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Estado actual del parque San Isidro en Burgos. Sara Sendino

Denuncian el crecimiento de una «selva» abandonada en la zona sur de Burgos

Vecinos y usuarios del parque San Isidro lamentan que se ha vuelto un espacio de naturaleza salvaje y muestran su preocupación por encontrarse con víboras y por la proliferación de garrapatas

Sábado, 25 de mayo 2024, 09:20

«¡Papá, mira qué cardo!», grita un niño señalando una enorme planta en el parque de San Isidro en una tarde de mayo. A su alrededor, diferentes especies crecen y se van adueñando poco a poco de este espacio, ubicado en el cerro del mismo nombre, en la zona sur de Burgos.

Pero los cardos no son los únicos que crecen sin control inundando este parque, que cuenta con un mirador y vistas hacia toda la ciudad. También las gramíneas, como la cebadilla o la avena salvaje, las amapolas, sinapis o malvas, entre otras, han hecho del cerro de San Isidro su casa.

Las distintas plantas ya superan, en la mayoría de los casos, los 50 centímetros de altura. Algunas alcanzan el metro o metro y medio, siendo más altas que niños, niñas y algunos vecinos que allí acuden. Así que la visibilidad en el parque también se ve dificultada. «Es una selva», comenta un vecino que suele acudir a este espacio.

«Aquí se respira aire puro», señala una usuaria del parque San Isidro, al que acude asiduamente a pasear a sus perros y del que destaca sus buenas vistas. «Pero deberían dedicarle más tiempo», explica la burgalesa, refiriéndose a las altas hierbas que inundan los caminos, las laderas y las escaleras, y que hacen impracticable incluso sentarse en los bancos.

Según otro vecino, el problema radica en que las brigadas de jardinería están trabajando en otras zonas, como Fuentes Blancas, Las Veguillas o La Quinta. «Hay que esperar a que vayan allí, a que los borrachuzos vayan y se emborrachen», comenta señalando la nueva ubicación de la jira del Curpillos, que finalmente no se celebrará en el Parral.

Escaleras que no se ven y bancos que no permiten sentarse

Antes de subir al cerro de San Isidro, en sus faldas, los coches aparcan en calles como Alba de Tormes, Ávila, la propia calle San Isidro o el camino de Valdechoque. Sin embargo, desde estos lugares ya se aprecia el descuido jardinero del lugar. Las plantas sobresalen por los muros y crecen también en la acera, dificultando el paso a los peatones.

Una vez comenzada la ruta hacia arriba, los ciudadanos caminan por senderos hechos por el uso de los mismos. Aquí no crecen las plantas pero, fuera del recorrido, ya superan el medio metro en muchos casos. Además, en las zonas poco transitadas se contemplan cardos de más de 1,20 metros de altura. De hecho, hay bancos instalados que son totalmente inaccesibles para los vecinos.

También hay caminos previamente hechos en San Isidro. Sin embargo, los laterales de estos presentan malas hierbas que, en algunos casos, también están en mitad de la vía. Debido a las fuertes lluvias, las escorrentías también han modificado estos caminos, que ya no son totalmente planos.

Una vez arriba, desde donde salen los toboganes y en el parque infantil, la situación continúa en la misma línea. Sinapis y otras plantas llenan todos los rincones, incluidos los alrededores de los bancos, que no se pueden utilizar para sentarse debido a la proliferación de plantas. Además, en el mirador el cartel que identifica los monumentos de Burgos ya no se lee debido a las pintadas y grafitis.

Las escaleras casi no se distinguen. Sara Sendino

En el parque infantil de la parte superior la situación es la misma. Excepto la grava donde se colocan los columpios, el resto ofrece una imagen de selva salvaje y descuidada. Por otro lado, las escaleras de acceso entre la parte superior, la tirolina y el skatepark, cuyos usuarios están reparando de forma autónoma, ni se distinguen: las maderas se ven poco y los usuarios se pinchan al bajar y subir con los cardos que, en muchos casos, no permiten diferenciar los escalones.

Miedo a las garrapatas y víboras

Por otro lado, la abundante vegetación del parque San Isidro de Burgos presenta otro problema para los usuarios y sus mascotas: la presencia de animales que pueden ser peligrosos. Estos entornos favorecen la aparición de víboras y garrapatas, entre otros.

Las víboras pueden morder tanto a humanos como a animales. Estas son venenosas, y el antídoto para curar a las personas afectadas cuesta 7.000 euros. Ante la presencia de una, la mejor opción (y más barata) es la de alejarse de ellas.

Por otro lado, el clima y la abundante vegetación favorecen el ambiente para que las garrapatas se instalen en esta zona de Burgos. Estas pueden ser peligrosas tanto para las personas como para los animales de compañía si no se eliminan a tiempo.

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