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Enanos, bufones, monstruos. La corte de los Austrias tenía un grupo variopinto de personas que en los siglos XVI y XVII fue conocido como la gente de placer de palacio. Como en toda Europa, personas con acondroplasia, obesidad o alguna deformidad entraron en los palacios españoles desde los Reyes Católicos hasta los de Felipe V. Estos séquitos se abandonaron por lo general después de comenzado el siglo XVIII.
Pero todavía en el siglo XVII, sobre el año 1680 según se lee en las crónicas, llegó a la corte de Carlos II, aquel apodado como 'el Hechizado', una niña burgalesa que también tenía apodo, en este caso, 'la Monstrua'. Llegaba desde Burgos y acabó convertida en persona de placer de la corte. Fue retratada por el artista Juan Carreño de Miranda en los cuadros 'La monstrua vestida' y 'La monstrua desnuda', fechados hacia el año 1680.
Pero su nombre era Eugenia Martínez Vallejo y nació en Bárcena de Pienza, pedanía de la Merindad de Montija, en la provincia de Burgos en 1674. Su apodo se debía a su aspecto. Según se lee en la prensa de la época el aspecto de Eugenia era el de una niña blanca «y no muy desapacible de rostro, aunque lo tiene de mucha grandeza. La cabeza, rostro y cuello y demás facciones suyas son del tamaño de dos cabezas de hombre, su vientre es tan descomunal como el de la mujer mayor del mundo a punto de parir. Los muslos son en tan gran manera gruesos y poblados de carnes que se confunden y hacen imperceptible a la vista su naturaleza vergonzosa. Las piernas son poco menos que el muslo de un hombre, tan llenas de roscas ellas y los muslos que caen unos sobre otros, con pasmosa monstruosidad y aunque los pies son a proporción del edificio de carne que sustentan, pues son casi como los de un hombre, sin embargo, se mueve y anda con trabajo, por lo desmesurado de la grandeza de su cuerpo».
Eugenia había nacido en 1674 en Bárcena justo cuando su madre asistía a misa, algo que se consideró un presagio de que la recién nacida iba a ser afortunada. Sus padres y hermanos eran de proporciones, estatura y complexión habituales, pero en las crónicas se puede leer que «la pequeña Eugenia parecía tener doce años cuando aún no había cumplido uno, y pesaba más de dos arrobas, que se convertirían en cerca de seis cuando contaba seis años». (Dos arrobas son 25 kilos y seis, por tanto, 75). Estos datos se pueden obtener de un texto publicado en Madrid y obra de Juan Cabezas, cronista de la época.
Se resaltaba, además, que los padres de Eugenia eran de «muy moderada estatura y no membrudos, antes cenceños, y de menudas facciones: los cuales tienen otros hijos, que han nacido después, y les quedaron en los límites de todos los vivientes». En el siglo XVII se consideraba esto una muestra clara de las maravillas del Altísimo y un rango de su omnipotencia soberana.
En 1680 fue llevada a la Corte de Carlos II para ser presentada ante el rey por su aspecto extraordinario. Aunque la niña tenía dificultades para andar, debido a su tamaño, esta era muy solicitada por las damas de la Corte para que pasease junto a ellas. El objetivo era que la belleza y aspecto de las damas quedara patente y resaltado por comparación al tener al lado a 'la Monstrua'. Buscaban que la silueta patológica de la burgalesa Eugenia realzara la figura estilizada de las nobles y cortesanas.
Y es que, al contrario de lo que se pensaba, los bufones, enanos o personas deformes formaban parte de la gente de placer de palacio no tanto por la degeneración de los Austrias. Parece ser que se debía más bien a una cuestión cultural de las cortes reales europeas. Se cree que los nobles, reyes, aristócratas buscaban que su imagen quedase reforzada al compararse con estas personas con patologías, sin olvidar la burla y el divertimento.
Como otros bufones y enanos de la Corte española, Eugenia, 'la Monstrua', también fue retratada. Los retratos de esta enorme niña burgalesa pueden considerarse un punto intermedio entre los bufones y enanos que divertían a reyes e infantes en el siglo XVI y que fueron pintados por Velázquez y las obras de carácter más científico de los gabinetes de rarezas y curiosidades del XVIII.
Fue Juan Carreño de Miranda el pintor encargado de retratar a 'la Monstrua', uno de los mejores retratistas del barroco español tras Velázquez. Su obra abarcó muchos campos, pero tuvo una especial sensibilidad para retratar algunas patologías que afectaban a los niños de la Corte Real.
Hay dos retratos de Eugenia que llevan por nombre 'La Monstrua desnuda' y 'La Monstrua vestida', ambos datan de 1680 y se encuentran en el Museo del Prado. A través de los textos de Juan Cabezas también sabemos que Carlos II hizo vestir a Eugenia «decentemente al uso de palacio, con un rico vestido de brocado encarnado y blanco con botonadura de plata, mandando al segundo Apeles de nuestra España, el insigne Juan Carreño, su pintor y ayuda de cámara, que la retrate de dos maneras: una, desnuda, y otra vestida de gala».
La deformidad se acentúa a través del magnífico vestido encarnado floreado que cae marcando el grueso tamaño del cuerpo de la niña, y cuyo color hacía mucho más explícito el desnudo del cuadro compañero.
Carreño pintó a la niña con delicadeza, respeto y naturalidad. En el retrato en el que aparece vestida sujeta con la mano izquierda una manzana, el símbolo universal de la tentación. Puede hacer referencia a su ansia por la comida o a su aspecto redondeado.
Aunque no se sabe con seguridad, se cree que la niña Monstrua, la burgalesa Eugenia, podría estar afectada por el síndrome de Prader-Willi. Las personas con este síndrome nacen con hipotonía muscular y en la infancia muestran problemas endocrinos, características faciales dismórficas, estrabismo, alto umbral para el dolor y retrasos en el desarrollo. También es común la baja estatura, un desarrollo sexual incompleto con posible infertilidad, trastornos del suelo, mala coordinación física, problemas de comportamiento y cognitivos y una sensación constante de hambre que les lleva a comer excesivamente, lo que causa una obesidad mórbida.
En los dos retratos de Juan Carreño, la niña muestra una mirada un tanto estrábica, aspecto enfadado y obesidad. Las personas aquejadas por esta enfermedad fallecían prematuramente. Eugenia murió a los 25 años, en 1699.
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