Los pasos de Juanita por el mundo
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David Beriain nombró así a su productora por el camino que hacía su abuela a diario hasta la iglesia de Artajona, donde sus reportajes se anunciaban por altavoz en un bandoSecciones
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David Beriain nombró así a su productora por el camino que hacía su abuela a diario hasta la iglesia de Artajona, donde sus reportajes se anunciaban por altavoz en un bandoaiende s. jiménez
Jueves, 29 de abril 2021, 08:00
Desde la casa de los abuelos de David Beriain en Artajona se ve la iglesia de San Pedro. Su abuela Juanita recorría cada día los 93 metros que las separan para acudir a misa y rezar. Esos pasos inspiraron a David en sus recorridos por los lugares más hostiles de la Tierra, donde buscaba las historias que nadie quería contar. Él mismo explicó que cuando murió su abuela fundaron la productora, a la que llamaron '93 metros' «porque no nos olvidamos nunca de que a veces la historia más grande está en el lugar más pequeño. A mi abuela le sobraron 93 metros para encontrar su verdad».
Unos asesinos impidieron que David revelara una nueva verdad al mundo a través de un documental sobre cazadores furtivos que grababa en Burkina Faso. El periodismo era su trabajo, pero también su hobby, tal y como aseguraba a sus amigos de Artajona, la localidad navarra donde nació, creció y adonde volvía siempre que su trabajo se lo permitía, «mucho menos de lo que le hubiese gustado», recuerdan ahora. Un pueblo que llora la pérdida «de un hijo», que siempre llevó a Artajona por el mundo.
A pocos pasos de la casa de Juanita está el piso en el que vivía el periodista cuando volvía a su pueblo. Ascen, vecina de su abuela, recorre parte de ese camino que tanto marcó a David, triste como todos los artajoneses. «No podía ver sus reportajes. Una vez intenté ver uno, y buf, qué miedo». Sin embargo, a muchos vecinos les encantaba escuchar las historias de los viajes de David cuando éste regresaba al pueblo, donde no tenía ningún reparo en entretener a amigos y conocidos con sus anécdotas. «Se quedaban fascinados. Lo quería todo el mundo», asegura Mari Jose Iriarte, pariente de la madre de David, Angelines. Fue ella la que le dio la fatal noticia. «Estábamos comiendo en casa, llegó a todo llorar y nos dijo que habían matado a David. Nos quedamos todos helados», cuenta.
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Ese estado de 'shock' es compartido en una localidad de 1.650 habitantes en la que todos conocían a David. Cerca de la casa de Juanita, en el parque del bar La Quinta, había ayer una veintena de personas. Algunos jugaban con sus hijos, otros tomaban café o echaban la partida al chinchón. Al preguntarles por su paisano, las respuestas eran casi idénticas, de total admiración: «Le he visto nacer, soy muy amiga de su madre, que es todo corazón».
«No he podido hablar con ellos, pero les he dejado una rosa en el portal y ya saben que soy yo», explicaba una vecina, que afirma que siente «el dolor de corazón que puede sentir una madre, porque era un hijo del pueblo, un hombre bueno, un ejemplo a seguir. Esto es algo que no se olvida, que se nos quedará pasa siempre». La última vez que le vio fue en Navidades, comprando regalos para sus sobrinos. «Le preguntamos: '¿No tienes miedo? Y él nos respondió: 'Sí, pero el miedo es libre', y entonces te dejaba sin palabras», cuentan.
Cuando volvía a Artajona, David se dejaba caer por el bar El Cerco, frente a casa de sus padres, donde le pedía un café o una caña a Kimari. «Como periodista era bueno, pero como persona era espectacular», afirma el tabernero, que cuando hablaba con él solía bromear con que en el próximo viaje iba a acompañarle. «Pero siempre me decía: 'Kimari, tú eres muy sibarita, y yo voy a sitios en los que tengo que dormir de pie y a ti te gusta la cama y comer bien'. Cómo nos reíamos, era más majo». Jorge Azemar, que precisamente fue alumno de su madre Angelines, apunta que tenía «un don especial con la gente. Cada vez que echaban un documental suyo, todo el pueblo lo veía».
Porque cada emisión que protagonizaba David era todo un acontecimiento en el pueblo. Tanto es así que el Ayuntamiento las anunciaba a través de un bando por los altavoces. «Se hace saber que esta noche se emitirá un documental de David Beirán... Y todos nos íbamos a casa a verlo», explica Pedro, un vecino que siente «orgullo» por que el reportero fuese «artajonudo, como decimos aquí. Ha hecho mucho por el pueblo y sentimos una pena muy grande».
Ayer, al igual que todos los vecinos, recorrió la cuesta que Juanita subía cada día hasta la Iglesia de San Pedro, donde David recibió el homenaje de sus paisanos justo en el mismo lugar en el que su abuela rezaba cada día.
Hace tan solo un mes, Enara, una niña de Artajona, pidió ayuda a David para hacer un trabajo para su clase, en el que tenía que entrevistarle. A través de varios audios de Whatsapp ella le enviaba las preguntas y él le respondía. El padre de la pequeña compartió ayer esa entrevista en sus redes sociales. «Mil gracias David por ser una persona tan especial. Sin duda una de las mayores lecciones de vida que va a recibir Enara y que seguro que ni ella ni nosotros vamos a olvidar nunca».
Entre otras, Enara le preguntaba si no pasaba miedo en sus reportajes. «Paso mucho miedo, soy bastante cobardica, pero creo que lo que hago es importante y tengo que enfrentarme a ello». Donde más miedo ha pasado, le contaba a la niña, es en los lugares donde hay guerra. «En esas guerras se ven cosas horribles -le comentaba-, muy difíciles de olvidar. Y a veces, cuando te metes en esos sitios, donde se están intentando hacer daño entre otras personas, te toca, y te pueden hacer daño a ti».
«¿Por qué voy allí?», le decía David. «Porque los problemas, para poder solucionarlos, se tienen que dar a conocer». Él lo intentó hasta el final, pero se encontró en medio de una guerra en la que la que, por desgracia, le tocó a él.
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