línea de la mirada, en su derecha se representa la Visitación de la Virgen a Santa Isabel, su prima, y el momento narrado por la Biblia en el que ambas se abrazan y esta última pone su mano sobre el vientre de María. Casi desapercibido, en la segunda esquina saliente, aparece un hombre anciano que recuesta su cabeza en una de sus manos. Es el Sueño de José, al que sobrevuela un ángel que se le aparece en sueños para revelarle la naturaleza divina de Jesús.
Ya en la parte central del capitel, la escena principal reproduce un particular Nacimiento. En esta escena de la Natividad, la Virgen se muestra tumbada en el lecho mientras el buey y la mula dan calor con su aliento al Niño, recostado el pesebre.
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También aparecen dos parteras que han ayudado en el alumbramiento y, sobre toda esta imagen, la estrella de Belén corona el Nacimiento. Pasado el acto central, el capitel expone una última escena con el Anuncio a los Pastores, representado por un pastor que atiende al ángel anunciador de la buena nueva.
Pero no solo es curiosa su representación, su estilo o su colocación en un capitel del templo fundado en el siglo XII por San Juan de Ortega, discípulo de Santo Domingo de la Calzada y a cuyo sepulcro añadió un mausoleo Isabel la Católica por su vida consagrada en torno al Camino de Santiago.
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Dos veces al año, ocurre un 'milagro'. La sobriedad que caracteriza este tipo de templos se rompe con un curioso fenómeno que afecta a este capitel. En ambos dos equinoccios (21 de marzo y 22 de septiembre), a una hora próxima a las cinco de la tarde, un haz de luz se cuela en el Monasterio e ilumina el Nacimiento, concretamente el vientre de la Virgen María.
Este atípico y fascinante suceso donde se mezcla lo artístico, lo religioso y lo astronómico, es una peculiaridad muy poco común y que, entre los pocos ejemplos similares, también ocurre en uno de los capiteles de la zamorana y también románica iglesa de Santa Marta de Tera en las mismas épocas del año.
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