Borrar
Anna y Nadya, refugiada y ucraniana residente de Burgos cuentan su experiencia. BC
Un año de la guerra en Ucrania

«No quiero pensar en el futuro. Mi hijo está mejor aquí, él está muy feliz en Burgos»

Anna Zhukovska llegó a Burgos huyendo de la guerra en Ucrania, con su marido y sus dos hijos, uno de ellos con discapacidad. Un año después afirma sentirse «como en casa» y recuerda lo vivido como «un sueño horrible»

Sábado, 25 de febrero 2023, 08:40

Las lágrimas le inundan los ojos cada vez que recuerda cómo tuvieron que salir corriendo de su casa, de su país hace un año. El miedo, la incertidumbre y, sobre todo, la incredulidad con los que vivieron aquellos días, aquellas semanas están muy presentes en ... la memoria de Anna Zhukovska. Y eso que esta ucraniana de 48 años, que llegó a Burgos junto con su marido y sus dos hijos (uno de ellos con discapacidad), no quiere recordar. Le duele demasiado.

«Es un sueño horrible. No debería haber ocurrido», asegura Anna, quien sigue sin creerse del todo lo que está ocurriendo en Ucrania. «Estuvimos una semana en un sótano, encerrados», recuerda. Y cuando se abrió un pasillo de salida, lo aprovecharon. Salieron de Ucrania por Polonia y, desde allí, tomaron un autobús a España. En Burgos estuvieron nueve meses en el hostel antes de pasar a una vivienda, para ser más autónomos y estar más cómodos con su hijo.

«Fue muy duro», admite, pero «la gente es muy maja, muy abierta. Y hemos recibido mucha ayuda. Por eso, ahora mismo, estoy como en mi casa», explica Anna. No quiere casi ni pensar en Ucrania. «Vivimos el ahora, hoy, este momento», pues lo prioritario es su familia y, en particular, ese hijo que requiere de una atención especializada. «No quiero pensar en el futuro. Él está mejor aquí. Él está muy feliz en Burgos», está integrado, va a una escuela especial. Y eso es lo más importante.

Tras los primeros momentos de incertidumbre, y gracias a la ayuda que han recibido, Anna y su familia están ya asentados en Burgos. Están también su madre y su hermana. Su marido tiene un trabajo. «Intento empezar una nueva vida. Mi hijo se siente a gusto aquí. Y yo estoy bien dónde él está bien», reitera. Eso sí, no pierde la esperanza de poder volver a Ucrania, porque allí está su casa, es su país, pero ahora les toca vivir el momento.

Ayuda sin fisuras

«Estoy muy agradecida por toda la ayuda recibida», insiste, también muy emocionada cuando habla en especial del apoyo de Nadiya Chmyr y Nacho Alonso, que han estado ahí desde el principio. Su asociación Familias con Ucrania ha buscado poder ayudar a los refugiados ucranianos en todo aquello que puedan necesitar. «Ayudarles con los pequeños problemas concretos del día a día», explica Nacho, como la vivienda, el trabajo, la escolarización o la asistencia sanitaria.

«Ellos están siempre con nosotros», insiste Anna, ofreciendo un apoyo incondicional. Es lo que tiene ponerse en la piel del otro y entender por lo que están pasando. «Les entiendo muy bien. Si yo estoy sufriendo teniéndolo todo aquí, cómo no van a sufrir ellos dejándolo todo atrás. No puedo no ayudarles», asegura Nadya, quien si bien lleva más de 20 años en España asegura que sigue siendo extranjera, no porque se lo hagan sentir, sino porque uno nunca abandona su país.

«Si me toca vivir lo que han vivido ellos, me gustaría que alguien me ayudase, a mí y a mi familia», asegura, y ayuda en lo que puede. Es verdad que, al principio, quería marcharse a Ucrania. «No sabía qué hacer», admite, pues en Burgos estaba su hijo y su marido, pero su familia estaba en Ucrania. Y fue el director del colegio Blanca de Castilla quien le dio la clave: tenía que quedarse porque la ayuda que aquí iba a poder prestar muy pocos podrían hacerlo y en Ucrania los voluntarios estaban garantizados. Y así ha sido.

Año horrible

Eso no quiere decir que haya sido fácil. «Ha sido horroroso. Un año que no me gustaría volver a vivirlo. La mitad de mi familia está en Ucrania, no ha conseguido salir. La otra mitad está aquí. He estado desbordada», reconoce Nadya. Aun así, hay momentos de satisfacción. Y Nadya es el bastón en el que se apoyan los refugiados, a la que acuden buscando consuelo, sus conocimientos sobre Burgos, sus traducciones, ayuda para encontrar trabajo, para una vivienda… para todo.

«Los problemas te los planteas como tuyos», asegura Nacho. «Se invierte mucho tiempo y esfuerzo; dejas un poco de lado a la familia», pero es necesario. Y el primer año ha sido el más complicado, pues todo era nuevo, para unos y para otros. Ahora son casi unos expertos. La clave está en prestar ayuda concreta, para solucionar problemas concretos y cubrir necesidades concretas. «La barrera del idioma es importante» pero, una vez que se va superando, las familias van siendo más autónomas y se van integrando.

Y los burgaleses están dispuestos a ayudar, siempre. Ni Nadya ni Anna se sienten rechazadas por ser extranjeras, al contrario. «No notan el choque cultural, pero sí están sorprendidos de la ayuda que le presta la gente, totalmente desinteresada», no se lo esperaban, reconocen ambas. El reto, ahora, es la vivienda y sobre todo el trabajo. Para marzo, todos deben estar reubicados en viviendas propias y, para después de verano, toca garantizar un trabajo a todas las familias para que dejen de depender de las ayudas.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

burgosconecta «No quiero pensar en el futuro. Mi hijo está mejor aquí, él está muy feliz en Burgos»