Burgos Misteriosa
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El poblado fantasma que agoniza en el túnel de La EngañaEl norte de Burgos es un espectáculo en cualquiera de su paisajes, lugares, poblaciones. Y cuenta con un encanto especial. Un encanto de miedo en alguno de sus sitios. Es el caso de La Engaña. El monte marca el paso franco de montaña entre Cantabria ... y la Meseta. Entre Burgos y el camino del mar Cantábrico.
Pocos lugares hay tan bellos y tan dolorosos. El monte de la Engaña divide dos provincias, dos comunidades, Castilla y Burgos, por un lado; Cantabria por otro. La exuberante, mística y msiteriosa Merindad de Sotoscueva y el Valle del Pas, cántabro.
Pocos sitios aúnan el mayor proyecto de ingeniería de los años 20 en España y el más estrepitoso de los fracasos en las infraestructuras. Y todo, belleza y dolor, ingenio y derrota, se da en el mismo lugar.
La historia de La Engaña está llena de misterio y dolor. Hoy, el lugar es un poblado sin almas, o mejor, sin gente que almas las hay. Con la finalidad de enlazar, los puertos marítimos de Santander y Sagunto se ideó a finales del siglo XIX uno de los proyectos ferroviarios más ambiciosos de España, el Santander-Mediterráneo, una idea del General Primo de Rivera.
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Julio César Rico
Se estudiaron varias alternativas para salvar la Cordillera Cantábrica. La pendiente entre Valdeporres y el Valle del Pas era insalvable si no era a través de un túnel. Y así se hizo. Con mano de obra procedente de las cárceles franquistas, llevados para reducir penas por supuestos delitos políticos, obreros de la comarca y extranjeros que vinieron de varios puntos de Europa, se construyó este túnel de 6976 m de longitud. El túnel de la engaña ha sido durante décadas, el más grande de España.
Cientos de personas, algunas en condiciones infrahumanas, trabajaron durante 17 años en su construcción; en él trabajaron 560 presos políticos entre 1942 y 1945. Aquellas penurias jamás vieron recompensa porque jamás entró en servicio. Hoy el tren fantasma de las almas de quienes trabajaron allí, ulula y trasiega entre la La Yera y La Engaña, entre La Engaña y La Yera como las almas en pena de una santa compaña que cruza en noches de luna llena entra la entrada y la salida del túnel.
Junto al acceso al túnel mueren, como lo hicieron muchos obreros, los restos de edificaciones como la estación, el andén, los almacenes, escuela, hospital, las viviendas del personal, los barracones de trabajadores, una capilla y las obras de canalización del río Engaña. Sobre su plataforma nunca se instalaron las vías.
El entorno del túnel es tétrico. Junto al acceso al túnel a aún se pueden ver los restos del poblado en el que vivieron cientos de personas, la vieja estación, los andenes, los almacenes, las viviendas y barracones del personal de ingeniería y de los obreros, una capilla y las obras de canalización del río Engaña.
En invierno, el silencio se apodera del lugar. Sólo las aguas cantarinas del río rompen los acordes sordos del ulular del viento entre los árboles. Los molinos de viento se convierte en gigantes de tres brazos en el monte. La gravilla chirría al roce de las suelas de los zapatos. El monte cruje.
El túnel en sí es otro lugar en el que se ha detenido el tiempo. Las bocas de ambos lados del túnel están tapiadas aunque por el lado burgalés, un abertura en el muro permite penetrar unos cientos de metros. Se podrían continuar unos cuantos kilómetros más pisando escombros y asustando a varias especies de aves nocturnas que han colonizado y han hecho familia en el interior.
Las luces de las linternas, en forma de cuña, atraen miles de partículas de polvo y la oscuridad se hace aún más intensa, si es que es posible ese fenómeno. Allí, la sensación de ahogo se hace más profunda. Cerca se adivina uno de los túneles accesorios que se construyeron para la evacuación, si fuera necesaria y para la ventilación del interior. Ninguno tenía más allá de 330 metros de longitd; son el Majoral, el Empeñadito, el Morrito, el Morro y el Obregón.
Hace 65 años, los obreros de La Engaña terminaron la obra. El túnel se empezo a horadar por las dos entradas al mismo tiempo. Un equipo de obrero perforaba desde el límite de la provincia de Burgos. Otro equipo hacía lo mismo en Vega de Pas. En la madrugada del 26 de abril de 1959, los dos obreros que horadaban el túnel, se encontraron.
En la comarca, los testigos ya han muerto. Nadie recuerda las muertes en los trabajos del túnel; ni recuerdan el susurro del agua de la presa; ni en las viejas construcciones, hoy medio derruidas y que el tiempo vence cada vez con más fuerza.
El paisaje es tétrico. Las hiedras se comen la piedra del entorno. Otra vegetación y los matorrales arrumban las paredes de los barracones, antes con vida, hoy yertas. En el lugar ya no queda ni el silencio que ha emigrado, siguiendo la senda de las inexistentes vías del tren que prometió prosperidad para esta tierra.
Un silencio roto por los susurros sordos que nunca debió desaparecer para honrar la vida de los que la entregaron en ese lugar. No hay supervivientes que trabajaran en la obra eterna de La Engaña. Hoy es ruina y devastación. Es dolor por las vidas perdidas. La Engaña es el símbolo de la muerte en todos los sentidos, en todas las acepciones.
Dicen los más viejos del lugar, que en esta obra participaron más de cinco mil personas. Unas obras que dieron comienzo tras la Guerra Civil y que tardaron más de 10 años en acabarse. La obra civil más importante de la ingeniería de la época que ya ni la nada reconoce. Desde aquí, entre robles, chopos, espineras, acacias, pinos y alisos, la sierra se engrandece, crece y se extiende casi sin fin.
Las condiciones de trabajo eran penosas. Fueron los mismos obreros los que se tuvieron que construir un lugar en el que cobijarse. Albergaba el poblado sitio para casi 400 personas que antes de tener su asiento en las cercanías del túnel, vivían a más de dos kilómetros del lugar, en San Martín de Porres y en Las Rozas,
Si las condiciones de trabajo eran precarias, las alimenticias lo eran aún más. Los trabajos, a pico y pala, dejaban extenuados a los obreros. Nada se sabe de cuántas muertes hubo
Al otro lado del poblado, se adivinan las primeras estribaciones de los montes que encierran las cuevas de Ojo Guareña. Los secretos de un lado se imbrican con los del otro. La sensación de que uno no está solo en ese lugar es más que evidente. Miles de historias de vida y de muerte se sienten al contemplar la belleza del paisaje natural y el dolor de las edificaciones medio derruidas.
De este proyecto de ferrocarril Santander Mediterráneo se fueron abiertos al tráfico 434 kilómetros, los que discurren entre Cidad Dosante, en el norte de la provincia de Burgos, y la ciudad de Calatayud, en Zaragoza. Atravesaba de noroeste sudeste toda la provincia de Burgos; penetraba y cruzaba la de Soria y tenía su fin en la de Zaragoza. Nunca pasó de ahí.
A lo largo del trazado se llevaron a cabo importantes obras de ingeniería como puentes de hierro, pasarelas, muros para sujetar las vías, con unas rampa máximasen la provincia de Burgos es de 16 milésimas, una proeza para la época; estaciones y apeaderos en tantos puntos de la provincia de Burgos que han vivido llegadas y partidas y han soportado muchas lágrimas en las despedidas.
Un decreto del Consejo de Ministros del 30 de septiembre de 1984 cerraba desde el 1 de enero del año siguiente el ferrocarril de la esperanza.
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