El padre de Silvia Plaza ha testificado en el primer día de la vista oral por el asesinato de la joven, que tuvo lugar el 29 de abril de 2018 en Burgos, para explicar la relación que mantenía con su presunto asesino y el carácter ... de la víctima. Silvia tenía trastorno de la personalidad, que la hacía afectivamente muy dependiente, sumisa e idealizaba a las personas a las que amaba. También era muy «hermética».
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La relación con el acusado fue, desde un primer momento, «difícil», ha explicado el padre. A la familia no le gustaba porque estaba metido en temas de drogas, un problema que ya había tenido Silvia, que se convirtió en consumidora «esporádica» entre los 19 y los 27 años. Luego, tras un programa de desintoxicación, Silvia había vuelto a ser una chica normal y fue entonces cuando conoció a su presunto asesino.
Entre su hermetismo y el rechazo familiar a J.D.L.C, Silvia contaba poco de los problemas que tenía con el acusado, aunque en alguna ocasión sí que les dijo que la maltrataba. De hecho, cuatro meses después de irse a vivir juntos, Silvia llamó a su familia para pedirle ayuda porque estaba siendo maltratada, y volvió a casa de sus padres. En otras ocasiones también les refirió los maltratos o lo insinuó, así como situaciones de control y sometimiento.
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Sin embargo, al final, acababa perdonándole y volviendo con él, explica su padre, pues tenía una dependencia fruto de su trastorno de personalidad. «Asumía que le pegaba para mantener la relación», por esto no denunciaba y, en alguna ocasión, había retirado la denuncia, como ocurrió en octubre de 2018, cuando la tiró de un vehículo y la dejó abandonada en un descampado, con la nariz y varios dientes rotos, ha explicado el padre en la vista oral.
«Silvia siempre estaba sonriendo y era alegre, nunca se metía con nadie», ha afirmado su padre, pero el acusado era celoso y posesivo. La llamaba a casa a horas intempestivas preguntando por ella, se acercaba a domicilio familiar, la controlaba cuando estuvieron juntos (mantuvieron una relación entre 2015 y 2017) y, como le contó a algún amigo, también la impedía ver a la gente que ella quería.
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No ha ocultado su padre que Silvia tenía un problema con las drogas, que era consumidora ocasional. Y en ello se apoya el abogado de la defensa, que afirma que se ha demostrado que la noche de la paliza la joven había consumido pero no hay pruebas de que lo hubiera hecho el acusado, aunque los amigos con los que pasó la tarde así lo han testificado durante la fase de instrucción (y, de ser así, el abogado lo ve con un atenuante).
La defensa también niega que se produjera un incumplimiento de la orden de alejamiento (que se emitió en marzo de 2018 tras la última denuncia interpuesta por la víctima) pues, asegura, fue Silvia la que se acercó al acusado cuando lo vio en la calle y «se enzarzaron» en una discusión. La mayor fuerza del acusado hizo que «con cuatro golpes» la víctima quedase malherida en el suelo, pero ha insistido en que el acusado no tenía intención de matarla.
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