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Asuja y Leila son dos niñas de diez años que han venido a Burgos para pasar sus vacaciones de verano. No es el primer año que vienen, ni tampoco será el último, y ambas disfrutan de su tiempo en España junto a sus familias de acogida. Estas les cuidan hasta que regresan, en septiembre, a los campos de refugiados de Argelia, donde vive el pueblo saharaui, a unos 2.400 kilómetros.
Este verano han venido 25 niños de ocho a doce años a la provincia de Burgos a pasar sus 'Vacaciones en paz'. El proyecto, organizado por la asociación burgalesa Amigos del Pueblo Saharaui, ha marcado un nuevo récord de niños y familias en la provincia tras la pandemia, cuando el programa tuvo que paralizarse por la situación sanitaria.
En estos dos meses que están en Burgos, del 1 de julio al 1 de septiembre, los 25 niños disfrutarán de las actividades con sus familias hasta que deban poner rumbo de nuevo a los campos de refugiados de Tinduf, una provincia argelina. Esta es la experiencia y la huella que deja en los niños saharauis y las familias que les acogen durante dos meses.
Asuja y Leila son dos de estos menores que vienen a pasar el verano. Ellas son tímidas pero alegres, les encanta jugar y conocer lugares de la provincia de Burgos. Además, no es el primer año que estas niñas tan risueñas viajan los 2.400 kilómetros que separan Tinduf de Burgos. Es su tercer año y, seguramente, no será el último.
Sin embargo, antes de venir a Burgos ambas se apuntaron en los colegios o «madrasas» del campo de refugiados. Después, con la colaboración de asociaciones españolas, viajan durante dos meses en verano. En el caso de Asuja y Leila, las niñas pasan el verano con familias de acogida diferentes, aunque ya se conocían de Tinduf. Aquí comparten actividades y juegos, aunque ir a la piscina es una de las cosas que más les gusta.
Durante sus veranos en Burgos, los niños saharauis disfrutan en la playa, del pueblo o la ciudad; todo depende de las familias de acogida y sus planes para esos meses. A Leila le encanta «la piscina, la playa, jugar con mis amigos, mis hermanos de aquí de España, jugar al baloncesto...». Por otra parte, a Asuja le encanta ir al pueblo, donde por las mañanas y las tardes acude a la plaza para jugar con el resto de niñas.
Además, a lo largo del verano también realizan actividades con la asociación: visitan el Ayuntamiento, la Diputación y organizan varias comidas. El 1 de agosto visitaron las piscinas de Valencia de Don Juan, en León, por medio de la Junta de Castilla y León, y también viajarán hasta Heras, en Cantabria, para visitar un centro de acogida temporal para niños saharauis discapacitados.
Por otro lado, la comida es otra cosa que llama la atención de los saharauis. A ambas niñas les encantan las hamburguesas y otras comidas como los helados. Sin embargo, a Leila no le gustan las verduras y Asuja no es muy amiga de «los pimientos verdes ni la coliflor», sostiene la menor.
Cuando vienen aquí, los niños saharauis evitan estar a temperaturas altísimas en Argelia durante el verano, que rondan los 50 ºC. Además, mejoran su nivel de español, ya que, aunque lo estudian en las «madrasas» o escuelas, aquí aprenden el idioma «sin estudiarlo», explica Cristina, la madre de acogida de Asuja.
Otro de los pilares que siguen a rajatabla las familias de acogida de los niños saharauis son las visitas al médico. «Cuando llegan se les da de alta en una de las tarjetas de la familia que acoge», señala esta madre de acogida.
A partir de entonces, a los niños se les lleva al pediatra, donde les realizan un reconocimiento físico y análisis de sangre, orina y heces. «Vienen con muchas deficiencias», explica la burgalesa, quien detalla que los niños saharauis llegan «con asmas» o problemas en los ojos provocados por la arena del desierto. Además, los dientes se les ponen marrones debido a la calidad del agua en los campamentos de refugiados.
Cristina y Beatriz son dos mujeres burgalesas y madres de familia que han acogido a niños saharauis. En el caso de Cristina, su experiencia es previa porque ya acogía a niños rusos hace años, cuando sus hijos eran pequeños. Ahora, Asuja ya ha pasado el verano en su casa dos años.
En el caso de Bea, ella y su familia llevan unos once años acogiendo a tres niños saharauis. «Queríamos aportar algo a los niños», sostiene, señalando que es «una experiencia muy gratificante». «Al principio piensas que eres tú la que vas a aportar más y les vas a dar todo pero luego recibes tú más de lo que das. Son niños muy cariñosos», explica.
Para las familias españolas, esta experiencia es una «satisfacción» porque las niñas en Burgos pueden conocer y explorar. «Es un granito en un desierto de arena, es un poco satisfacción personal de poder decir 'he podido ayudar a alguien y mejorar y enseñarle que otro tipo de vida es posible'», detalla Bea sobre su experiencia como madre de acogida.
Cuando llegue el 1 de septiembre, Asuja, Leila y sus 23 compañeros volverán a los campos de refugiados de Tinduf, en Argelia. A pesar de los 2.400 kilómetros que separan esta zona de Burgos, las familias siguen manteniendo el contacto con los niños y sus familiares saharauis.
«Hace años era mucho más costoso porque había que hacer llamadas internacionales», explica Bea. Sin embargo, ahora en los campos de refugiados cuentan con wifi, por lo que burgaleses y saharauis se conectan mediante mensajes y videollamadas.
Tanto Cristina como Bea afirman que los niños se marcharán en septiembre «contentos» y con muchas ganas de ver a sus familias. Ambas animan a otras unidades familiares burgalesas a animarse a acoger niños saharauis. «Sé que es un paso difícil», comenta Bea, pero también recuerda que se puede participar en la asociación organizando de talleres o excursiones o monetariamente.
Respecto al miedo que puedan tener las familias en decir adiós a los niños saharauis de acogida, Cristina recuerda que las aplicaciones de mensajería favorecen el contacto. «Tú tienes que pensar no en la pena que a ti te da, eso es egoísmo puro», sostiene la madre, que aunque admite que «es una pena» que vuelvan a Argelia, está contenta por haberles brindado esta oportunidad de aprender, conocer y desarrollarse en otra cultura.
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