Los secretos de la Máquina Enigma en Burgos

No hace muchos años, Belorado expuso en su muestra permanente una joya del misterio que tiene en su nombre el más amplio significado: la Máquina Enigma. Una réplica que también se pudo ver en el Museo Regional Militar de Burgos. La provincia de Burgos cuenta con un experto en este tema, el que fuera alcalde de Belorado, Luis Jorge del Barco, que en el programa de radio La Puerta del Frío explicó hace unos años qué era ese misterio.

De hecho, Del Barco es un apasionado de estos temas relacionados con las guerras mundiales, las comunicaciones y el periodo de Guerra Fría. Durante años se ha interesado en ello y nos desgranó y analizó qué era la máquina y como Alan Turing dio con la clave para descifrar los mensajes de los nazis y derrotarlos en la Segunda Guerra Mundial.

Una máquina, detalla Del Barco, que fue «concebida para el mundo civil y era similar a una máquina de escribir». La particularidad y el misterio es que al «pulsar una letra, un conjunto de rotores y ruedas dentadas la sustituía por otra letra», en un proceso a mitad de camino entre el procedimiento mecánico y eléctrico «puesto que pasaba por ambas fases». Las primeras máquinas contaban «con tres rotores internos, pero las militares, mucho más sofisticadas, llegaron a tener cinco, con lo que al final había hasta 10 billones de configuraciones distintas».

Es decir, esta calculadora se asemejaba, por la simple combinación de elementos electrónicos y mecánicos, a una gran computadora. «Sólo había que descifrar las claves»; y Turing, con un equipo de matemáticos de la Universidad de Manchester, lo hizo. Del Barco precisaba en aquella entrevista que «ya antes Polonia dispuso, sobre 1938, de esta máquina e incluso llegaron a descifrarla», pero el fenómeno realmente impactante «se produjo en la fase decisiva de la Segunda Guerra Mundial».

Turing, que era matemático, «fue contratado como criptólogo por las fuerzas británicas». Le destinaron a un lugar secreto, Station X, en Buckinghamshire. En ese lugar trabajó intentando intentar dar con la clave de un sistema de cifrado de una máquina desarrollada por los nazis

Del Barco recordaba que «los alemanes cambiaban diariamente el sistema de cifrado». Eso suponía que debían trabajar «a contrarreloj para adivinar y «desencriptar los mensajes enviados por los alemanes antes de cada medianoche». Turing desarrolló a finales de 1939, con Gordon Welchman, una máquina a la que bautizaron como Bombe con la que consiguieron descifrar con éxito las transmisiones de Enigma.

Usaron las matemáticas para descartar contradicciones y de esa manera desechar aquellas combinaciones de letras y hacer menos laborioso el proceso. La realidad es que la máquina espía y los métodos de Turing facilitaron que la Guerra no se extendiera en el tiempo. La cifra es escalofriante, pero en 1942, el equipo de trabajo llegó a desencriptar unos 40.000 mensajes, algo que en poco tiempo llegó a determinar que se conociese el contenido de dos mensajes por minuto.

Del Barco explica que toda esta tarea de los británicos es posible que no se hubiera podido lograr si Polonia «no hubiera dado a conocer a los servicios secretos británicos y franceses sus progresos».

Esa máquina de encriptar y desencriptar mensajes es hoy una computadora a la que se le dan una serie de instrucciones para que ejecute unos comandos y dé unos resultados. La Bombe que creó el equipo de Alan Turing es un ordenador primitivo.

Fue en 1936, antes de la invención de las computadoras. Turing desarrolló los fundamentos primitivos de la informática cuando creó este artefacto que buscaba descifrar el Entscheidungsproblem, un reto que consiste en encontrar un algoritmo general que concluye si una fórmula del cálculo de primer orden es un teorema.

Enigma es en sí misma la palabra que la define. Si Enigma no hubiera sido creada, el salto tecnológico no se hubiera producido con tanta celeridad. Pero ocurrió y hoy no hay secretos que se le oculten a Alexa o a cualquier inteligencia artificial.

Turing fue llevado al extremo del odio. Era homosexual y la justicia y la sociedad le juzgó por ello hasta extremos insospechados. En 2013, se consiguió el indulto para Turing de manos de la Reina Isabel II, pero era ya demasiado tarde. La historia de este hombre y su genial descubrimiento fue llevada al cine y existen dos películas 'Código Enigma' y 'Descifrando Enigma' que cuentan esta tremenda historia.

En Burgos se pudo contemplar durante unos meses esta maravilla de la ciencia y de la electromecánica. El Museo Bocanegra de Belorado bien merece, al menos, una réplica para su exposición permanente. Las maravillas del museo beliforano son interesantes, importantes para conocer el devenir de la comunicación desde mediados del siglo XX y en nuestros días. Una pieza de este tipo engrandece la historia y la ciencia.

Todo el mundo conoce el símbolo universal de la marca Apple: una manzana mordida. No parece una casualidad que el padre de la marca Steve Jobs pusiera ese logotipo a su creación en 1976, cuando fundó Apple junto a sus amigos Steve Wozniak y Ronald Wayne, en el garaje de su casa de Los Altos de California. Un signo que nos lleva sin remedio a la forma en que murió Alan Turing, el 7 de junio de 1954. Ese día apareció su cuerpo muerto junto a una manzana a medio morder recubierta de cianuro.

Los informes oficiales decían que se había suicidado, pero se investigó el caso y llegó a determinarse que realmente fue asesinado. Turing pudo convertirse en una amenaza para los servicios secretos por sus conocimientos sobre criptoanálisis e incluso se especuló que la URSS lo quería incorporar a su inteligencia. El caso es que Turing, de una u otra manera, murió y su secreto se fue con él a la tumba.

Turing contó con cerca de 10.000 investigadores para llegar a descifrar la máquina Enigma, incluido un español. Era Faustino Antonio Camazón, nacido en Valladolid en 1901, que formó parte del equipo secreto que desencriptó el sistema alemán de mensajes cifrados en la II Guerra Mundial, pero lo mantuvo en secreto, casi hasta su muerte en 1982.

Este vallisoletano no solo formó parte del equipo, sino que dirigió, como jefe de grupo, a siete matemáticos españoles que conformaban el 'Equipo D', y desarrolló códigos con Marian Rejewski, cuyo trabajo fue decisivo para romper Enigma. Camazón era uno de aquellos exiliados que se habían curtido en los servicios secretos de la República. Todo su equipo procedía de esa cantera y el resultado fue espectacular.

La vida de Camazón merece una profunda investigación. Era el espía perfecto. Tanto es así que su propia familia desconocía las andanzas de su antepasado. Tuvieron que pasar 20 años para que se intuyera que había materia para investigar tras las primeras pistas aportadas por un profesor de Física de la Universidad de Granada, Arturo Quirantes, después de leer el libro 'Criptografía y Seguridad en Computadores', de Manuel Lucena, donde se intuía la presencia de españoles en la desencriptación de Enigma.

En la actualidad no se encuentra la Máquina Enigma en el museo de Belorado, pero sí otras joyas, como equipos de radiocomunicación que marcaron diferentes épocas, como el aparato que anunció el ataque de Pearl Harbor u otros de control marítimo como el que funcionó en el Canal de Suez hasta 2004. O el modelo que llevó el Enola Gay el día que lanzó la bomba sobre Hiroshima, así como un traje espacial como el usado por Yuri Gagarin en 1961.

No podemos dejar de ver modelos desclasificados de material de alto secreto soviético, equipos de espionaje de la Guerra Fría o el modelo de receptor utilizado por la NASA en su programa Apolo, el que llevó el hombre a la luna en 1969.