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Panteón de la familia Franco en el cementerio de Mingorrubio. EFE
Mingorrubio, morada final de dictadores y ministros franquistas

Mingorrubio, morada final de dictadores y ministros franquistas

Franco compartirá cementerio con Arias Navarro, Carrero Blanco y el dominicano Leónidas Trujillo, entre otros

Jueves, 24 de octubre 2019, 06:22

La historia está plagada de paradojas y la de la exhumación y reinhumación de Franco no podía ser menos. Tras su fallecimiento el 20 de noviembre de 1975, el presidente del Gobierno, Carlos Arias Navarro, decidió que este debía ser enterrado en el Valle de ... los Caídos. Todo pese a que el finado no se había pronunciado al respecto en su testamento, modificado en medio de la agonía un mes antes de morir, y a que su esposa, Carmen Polo, prefería el panteón familiar de Mingorrubio, donde ella misma sería inhumada 13 años más tarde. Pero no sería la morada final del dictador por empeño de Arias. La decisión del Gobierno de trasladar sus restos volverá a reunirle con su esposa y con su último presidente. A partir de este jueves, serán vecinos de camposanto.

El pequeño cementerio de Mingorrubio, situado al norte de la capital, en el distrito de Fuencarral-El Pardo, y de titularidad municipal desde su construcción en 1962, guarda en sus lápidas los nombres de personalidades que escribieron algunas de las páginas de la historia del país en la segunda mitad del siglo XX. Además de Arias Navarro, allí se encuentran enterrados franquistas de la primera hora como el almirante Luis Carrero Blanco, el dictador dominicano Leónidas Trujillo, o el jurista y presidente del Tribunal Constitucional Francisco Tomás y Valiente, asesinado por ETA en 1996.

Tumbas y panteones en el cementerio de Mingorrubio. EFE
Imagen principal - Tumbas y panteones en el cementerio de Mingorrubio.
Imagen secundaria 1 - Tumbas y panteones en el cementerio de Mingorrubio.
Imagen secundaria 2 - Tumbas y panteones en el cementerio de Mingorrubio.

El recinto funerario se encuentra próximo a una colonia de viviendas que la dictadura levantó para la guardia de Franco, inquilino del Palacio de El Pardo, a tan solo dos kilómetros de distancia. Rodeado de un bucólico paraje de bosques y montes frecuentado por senderistas, el dictador será enterrado junto a un pantano construido durante su régimen y finalizado en 1970.

La simbología franquista que emana en la zona se ve confirmada en los 19.472 metros cuadrados de lápidas y panteones (suman unas 2.500 tumbas). En Mingorrubio reposan los restos de ministros del régimen como Demetrio Carceller, Pablo Martín Alonso, Nemesio Fernández Cuesta, Pedro Nieto Antúnez o el general Félix Álvarez-Arenas Pacheco, que asumió la cartera del Ejército al morir Franco.

También descansan allí otras figuras de la Transición, como Francisco Fernández Ordóñez, ministro de Hacienda y de Justicia en los gobiernos de Adolfo Suárez y de Exteriores en los del socialista Felipe González. O los arquitectos Luis Gutiérrez Soto, que levantó edificios icónicos del régimen como el neoherreriano Ministerio del Aire de Madrid, y el promotor inmobiliario José Banús, que antes de Marbella, empezó a amasar su fortuna con la construcción del Valle de los Caídos.

11,5 millones de pesetas

El dictador tampoco será el único 'generalísimo' del cementerio, el propio Trujillo ya se hacía llamar así cuando alcanzó el poder de República Dominicana en 1930. Por cierto, el temido dictador dominicano también fue exhumado, ya que su primer entierro se celebró en el cementerio Père Lachaise, en París.

Otra de las señas de identidad de este «tranquilo» camposanto son sus panteones. Algunos pertenecen a acaudaladas familias como los Fierro, López Madrid, Alcocer o Cortina. Y, por su puesto, los Franco. El suyo cuenta con una capilla para 60 personas y se sufragó con fondos del Ayuntamiento de Madrid. Tuvo un coste de 11,5 millones de pesetas de 1969, una auténtica fortuna en unos años en los que el sueldo medio anual era de 12.000. En su construcción se utilizaron materiales nobles como muros de granito y pavimento de mármol.

Tanto las obras de construcción como la decoración interior a cargo de diversos artistas se cargaron a los fondos del Recargo de la Décima para la Prevención del Paro Obrero, el impuesto sobre propiedades rústicas e industriales creado en 1931 por los ministros socialistas Indalecio Prieto y Largo Caballero que debía destinarse a obras municipales en las que se contratase a parados.

El coste de su mantenimiento en los 50 años siguientes a su construcción se calculaba en 25.000 pesetas anuales, el equivalente a la mitad de un sueldo anual de administrativo en esa época.

Incluso describía minuciosamente las condiciones que deberían cumplir los materiales usados. Por ejemplo, se pedía que el agua para la confección de morteros fuera «lo más pura posible; preferible a la de fuente o pozo» y la arena empleada en la construcción «limpia, suelta, áspera, crujiente al tacto y exenta de sustancias orgánicas o partículas terrosas, para lo cual, si fuera necesario, se tamizará y se lavará convenientemente». Hasta se previó la colocación de uno o varios pararrayos. Todo para la morada final de un dictador.

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