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Pozo del Infierno, en Quintanilla Valdebodres. JCR

Burgos Misteriosa

La enigmática comarca burgalesa de Dios y del Diablo

En Las Merindades hay muchos pueblos por descubrir. De esta zona de la provincia se ha escrito mucho y bueno. En ella conviven las obras de Dios y las de Satanás. Están al alcance de la vista para disfrutarlas

Viernes, 29 de diciembre 2023, 07:23

El secreto de Dios y el secreto de Satanás están a la vista en la comarca de Las Merindades, en la zona más bella y misteriosa de la provincia. En la que se toca el cielo con la punta de los dedos, en la que ... se ve la magnífica obra del Creador. Pero también donde se encuentra la puerta del Averno. Es lugar ignoto en el que las leyendas ascendidas a dogmas de la Iglesia, sitúan al mismísimo Diablo.

No hay burgalés, y seguramente foráneo tampoco, que no conozca Puentedey; es menos probable que sepa de la existencia de otro lugar, a muy poca distancia, llamado Quintanilla Valdebodres. Puentedey es la obra de Dios; en Quintanilla está el foso que desciende a los infiernos. En el primero está la mano del Creador presente en una de las que se podría considerar una maravilla natural del mundo. A unos pocos kilómetros, una surgencia de agua nos traslada al Averno.

Puentedey. JCR

Esta curiosa, misteriosa coincidencia conecta el cielo y el infierno en unos pocos metros de distancia. Son circunstancias, serendipias naturales que nos llevan a pensar que la distancia entre ambos es escasa. Que el paso del bien al mal, de Dios al Diablo, es escasísima. Una metáfora de la Madre Naturaleza.

Y entre medias de ambos, el arroyo de La Mea se descompone en miles de pequeñas gotas de agua. Un camino cerrado por la maleza nos lleva al paredón donde se despeña. La cascada de La Mea; un lugar donde purgar las penas, purificar el alma, limpiar los errores. Los canales del Dulla nos llevan a este espectáculo digno de dioses.

Es el paso previo al paraíso o es el paraíso del Edén en su esencia más pura. La Mea es un arroyo breve que busca el Nela; en su recorrido se despeña por una pared de piedra caliza en un entorno de arces, encinas, quejigos, sabinas, chopos y sauces. En los deshielos y en los otoños lluviosos, el entorno de la Mea es espectacular.

Haciendo una traslación poética, como si un aprendiz de Dante fuera quien escribe, entre Puentedey y Quintanilla Valdebodres se ha escrito una nueva Divina Comedia. Porque la primera lleva en el nombre su descripción más exacta. En medio de la roca el dios telúrico de la montaña hizo penetrar en la roca su poderoso puño.

Caserío de Quintanilla. JCR

E hizo la obra más esbelta, más bella y fina de toda la provincia de Burgos. El puente de Dios. El de una leyenda, un cuento, un mito. Pero que pudo ser tan real… Puentedey, el puente de Dios. El de un creador, un artesano, un artista. No es cosa de poco que la misma Biblia, que el Génesis presente a Dios como un alfarero que modela del barro de la tierra la figura de un hombre. El adán, el primero.

Y que le dé un soplo de vida y convierta el barro en carne incorrupta. Ese texto, que se atribuye a Moisés -quién nos dice que no fue otro mito-, contiene los fundamentos mitológicos y la base narrativa de muchas instituciones nacionales y religiosas del Israel clásico y es una introducción a la historia y a la tradición del país y de su pueblo. Un pueblo vivió y existió después, varios milenios después, de que la mano de Dios ya actuara en este terruño de Burgos.

Y es tierra de magia este norte de la provincia. No deja de ser curiosa la relación entre ese dios creador del Pentateuco con el nacimiento de la vida de este norte. Porque el Creador entrañó y desentrañó la vida del adán. Y entrañó en Sotoscueva la tierra de Burgos. Ese dios creador de la montaña sagrada de Puentedey, introdujo su manos y sus dedos por en subsuelo burgalés y modeló el interior de una cueva mágica: Ojo Guareña.

El Diablo

Si Puentedey es la obra excelsa de Dios en la provincia. Y si Ojo Guareña es una de las cavidades más importantes del planeta por ese capricho divino de hundir las manos en el barro fresco de la creación, como el niño que mete sus manos en la arena mojada del playa para dejar su huella… también Satanás tiene su sitio en esta historia.

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¿Por qué Luzbel? El misticismo de la comarca obliga a que se disparen las leyendas. No es necesario que sea verdad cualquier historia que se cuenta. No hace falta. Nada obliga. Es leyenda. En Quintanilla Valdebodres está el Pozo del Infierno. Si la obra de Dios está a unos pocos kilómetros, en Puentedey y el purgatorio donde enjugar lágrimas está en La Mea, en Valdebodres está la entrada al mismísimo infierno.

Es un manantial; una surgencia de agua drenada de las aguas infiltradas en los Canales de Dulla. En esta cavidad subacuática se han explorado dos sifones de unos 200 metros, en una inmersión realizada por un grupo espeleológico madrileño en 1984.

Cascada de la Mea. JCR

El Pozo del Infierno está en el mismo centro de la localidad. En ese lugar se ubicó un molino de harina que aún se conserva. A nadie se le escapa que el nombre de Pozo del Infierno es una metáfora, pero el lugar tiene su encanto y su misterio. Por eso, algunos dicen que Satanás tiene la entrada a su guarida allí.

La leyenda

Quintanilla Valdebodres es un lugar de leyenda en sí mismo. Su angosta entrada, su puente tan estrecho como artístico, su fuente y su pilón, su caserío cuasi pasiego… su cementerio, el monte, la carretera… su entorno, la cascada y el Pozo del Infierno.

En el entorno del pueblo circula una leyenda recogida por vecinos del lugar y de otros cercanos, como Cogullos, Ahedo de Linares y Linares. En ese cuento de tradición oral se dice que en cierta ocasión apareció una pareja de bueyes con el brabán enganchado en este lugar. Los animales habían sido tragados unos kilómetros antes por el Ojo del Guareña. Salieron del Pozo del Infierno.

También se habla de la imagen de una virgen con su pequeño altar a modo de santuario en mitad del pueblo a la que se atribuye un milagro. Se dice que era propiedad de la localidad de Brizuela, que la tenía prestada a Quintanilla. En el momento de su devolución, los bueyes que transportaban la imagen –quizá los mismos aparecidos en el Pozo— se negaron a pasar el río Nela. Y la imagen se quedó para siempre en Quintanilla.

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