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Las diez noticias imprescindibles de Burgos este lunes 20 de enero
Lorena Sancho, a la derecha con el EPI, durante una de las entrevistas a los sanitarios. Sandra Santos

Entramos en las trincheras de la UCI para mostrar la lucha por la vida frente a la covid

Durante los próximos tres días se mostrará el trabajo de la unidad de críticos, con sanitarios ya «agotados»

Jueves, 26 de noviembre 2020

En 166 años de vida, El Norte ha informado de la pandemia de gripe española, dos guerras mundiales, una guerra civil... Y esa experiencia de más de siglo y medio se resumía, cuando comenzó esta peste del siglo XXI, en tres obsesiones: dar servicio ... público con toda la información que pueda ser útil para prevenir los contagios, mostrar los rostros que se ocultan tras el frío luto de los números, y enseñar la realidad de lo que subyace tras una crisis sanitaria como esta.

«En la primera semana, ya en el mes de marzo, solicitamos poder entrar en una UCI», cuenta Lorena Sancho, jefa de Local yCastilla y León. El periódico reclamó públicamente la necesidad de entrar y contar la realidad de lo que ocurría en la vanguardia contra la enfermedad Por encima de conceptos como «UCI extendidas» y porcentajes de ocupación. Ella y la reportera gráfica Sandra Santos han sido las primeras periodistas de un diario de Castilla y León en poder acceder a una UCI.

«Una vez que has estado dentro, constatas lo importante que es hacer llegar estas imágenes y esta información», dice la periodista. «Personalmente me ha impresionado muchísimo. Hay un antes y un después de haber entrado en esa UCI. Ahora escucho cómo se va a celebrar la Navidad y pienso en esos equipos de médicos y sanitarios que se dejan la piel desde hace ocho meses, que están agotados».

El Norte accedió a la Unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Clínico de Valladolid el pasado viernes. Pudo vivir un turno de trabajo en el lugar en el que, dice Lorena Sancho, «se agarran a la vida». Una vida que allí «es muy frágil». En un lugar en el que los sanitarios hablan suavemente a enfermos que no les oyen, porque están intubados y sedados. «Les dicen que les van a asear, o que les van a tomar la tensión. Aunque no les escuchen». Convertidos casi en una extensión de sus familias, esas que en la primera ola ni siquiera tenían la opción de entrar a despedirse de los suyos. Profesionales que se emocionan cuando recuerdan. Que padecen la frustración que provoca una enfermedad que empeora en un momento, o ante la que un paciente no mejora aunque se le administre la misma medicación que al que ocupa la cama de al lado.

Sanitarios sometidos a un demoledor debate bioético: «Nadie te prepara para decirle a una persona que necesita una cama de UCI que no hay una para él».

Médicos, enfermeros, celadores embutidos en trajes incómodos durante horas, con el riesgo de contagiarse por un descuido, de llevar la enfermedad a sus casas, a sus familias. «Cada muerte la viven como una decepción, como un fracaso. Creo que no hay nadie dentro de esa unidad que no haya sentido emoción cada vez que nos ha hablado de una de estas situaciones. Sobre todo de los fallecimientos. Que los sigue habiendo».

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