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Las diez noticias imprescindibles de Burgos este martes 21 de enero
El teniente coronel golpista Antonio Tejero llega a Mingorrubio. Efe

Un entierro sin honores militares pero con águilas y el 'Cara al sol'

La aparición del teniente coronel Tejero animó un funeral con aroma a 1975

Jueves, 24 de octubre 2019, 12:11

Solo faltaba la voz en off de Matías Prats padre y un filtro en blanco y negro para que El Pardo pareciera este jueves un capítulo del No-Do. O de la primera temporada de la serie 'Cuéntame cómo pasó'. Medio millar de nostálgicos del ... régimen, la mayoría personas mayores acompañadas de algunos jóvenes, se congregaron este jueves frente a la carretera de acceso al cementerio de Mingorrubio, situado al norte de Madrid, para despedir, protestar o simplemente quitarle el polvo a las fotos del 'caudillo' y a alguna que otra rojigualda estampada con el Águila de San Juan que llevaba demasiado tiempo guardada en el cajón. O todo a la vez en distinto orden. La exhumación de Franco y su traslado al pequeño camposanto, donde también reposan figuras del régimen como Luis Carrero Blanco y Carlos Arias Navarro, y la esposa del dictador, Carmen Polo, ofrecía una oportunidad histórica de cantar a pleno pulmón el 'Cara al sol' sin que nadie alrededor mirase raro.

Y lo entonaron sin desmayo.En esta preconstitucional escena también faltaban los 'grises'. Pero, los manifestantes, a cambio, se encontraron de frente a un centenar de agentes 'azules' de la UIP de la Policía Nacional y unidades caninas y a caballo que les devolvieron a la España del siglo XXI, y ya de paso les impidieron el acceso al panteón del cementerio -situado a medio kilómetro de allí- tras cortar la única vía de acceso al cementerio.La Fundación Francisco Franco había convocado dos días antes una concentración para «orar y realizar una entrega de flores al 'generalísimo'». Pero el Gobierno quería, esta vez sí, tener la operación atada y bien atada y había prohibido, a través de su Delegación en Madrid, cualquier acto de apología franquista. Aunque a media mañana, el Tribunal Superior de Justicia madrileño revocó la prohibición.

Un grupo de exhaltados intentó acceder al cementerio, pero los antidisturbios lo evitaron

Fue entonces, y solo dentro de la legalidad, cuando apareció el teniente coronel Antonio Tejero, condenado por rebelión por el golpe de Estado del 23-F , y cuyo hijo Ramón ya se encontraba dentro del cementerio para oficiar la ceremonia como sacerdote junto al prior del Valle, Santiago Cantera. Su llegada desató el delirio de la tropa de nostálgicos, que ya andaba cansada con el reloj marcando el mediodía.

En medio de un murmullo creciente, Tejero, a sus 87 años, pidió a uno de los agentes de la UIP que le abrieran paso para asistir a la inhumación. La negativa de los agentes produjo un motín y algunos intentaron cruzar un imaginario Ebro formado por antidisturbios a gritos de «¡Franco, Franco, Franco!». Fueron los momentos de mayor tensión de la mañana. Al no conseguirlo, frustrados, empezaron a insultar al presidente del Gobierno en funciones, «Pedro Sánchez, hijo de puta» también fue coreado con ganas. «Solo queremos rezar, no vamos a quemar contenedores como los independentistas», suplicaba mientras tanto una señora más modosa.

Simpatizantes del franquismo con el brazo en alto. Efe

Sin salvas militares

El jaleo no era audible frente a la verja del cementerio de Mingorrubio, donde se concentraba la mayor parte de la prensa. No todos los días se acude al sepelio de un exjefe de Estado, pero el segundo entierro de Franco estuvo más deslucido que el primero, el 23 de noviembre de 1975. Sin salvas militares, sin jefes de Estado, sin Nelson Rockefeller, en el pequeño camposanto el día transcurrió entre bancos de niebla y con frío, como otro más de otoño, hasta que el sol se impuso a media mañana. Solo el gran dispositivo policial y el centenar de periodistas allí presentes daba fe de que se estaba viviendo un acontecimiento histórico.

Pero la historia no siempre es frenética. Mientras la exhumación se llevaba a cabo a 55 kilómetros de allí, lo más emocionante que ocurrió en Mingorrubio fue la llegada de cuatro furgonetas que descargaron frente a la verja una docena de coronas de flores rojigualdas con cintas en las que se podía leer mensajes como «Barcelona con el Caudillo» o «Cartagena con el Caudillo». También regaló una nota de color la llegada del cura Ramón Tejero, que provocó varios corrillos de curiosos. «¿Es él, es él?», «¡Sí, viene con sotana».

Después de casi tres horas de espera, al fin el helicóptero con los restos del dictador aterrizó en un antiguo campo de tiro de la Guardia Real. Primero se escuchó su motor, luego pasó volando a baja altura. A la media hora llegaron por carretera los 22 nietos y bisnietos y sus respectivos cónyuges repartidos en seis turismos y un microbús. Pasaron por delante de los periodistas y la gente, y accedieron en menos de cinco minutos al cementerio, como en la escena berlanguiana de 'Bienvenido Mr. Marshall', pero sin americanos.

Vídeo. Concentración en Mingorrubio. EFE

Faltaba solo el féretro, que también se hizo esperar mientras los Franco aguardaban tras la verja. Llegó en un coche fúnebre escoltado por la Policía y seguido del vehículo que en el que viajaba Francis Franco, el único de la comitiva en viajar con la ventanilla bajada.

Una vez en el interior del panteón, en una pequeña capilla anexa y la hora del 'Telediario' -mientras el presidente Sánchez hacía una declaración institucional en la Moncloa- un grupo de menos de 30 personas volvía a inhumar a quién fuera cabeza visible de una férrea dictadura durante casi 40 años.

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