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Nelson Mandela, con la Copa del Mundo.

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Nelson Mandela, con la Copa del Mundo. Afp
Mundial Sudáfrica

La última obra de Mandela

DÉCIMO ANIVERSARIO ·

El antiguo líder del Congreso Nacional Africano y Premio Nobel de la Paz fue el arquitecto del primer Mundial de fútbol en el continente negro, otra historia de película

Ignacio Tylko

Madrid

Sábado, 11 de julio 2020, 01:30

El 11 de julio de 2010, Nelson Mandela hizo su última aparición pública. Acompañó a España en el momento en el que la selección iba a alcanzar su clímax, la conquista del Mundial de fútbol en el imponente Soccer City, una joya arquitectónica en ... la caótica y criminal Johannesburgo. Con su salud ya muy desgastada, cerca de cumplir 92 años, el expresidente sudafricano, antiguo líder del Congreso Nacional Africano y Premio Nobel de la Paz, hizo un esfuerzo y estuvo allí.

Al día siguiente, en la conferencia de prensa de clausura del certamen, Joseph Blatter, presidente de la FIFA, rindió un homenaje a Madiba con estas palabras: «Fue Nelson Mandela quien trajo el Mundial a Sudáfrica, una persona que cuando salió de la cárcel pidió paz, comprensión y generosidad para el país». «Él nos dijo hace años que tenía un sueño: que el Mundial viniera a Sudáfrica. Él ha sido su arquitecto. En la ceremonia de apertura no pudo estar por la reciente muerte de su bisnieta, pero en la clausura, su presencia fue un momento muy especial», explicó Blatter.

Las celebraciones del Mundial de rugby logrado por Sudáfrica en 1995. AFP

Madiba, fallecido tres años después, era la fuerza espiritual del continente negro. Con él, los 'Springboks' conquistaron el Mundial de rugby en 1995, una historia de película que fue llevada a la gran pantalla en 2009 (Invictus) por Clint Eastwood, uno de los grandes genios del séptimo arte; y los 'Bafana' levantaron Copa de África de fútbol 1996.

«Hay momentos que hacen la historia de una nación y vivimos uno de ellos. ¡Qué honor, qué sueño cumplido, privilegio para nuestra joven democracia, de sólo 16 años!»

jacob zuma, expresidente de sudáfrica

«Hay momentos que hacen la historia de una nación y vivimos uno de ellos. ¡Qué honor, qué sueño cumplido, privilegio para nuestra joven democracia, de sólo 16 años!». Ataviado con una bufanda sudafricana, el entonces presidente del país, Jacob Zuma, trasladó al mundo el mensaje de Mandela ante el primer Mundial de la historia en África, una oportunidad de oro, un desafío para la evolución económica, política y social del país.

Mandela fue el icono, el inspirador del evento con su amor por la humanidad. Sólo gracias a su labor de conciliación tras acabar con el horror del 'Apartheid', a su compromiso y a su firme defensa de los derechos humanos, los pueblos más desfavorecidos del planeta pudieron disfrutar de su campeonato. Ocupó el mismo lugar en el que se dirigió a la multitud cuando el estadio se llamaba FNB en 1990, tras ser liberado después de pasar 27 años en prisión por su oposición al régimen de la esclavitud.

Nelson Mandela saluda al mundo. Archivo

Como explica Zuma, toda África vio en el Mundial la necesidad de conseguir una gran marca de confianza de la comunidad internacional, de dar un salto cualitativo, de abrirse al universo para decir alto y claro que, pese a sus inmensas limitaciones, estaban preparados. «Nos lo jugamos todo. Terminemos con los prejuicios. Habrá un antes y un después de este Mundial», proclamó el exfutbolista marfileño Didier Drogba, meses antes de inaugurarse la Copa del Mundo.

Convivir con la ansiedad

Durante todo el campeonato, los sudafricanos convivieron con la ansiedad, con las mariposas en el estómago de las que habló Rich Makhondo, miembro del comité organizador. Inmensa felicidad y desahogo para esas gentes que invadieron las calles, saltaron, bailaron, cantaron, colapsaron el tráfico, siempre caótico, e hicieron sonar sus malditas vuvuzelas hasta hacerte ensordecer.

Sudáfrica enloqueció con su Mundial. Nada más aterrizar en el aeropuerto Tambo de Johannesburgo, inmensos y coloridos carteles mostraban que era «el tiempo de África». Grandes fotos de famosos jugadores locales representaba a la 'selección' 'África United'. Las banderas locales se agitaron por rincones, balcones y vehículos. Fue el momento de un país, una pasión, con cinco estrellas en el corazón.

Ceremonia de inauguración en el estadio Soccer City de Johannesburgo.

Sudáfrica recibió un legado de su Mundial en forma de diez estadios de última generación, una masiva afluencia de turistas y unas cuantas facturas infladas. Todo se acabó a tiempo y el mundo entero aplaudió. Pero lo esencial, el sentimiento nacional, cierta cohesión social y el orgullo de ser sudafricanos o simplemente africanos, se ha difuminado con el discurrir del tiempo.

Para albergar el evento más seguido del planeta, su gobierno desembolsó en la época 30.000 millones de rands, más de 3,000 millones de euros hoy en día, en carreteras, aeropuertos, telecomunicaciones e instalaciones deportivas. Esas inversiones masivas hicieron ganar al país un punto de crecimiento y la construcción o renovación de los estadios creó 66.000 empleos. Pero nunca se recuperó el dinero invertido y algunos municipios heredaron facturas que aún pagan.

Los sudafricanos festejan el primer gol de su Mundial, anotado por Siphiwe Tshabalala ante México. Efe

En el plano deportivo no se produjo el despegue esperado de las selecciones africanas. A excepción de Ghana, que cayó ante Uruguay por penaltis e igualó los registros del legendario Roger Milla en Italia'90 y de Senegal en Japón y Corea 2002, el resto de países del continente no cumplieron las expectativas. Argelia, Nigeria, Camerún, Costa de Marfil y Sudáfrica no fueron capaces de superar la primera fase. Por primera vez, la selección anfitriona moría en el corte inicial. Pero la algarabía siempre perduró. 'Waka waka'.

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