Burgos Misteriosa
El enigmático tratado de Burgos contra los hechizos de Martín de CastañegaBurgos Misteriosa
El enigmático tratado de Burgos contra los hechizos de Martín de CastañegaEl fondo antiguo de la Biblioteca Pública de Burgos custodia una joya. Un texto publicado en 1529,: el 'Tratado muy sotil e bien fundado de las supersticiones y hechizerías, y vanos conjuros y abusiones, y otras cosas al caso tocantes; y de la possibilidad y ... remedio de ellas', de fray Martín de Castañega. Era un franciscano de la provincia de Burgos (en la orden abarca lo que hoy es Burgos, Navarra, La Rioja y el País Vasco).
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Castañega marcó un cambio en los tratados tradicionales de la Iglesia en contra de la brujería y de la hechicería. Y realizó la primera composición en lengua romance sobre dicho tema. Castañega no quiso parecerse, en la forma a los demás tratados anteriores a su publicación; huyó del estilo inquisitorial de sus antecesores quizá por sus ideas «racionales y escolásticas», asegura la profesora María Jesús Zamora.
La obra fue editada en Logroño por Miguel de Eguía en1529. Burgos tiene la joya en su Biblioteca pública. Castañega se cuestiona, según Zamora «si son realmente ciertas creencias como los poderes taumaturgos de los reyes de Francia e Inglaterra o la imparcialidad de los tribunales religiosos».
En 24 capítulos intenta describir los secretos del demonio y su dominación sobre el ser humano, las supersticiones que maquina la persona sobre él y los remedios a las tentaciones que recaen en quien desafía los mandatos de la Iglesia. Castañega publicó su Tratado con el objetivo de «adoctrinar al clero e informar, tanto al pueblo llano como a los sacerdotes, de las supersticiones».
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Y en su intención más pura para que el pueblo no cayera en errores y creencias de brujería. Sin embargo, ¿quién podría leer sus recomendaciones? Pues el pueblo no, porque en su inmensa mayoría era analfabeto. Sin embargo, la intención de Castañega era que llegara a todos, como indica en su prólogo: «… No solo aprovechará a los simples para apartarlos de sus errores y engaños diabólicos, mas aun es necesario para quitar muchas ignorancias de muchos que, presumiendo de letrados, niegan las maneras de las supersticiones y hechicerías».
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Como ocurriera con el inquisidor burgalés Alonso Salazar Frías, la obra de este franciscano sirvió para reducir el número de condenados por la Inquisición en Navarra. Sus explicaciones sirvieron para evitar algunas prácticas de hechicería y se evitó así incurrir superstición.
En su obra explica, capítutlo por capítulo como Satanás desea ser adorado por Dios, que existen dos iglesias, la de Dios, la católica; y la diabólica. Y que como la primera tiene sus sacramentos insituidos por el mismo Jesús, la diabólica cuenta con «exsacramentos». Para Castañega son «en cosas que en la vida y conversación humana no se hallan, como son ungüentos y polvos hechos de cosas exquisitas, de animales y aves que con mucha dificultad se hallan, y con palabras oscuras y ritmadas».
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Y claro, si los sacramentos de la Iglesia tienen sus ministros, también los tienen los de la iglesia diabólica :«Los ministros de estos exsacramentos diabólicos son todos los que por pacto expreso u oculto están al demonio consagrados y dedicados». Es decir, brujos, sorginas (brujas en euskera) y magos.
En el imaginario colectivo se asocia más a mujeres que a hombres la práctica de la hechicería y los conjuros. Y Castañega lo explica diciendo que como la Iglesia ha apartado de la celebración sacramental a las mujeres, éste las toma como referencia. Además «lo segundo, porque más ligeramente son engañadas del demonio», como la Eva del Génesis.
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Indica que «Lo tercero, porque son más curiosas en saber y escudriñar las cosas ocultas y dessean ser singulares en el saber». Y revelan secretos, sujetas a la ira y a la venganza, dice. Y son «mujeres viejas y pobres que de las mozas y ricas, porque como después de viejas los hombres no hacen caso de ellas, tienen recurso al demonio, que cumple sus apetitos».
El tratado hoy no pasaría una auditoría de corrección social. Aunque es una descripción, Castañega no deja en buen lugar a las mujeres, más bien las demoniza con una retahíla de defectos y antivirtudes. En cualquier caso, el tratado es fruto también de una época negra, prejuiciosa y sin un argumento lógico y antropológico de igualdad.
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En definitiva, expone ideas propias de la época, basadas en prejuicios, mitos y miedos. Su «facilidad para ser tentadas por el demonio» lo que convierte a cualquier mujer, por el mero hecho de serlo en «bruja».
Castañega se define como un discípulo de Erasmo de Rotterdam. Y así se declara en su prólogo: «Cuando quise poner mano en ello pensé como todos los que escriben en nuestros tiempos aunque sea Erasmo, a los papeleros se pueden comparar, los quales con papeles viejos, molidos y desatados, tornándolos a coger con el marco de su arte, hacen nuevo papel».
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Ya sea mujer u hombre, el brujo o la bruja tiene la facultad de volar; sin embargo, hace estas afirmaciones son demasiado convencimiento, precisamente influenciado por el pensamiento lógico de los erasmistas.
La estampa de la bruja montada sobre una escoba sobrevolando el caserío de cualquier aldea, refuerza esta visión de una práctica diabólica y sin mucha -o ninguna– base lógica.
Lo que sí parece haber perdurado en el tiempo es la superstición que hay detrás de las prácticas religiosas con los fenómenos naturales. Muchos pueblos tienen en las afueras de su casco urbano una ermita con un conjuradero. Se popularizaron en la Edad Media castellana. Y son muchos los que aún celebran romerías y oraciones ante una cruz enorme o ante el santo de turno.
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Solían ser cruces grandes o lugares muy altos porque estar «más cerca de las nubes y demonios», dice el autor. «Anda este error tan desvergonçado que se offrecen a guardar el término de la piedra de aquel año, y toman porfía y apuestan sobre ello con otros conjuradores comarcanos y estos tales muchas vezes son los curas de los lugares), y al tiempo de los conjuros dizen y lóanse que juegan con la nuve como con una pelota, sobre quién, a quién se la hechará en su término».
Castañega increpa así al conjurador que hace alejar de su pueblo la tempestad y que hace que ésta descargue en otro lugar...
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