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El asesinato del periodista David Beriáin y el cámara Roberto Fraile ha supuesto un duro golpe en el mundo del periodismo. Conocidos y queridos por muchos de sus compañeros, todos coinciden en destacar su valentía y rigor hasta el último momento. Cuando ... fueron atacados, precisamente se encontraban grabando un documental sobre la caza furtiva que azota Burkina Faso.
El periodista irunés Jon Sistiaga, que compartió muchos momentos y coberturas en el extranjero junto a Beriáin, fue el primero que le ofreció un contrato para trabajar en televisión, en 'Reporteros Cuatro'. «Yo conocí a David en Irak, él entonces era un redactor que trabajaba para 'La Voz de Galicia' y lo fiché», recuerda a este periódico.
Pese al peligro que conllevaban los trabajos y reportajes que realizó, desde la selva asiática, en la que localizó a los Hmogn, el ejército perdido de la CIA, hasta Sudamérica para infiltrarse en la guarida de las FARC, Sistiaga lo define como «una persona muy sensata, que pensaba que correr determinados riesgos merece la pena para dar voz a los que no la tienen«. »Era muy cabezón, como buen navarro de Artajona», remacha. «Amaba contagiar el periodismo a los demás», recalca Miguel Ángel Jimeno, profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Navarra, donde Beriáin estudió entre 1995 y 1999.
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Su compañero en mil batallas también destaca el estilo propio que adquirió Beriáin en su carrera: «Él inventó un término, periodismo inmersivo, que recuerdo haber discutido mucho con él. Era un periodismo que costaba mucho hacer, había que meterse dos meses en una selva para contactar con un comandante de las FARC o con el cartel de Sinaloa, un periodismo muy complicado. Pero él creía en ello y lo persiguió toda su vida, además llegó vivir de ello».
«Tenía la idea de que cualquier persona, con el perfil más siniestro, puede tener una historia relevante que contar al resto del mundo», destaca Ramón Salaverria, amigo y profesor de Beriáin que, junto a cientos de personas, guardó un minuto de silencio en la explanda de su facultad en homenaje a los dos periodistas fallecidos. «Ha muerto en acto de servicio y cumpliendo su deber», añadió Avelino Amoedo, también profesor de la facultad y que valora «su gran capacidad de comunicar, de llegar al fondo de las personas sin juzgarlas«.
En lo personal, Sistiaga apunta que Beriáin «era un tipo muy entrañable, era un grandullón con cara de niño, sonrisa apacible y un tono de voz que generaba confianza automáticamente. Era un gran escuchador, algo muy importante en el periodismo». «Él entendió, cuando estábamos en las ruinas de Bagdad, o en las llanuras de Afganistán, que lo importante no es ser el primero en contar las cosas. Aquella época de las grandes exclusivas ya se perdió, lo importante era ser el mejor y eso requiere tiempo. David era muy preciso en eso», señala Sistiaga.
Esa cualidad, la de atender a las explicaciones de los demás, sorprendió gratamente a sus compañeros de carrera hace casi dos años cuando se reunieron para celebrar los veinte años de la promoción. Beriáin y Fernando Bernacer llegaron los primeros. «David, no sé si te acuerdas de mí…», fue la frase de este último. Había perdido el contacto con el reportero desde que salieron de las aulas pamplonesas. No hubo dudas. Enseguida le reconoció y comenzaron a hablar. Llegaron el resto de los invitados, se pusieron al día. «Él era el reportero de guerra afamado y premiado, el que tenía que sentar cátedra a los demás y qué va, todo lo contrario. Nos escuchaba a todos con atención. Y luego, claro, él contaba sus anécdotas», recuerda el periodista de Radio Castilla-La Mancha.
En su pueblo, tabién se preocupaba por el día a día de los demás. Preguntaba y preguntaba. «Nunca perdió su vínculo con el pueblo. Era su pequeña patria», recuerda Gabriel González, artajonés y periodista como Beiráin, que también destaca una de sus cualidades: su tenacidad. De pequeño, «sin ser muy futbolero», se empeñó en ser el lateral derecho del equipo de la localidad de 1.500 habitantes. «Lo hizo», rememora el redactor de 'Diario de Navarra'.
Beriáin y Bernacer coincidieron mucho por la cercanía alfabética. Acababan siempre en los mismos grupos de trabajo. Pero eran muy diferentes. O, mejor dicho, el navarro era distinto al resto. «Era mucho más maduro», coinciden el periodista toledano y Fernando Ciordia, compañero de promoción y que ahora trabaja en 'Diario de Navarra'. A los 18 años, todos demostraban las dudas que tenían propias de la edad, las inseguridades de cualquier universitario novato en sus primeros días de contacto con su nuevo hábitat. Beriáin, no.
«Tenía clarísimo lo que quería hacer. Era un idealista de este oficio», señala Ciordia. «Parecía corresponsal de guerra desde el principio», añade Luismi Cámara, periodista de 'La Rioja'. «El resto copiábamos todo lo que decía el profesor. Él solo escribía cuatro cosas y levantaba la mano para preguntar», añade Bernacer, al que Beriáin le llevó a una fiesta en un piso de estudiantes para que tocase con su guitarra canciones de Nacho Vegas y 'Ojalá', de Silvio Rodríguez. su preferida. También recuerda que solo le vió alterado una vez, en Atenas, en el viaje de fin de curso, porque creía que le estaban intentando timar. «Se levantó, tiró los billetes... era el viaje de fin de curso», recuerda con cariño Bernacer. No pasó nada. Solo sonrisas.
David Beriáin ya había llegado a DMAX cuando Alejandro Florez aterrizó a la cadena. Estaba inmerso en 'Clandestino' con su inseparable Roberto Fraile. «Trabajar con David siempre fue fácil», recuerda Florez, que le recordaba entre bromas al periodista navarro que no podía tener un canal solo con sus ideas. «Tenía presupuesto para cuatro ideas y él siempre tenía 40 proyectos. Era un gustazo trabajar con él», apunta. Sus caminos se separaron momentáneamente. Florez se fue a 100 balas (productora de Mediapro) y Beriáin siguió con la suya (93 metros); pero enseguida se volvieron a juntar para producir 'El Palmar', la serie documental para Movistar+. «Estaba demostrando que podía hacer lo que él hacía y el trabajo de productor», indica Florez.
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