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Fieles a la tradición, los burgaleses han acudido este 1 de noviembre al Cementerio de San José de Burgos para honrar la memoria de aquellos que ya no están. Familiares, amigos y conocidos con los que compartieron vida y a los que recordar de una ... manera más especial en esta fecha conmemorativa.
El Día de Todos los Santos forma parte de los ritos que la cultura española ha hecho suyo y que tiene origen en la religión cristiana. Un día especial para honrar a quienes fallecieron. Así lo han hecho los miles de burgaleses que se han pasado por el camposanto de la ciudad durante esta jornada.
Así se ha dejado notar en la afluencia de coches, constante a lo largo de la mañana en todos los accesos, pero también en las colas de personas que esperaban a los autobuses que desde el cementerio bajaban hasta la ciudad. Porque, como cada año, muchos han sido los que han vuelto a elegir el servicio urbano de autobuses para acercarse hasta la tumba de sus seres queridos.
Sea como fuere, la gran mayoría de personas que han llegado hasta el cementerio lo han hecho con flores para depositar en las tumbas, que han sido adecentadas y limpiadas con mimo. Un continuo ir y venir de familias completas, abuelos, padres, hijos y nietos, miembros de la familia de todas las edades, que han paseado por las calles del camposanto. Incluso los perros han acompañado a sus humanos dispuestas a rendir un recuerdo a los que ya no están entre nosotros.
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Y es que en estos días el cementerio se ha llenado de color y perfume gracias a las flores que se colocan en las tumbas y nichos. Pero también de lágrimas de tristeza por la marcha temprana de alguien, de risas al recordar una anécdota con ese amigo que ya partió, de muchos recuerdos compartidos y también de explicaciones a los más pequeños sobre quién fue la persona a la que se visita.
Un homenaje que hace que los fallecidos estén más presentes que nunca y que permanezcan vivos en el recuerdo de quienes les quisieron. Y aunque las previsiones meteorológicas no eran nada halagüeñas para esta jornada, la lluvia respetó hasta bien pasado el mediodía. El viento y el frío fueron, como las flores y los buñuelos, una tradición más del Día de Todos los Santos en Burgos.
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