Agosto: La tragedia tiñe de luto las carreteras burgalesas

Lejos de quedarse ahí, la trágica lista de fallecidos en carretera se incrementó a finales de mes con otros dos siniestros prácticamente consecutivos. El sábado 27, un varón de 50 años de edad perdía la vida tras la salida de vía y posterior vuelco de un turismo en el kilómetro 143 de la A-1, a la altura de la localidad ribereña de Pradilla. En aquel accidente también resultaron heridos una mujer de 45 años y dos niños de 10 y 12 años, respectivamente.

Al día siguiente, las carreteras de la provincia volvían a vestirse de luto como consecuencia de otro siniestro mortal, acaecido a la altura de Santovenia de Oca, en la N-120, que en 2022 se erigió como la carretera burgalesa con mayor siniestralidad. En este caso, un turismo invadió el carril contrario y acabó colisionando frontalmente contra otro vehículo. En el interior de uno de los turismos viajaba un riojano de 51 años de edad que falleció en el acto, mientras que otras dos personas resultaron heridas leves.

A esos tres siniestros mortales se les sumaron también una larga lista de accidentes, que a menudo dejaron tras de sí heridos de gravedad. Ese fue el caso de un motorista que chocó contra un turismo a la altura de Úrbel del Castillo, otra de las carreteras más negras de la provincia.

En esa misma vía, pero a la altura de Basconcillos del Tozo, otras cinco personas resultaron heridas en la madrugada del día 23 como consecuencia de otra aparatosa colisión entre una furgoneta y un camión articulado. También en la A-62, en la A-1 y en la CL-629 se registraron sendas salidas de vía que se saldaron con varios heridos, algunos de ellos de gravedad.

Agosto fue, sin duda, un mes muy complicado en el ámbito del tráfico por carretera. De hecho, y más allá de las pérdidas humanas, las operaciones especiales se saldaron con varias jornadas de colapsos y atascos kilométricos en la AP-1, que tras su liberalización acumula no pocos problemas en este sentido dada la intensidad de circulación que soporta y la escasez de salidas.

Y si el mes de julio fue el de los grandes incendios forestales en Burgos, agosto le fue a la zaga, con varios sustos, registrados además en una zona muy sensible de la capital provincial, como es el paraje del Castillo. Allí, a lo largo del mes de agosto, se registraron hasta tres incendios que pusieron en jaque a los servicios de emergencia de la ciudad.

En uno de los casos, de hecho, las llamas se quedaron a pocos metros del hospital de Fuente Bermeja, activando todas las alarmas en la ciudad. Afortunadamente, la rápida intervención de los bomberos consiguió controlar las llamas sin causar daños personales n todos los casos. Eso sí, la Policía Nacional se hizo cargo de la investigación para intentar dilucidar si, tal y como parecía en un principio, la mano del hombre se encontraba detrás de los siniestros.

Y sin alejarse mucho de aquel entorno, los vecinos de la calle Murallas se despertaron con el susto en el cuerpo el día 19. Alguno, de hecho, no pudo ni dormir aquella noche. Y es que, el talud de tierra situado en uno de los márgenes de la calle se vino debajo de madrugada, generando un desprendimiento de tierra que obligó cortar la calle para garantizar la seguridad.

La casualidad quiso que, ya en un primer vistazo, aparecieran restos óseos entre la tierra caída, que durante los días posteriores fue analizada para determinar qué había allí enterrado. Finalmente, los arqueólogos encontraron numerosos restos animales, así como cerámicas y otros objetos antiguos, mientras el Ayuntamiento aseguraba el talud con una intervención de urgencia.

También muy cerca de allí comenzaron en agosto, tras el paso de la Vuelta a Burgos, las obras de peatonalización del Arco de San Martín, última de las puertas medievales de la capital provincial aún sin peatonalizar y cuyo estado de conservación se encuentra en una situación complicada tras soportar numeroso tráfico en las últimas décadas.

Y en el ámbito sanitario, la mejor de las noticias fue la progresiva normalización de la situación hospitalaria derivada de la pandemia de la covid-19. No en vano, tras varios meses con los indicadores epidemiológicos en claro descenso, la UCI del Hospital Universitario de Burgos se liberaba al fin de pacientes covid más de dos años después.