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Las preguntas se agolpan y las respuestas son escasas. ¿Qué pasó el 3 de julio de 1937 en el vuelo de Mola? ¿Cuántas personas iban en el avión? ¿Fue la niebla la causante del accidente o el avión fue abatido desde tierra? ¿Por qué le molestaba a Franco la figura de Mola? ¿Habría cambiado el rumbo de la historia de España si Mola no hubiera muerto?
Todas esas preguntas se las ha hecho el investigador y periodista Gerardo González. Conoce el terreno donde cayó el avión como la palma de la mano. Se mueve como pez en el agua entre archivos e informaciones para intentar desvelar qué pudo ocurrir aquel día del verano de julio de 1937. «Las dudas y las sombras» son muchas, recuerda el informador. Como son muchas también las preguntas y las respuestas ocultas que sobrevolaron durante todo el Régimen de Franco.
Pero la sombra que Emilio Mola podía producir a Francisco Franco, en el inicio de la Guerra Civil, está detrás de un entramado misterioso de conspiraciones que se ocultó, como tantos otros episodios del gobierno del dictador, a los españoles.
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Han pasado 86 años desde que los periódicos vespertinos del 3 julio – y los de la mañana del día siguiente- anunciaban la muerte del general Emilio Mola en un accidente aéreo. Gerardo González se ha preocupado por investigar este curioso suceso del que, asegura «no existe ningún informe oficial» sobre el accidente. Tampoco existe informe alguno «acerca de los restos del avión».
El cerro de Alcocero y Cueva Cardiel en el que se levanta en megalómano monumento a Mola apenas se ve desde algún punto muy concreto de la Bureba. «Está oculto» porque la intención de Franco cuando ordenó su erección «era que no se viera; o que resaltara lo menos posible», asegura González. Un monumento póstumo oculto, como oculta es la verdad que ocurrió con el supuesto accidente.
Mola viajaba en un bimotor 'Air-Speed Envoy' con otros cinco ocupantes, entre ellos su ayudante, el teniente coronel Pozas; el avión estaba tripulado por el capitán Ángel Chamorro García, el comandante de Estado Mayor Senac y el sargento mecánico Barredo.
Al sobrevolar el puerto de la Brújula se hizo una espesa niebla que provocó la colisión contra el cerro de Alcocero, cuando el piloto maniobró el bimotor para tomar camino de vuelta al aeródromo alavés. Es la versión oficial. Pero hay otras. Algunas crónicas de la época hablaban de la intervención de un caza; y la tercera a un sabotaje de Franco.
Tras el accidente, un camión militar recogió los restos del avión y los llevó a Alcocero. Ese vehículo salió del pueblo hacia la N-I y nunca más se supo de esos restos. O sí se supo. «Toda esta historia del supuesto accidente está repleta de ocultaciones», recuerda González. Porque «nadie ha contado la verdad de lo que pasó». Y quienes tienen esa curiosidad, como el periodista de Briviesca, encuentran dificultades «a la hora de reconstruir los hechos».
Y ahí empieza el misterio, porque los militares molistas y su asistente civil, que sobrevivió al no viajar en el avión, recuperaron los restos y «los enviaron a Alemania y allí se elaboró un informe porque las sospechas de que aquello no fue un accidente eran muchas». Es más, González apunta que «los cuerpos tenían disparos de bala», según los informes recopilado por un militar que «fue destituido y condenado al ostracismo».
Tras el accidente, las primeras informaciones «no salieron desde el Cuartel General de Burgos, controlado por Franco, sino del Cuartel General de Salamanca». Esta afirmación tiene su lógica porque todas noticias de prensa, españolas y extranjeras están localizadas y datadas en Salamanca.
A Salamanca llegó la información desde la agencia alemana DNB, dirigida por Goebbels. La inteligencia alemana consideró 'oportuno' hablar de que «había a un sexto pasajero, un mecánico italiano, muerto junto con todo el Estado Mayor de Mola». Gerardo González intenta desde hace tiempo que los descendientes de este militar le puedan proporcionar el documento que elaboró el grupo de Goebbles.
Ese comunicado llegó a España posteriormente y fue reproducido, y «previamente recortado, por las agencias Febus y Fabra» y Gerardo González tiene el facsímil de esa comunicación. El informe alemán no apareció. Muchos historiadores han intentado localizar la documentación, pero ni siquiera se ha podido encontrar «en el archivo personal de Kinderlan, responsable de la aviación franquista».
Del mecánico italiano no se sabe nada más que murió al estrellarse el bimotor. Gerardo González indica que «la presencia de este sexto pasajero es una incógnita. Nadie sabe por qué se obvió su presencia en el vuelo y en el avión siniestrado. Pero «hubo prensa de la época que sí informó de la presencia de ese mecánico en el vuelo.
Sin embargo, el aparato oficial de Franco siempre habló de cinco pasajeros y del «italiano que falta en el suceso, nunca más se supo», recuerda Gerardo González.
Gerardo González cuenta un curioso apunte, desconocido hasta que él mismo lo contó en un blog. «Hay una transcripción de una entrevista a un testigo presencial», un joven de la zona que estaba en Cueva Cardiel «antes que los efectivos franquistas».
El de joven de entonces recuerda que «llovía tan fuerte en el momento del accidente que mientras subían al Cerro del Ajo, lugar donde se estrelló, tuvieron que guarecerse en un pinar a medio camino con lo que lo de la niebla queda muy en entredicho». Y que desde luego niebla, lloviendo en el mes de julio no hay. Luego se alimenta la teoría del sabotaje.
González prosigue explicando que «el único ejército que podía haber derribado el avión fue la Legión Cóndor que tenía baterías antiaéreas en Gamonal. Sabían la ruta y el horario». Y existe la orden del que ejercía de capitán general de Burgos que requería buscar por La Brújula a los que habían disparado.
Por entonces, Franco había ordenado la unificación de Falange y los Tradicionalistas. Y había metido en la cárcel y condenado a muerte, nada menos que al sucesor de José Antonio, a Manuel Hedilla. Éste estuvo durante un tiempo en Burgos y con Agustín Aznar, trató de recomponer la estructura central de Falange Española, afectada por las detenciones de cuadros producidas desde la primavera y por la división del país en dos zonas tras el inicio de la Guerra Civil. Ahora sólo tenía que eliminar a los molistas. Franco tenía la vía libre tras la muerte de Mola ahora y de Sanjurjo antes.
González recuerda que el día anterior a la muerte del General Mola, éste había tenido una fuerte discusión con Franco. El 'Director' no estaba conforme con las explicaciones dadas por éste acerca del bombardeo de la Legión Cóndor sobre Gernika. Mola quería abrir una investigación porque la masacre fue horrible y la intención de ese ataque era muy diferente al resultado final.
Todos los periódicos del 4 de junio de 1937 daban la misma información. La oficial; la que desde el Cuartel General de Salamanca, y no de Burgos, salió para todas las agencias en forma de teletipo.
La prensa insistía en que 'El Director' salió del aeródromo de Vitoria a las 9.00 horas del 3 de junio con destino Valladolid. El aparato cruzó «a motor parado, según declaración de los vecinos, por encima de Castil de Peones», en dirección de 'La Brújula', donde son frecuentes las nieblas en muchos días del año.
«Sin duda, entonces el piloto, al advertir como faltaba la visibilidad, retrocedió pasando sobre Alcocero, donde dio una vuelta muy rápida. Pues iba lanzado hacia un monte. Salió el avión de un peligro para arriesgarse en otro mayor que había de ser fatal. Al sortear el monte, penetró por un valle estrecho y encajonado, donde ocurrió la catástrofe».
El ala del avión tropezó con un monte «dando lugar al vuelco, estrellándose el aparato contra las rocas. Quedó el avión desarticulado, hecho pedazos y saliendo proyectados los tripulantes con gran violencia. Tres cadáveres aparecieron a quince metros de los restos del aparato. Los otros cadáveres fueron encontrados a unos veinticinco metros de distancia de los restos».
El periódico El Progreso de Lugo, por ejemplo, decía que a Mola se le esperaba a las 10:45 y se recibió un aviso de Castil de Peones de que «un aparato había caído a unos tres o cuatro km e inmediatamente salieron en su busca una ambulancia y varios automóviles.
El general López Pinto, jefe de este Cuerpo de Ejército, con su jefe de Estado Mayor, coronel Aizpuru», salió también para dicho pueblo inmediatamente. En Castil de Peones, el general López Pinto se enteró de que en el aparato siniestrado viajaba un general y que habían muerto todos les ocupantes.
«Anduvieron por un camino entre montes, y a las dos horas y media llegaron al lugar del accidente. Allí mismo el párroco de Alcocero les rezó un responso e inmediatamente en camilla se les trasladó a la ambulancia para que se los llevaran al Hospital Militar de Burgos», relata el rotativo lucense del 4 de junio.
Todo eso era lo oficial. Pero otros periódicos dieron días después otros curiosos titulares. Como es el caso del ABC que llevaba el primera página el suceso y llamaba «el traidor Mola» al general fallecido. O el diario Tierra Vasca, que ya informaba entonces de que un sexto pasajero, iba en ese vuelo.
Otros testimonios hablan por boca de familiares de alguno de los fallecidos que el avión podía llevar un explosivo oculto; e incluso que el coche del general Mola, que se quedó en Pamplona por si era necesario su uso, en lugar del avión, explotó misteriosamente en un garaje de la capital de Navarra.
Más testimonios como el de Dionisio Chamorro, hermano del capitán piloto de la aeronave, también señalaba en la prensa de la época que el supuesto accidente fue una conspiración de Franco contra Mola.
Lo paranormal también tiene su espacio en este suceso, con dos vertientes. Por un lado, la maldición del kilómetro de la N-I donde se acumula un enorme número de víctimas mortales en apenas mil metros; este punto se encuentra a dos kilómetros en línea recta del lugar donde se produjo el supuesto accidente aéreo.
Y por otro lado el escritor y expiloto de Iberia, José Antonio Silva relata, en su libro 'Como asesinar con un avión', una experiencia de maldición de una bruja sobre Mola que auguraba su muerte inminente, solo unos días antes de que falleciera.
Emilio Mola era gobernador militar de Pamplona, fue el verdadero cerebro del golpe del 36, aunque el primer elegido fue Sanjurjo. Franco, pese a ser el general más joven de la historia del los ejércitos españoles, era un simple militar fiel a la República.
La intención de los golpistas «no era acabar con la República, sino con el Frente Popular», recuerda González. La coalición de izquierda estaba formada por más de 20 partidos. Que Sanjurjo, que estuvo encarcelado hasta el 34, era el elegido, es una certeza histórica, pero la avioneta Puss Moth en la que se trasladaba a Madrid desde Estoril se estrelló causándole la muerte y a Franco se le allanó el camino.
A espaldas de esta situación, el presidente del Gobierno, Manuel Azaña, estaba negociando con los militares un ejecutivo de conciliación para detener la guerra con la mediación de Diego Martínez Barrio. Días antes del levantamiento, el derechista José Calvo Sotelo había sido asesinado.
Mola le comunicó a Martínez Barrio que desistiera de formar gobierno, solo unas horas antes del 18 de julio. Con el Frente Popular, el sistema de partidos y el ambiente en las calles no habrá gobierno de parar el conflicto. Martínez Barrio desistió y Mola fue, a partir de ese instante conocido como 'el Director'.
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