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Más de 300 figuras, 94 metros cuadrados, corcho, musgo, arena e «innumerables horas» de voluntarioso trabajo. Esos son los ingredientes con los que Francisco Guerrero, belenista de referencia, ha armado un año más el Belén Monumental de Burgos, que se ha presentado este lunes en ... la sala de exposiciones Pedro Torrecilla para dar el pistoletazo de salida a la programación navideña de la Fundación Círculo.
El clasicismo y el paisajismo son las notas dominantes de una imagen que abruma a la mirada e invita a perderse en la abundante cantidad de detalles que alberga. Una de las principales novedades de este año es la incorporación de San Francisco de Asís, como homenaje al 800 aniversario de la instauración de esta tradición cristiana.
Otra de las grandes estructuras con las que cuenta este nacimiento da la bienvenida al visitante. Una gran posada de caravanas, en las que se ha invertido «mes y medio» para su construcción, abre un Belén Monumental que «se empezó a hacer en enero» y para cuyo montaje completo han tardado ocho días «echando muchas horas», como ha comentado su creador.
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La disposición de las diferentes edificaciones forma una especie de pueblo que rebosa vida en cada rincón. Una panadera nos invita a ver cómo realiza el pan mientras unos niños corretean en una plaza mientras, desde arriba, un pequeño pueblo gobierna la estructura aunque no se alcance a ver enteramente su composición, lo que da una idea de la envergadura del belén.
Así, el acuático ruido de una cascada que baja desde las montañas acoge al visitante y lo invita a seguir desde la casa molinera a la que abastece por un pequeño riachuelo con un puente romano hasta su desembocadura. Es entonces cuando se puede contemplar otra de las nuevas incorporaciones de estas navidades, con otra cascada de mayor envergadura que se retroalimenta y aporta un toque natural y realista al paisaje.
En este punto, aquellos que se acerquen a vislumbrar la obra se encontrarán dando ya la vuelta por el otro costado, donde unos pastores cogen calor en unas ruinas al calor de una llameante hoguera. Sus expresiones dirigen la mirada a lo alto del monte, donde un ángel anuncia el nacimiento de Jesús. A su lado, un acueducto deja entrever un pasaje repleto de personajes atareados en sus quehaceres cotidianos. Mientras unas mujeres aprovechan a coger agua en sus cántaros, otros habitantes de este particular belén acuden a adorar al niño.
Así se llega a la imagen del nacimiento, que acogido por la montaña y al abrigo de una cueva expone un diseño completamente nuevo respecto al pasado año. Siguiendo el camino, en las puertas amuralladas de la ciudadela, las trompetas asustan a las palomas y anuncian la llegada de la comitiva de los Reyes Magos. A este espectacular belén le acompañan en la sala cerca de cincuenta misterios procedentes de la colección de Andrés y Mari Rodrigo, que arropan la representación junto a frases religiosas y de villancicos tradicionales para evocar el espíritu navideño.
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