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La calle Azorín de la ciudad de Burgos se configura a partir de los años 90 sobre parte del antiguo asentamiento del convento de San Francisco y las fincas de los hermanos Tárrega, que quedaban detrás del monasterio.
Fue en los últimos años de la década de los 70 cuando el arquitecto Moliner determinó, según consta en el Archivo Municipal de Burgos, que se debía de mantener únicamente una fachada del convento, la que da a la calle Azorín. Pero con el derribo del antiguo cuartel de Intendencia, que estuvo en el recinto monacal, se fue parte del patrimonio material e inmaterial de la historia de la ciudad, como la tumba del Almirante Bonifaz o el lugar de la primitiva inhumación de Diego López de Haro, antes de ser trasladado a Nájera.
Esta calle está dedicada al ensayista y periodista José Martínez Ruiz, más conocido por su seudónimo Azorín, que comenzó a usarlo en 1904. Un escritor de la Generación del 98 que comenzó sus estudios de Derecho en la Universidad de Valencia y los continuó en Granada y también en Salamanca, donde conoció a Miguel de Unamuno y, después, en Madrid. Fue amigo de otros referentes de la camada del 98, como Pío Baroja o Ramiro de Maeztu, con los que solidificó una relación de respeto y amistad que se prolongó durante más de 50 años.
Nació en Monóvar, provincia de Alicante, en 1874, y murió en Madrid en 1967. Cultivó la prosa destacando como periodista, político y literato. Muchas son sus obras, pero de todas ellas la que más vinculada está con la ciudad de Burgos es 'Castilla'.
Dice Azorín en 'Castilla': «No puede ver el mar la solitaria y melancólica Castilla. Está muy lejos el mar de estas campiñas llanas, rasas, yermas, polvorientas; de estos barrancales pedregosos; de estos terrazgos rojizos, en que los aluviones torrenciales han abierto hondas mellas; mansos alcores y terreros, desde donde se divisa un caminito que va en zigzag hasta un riachuelo».
Una oscura y triste visión de la tierra que construyó y cimentó el reino de España, que fue rica en la Edad de Oro y que sucumbió a la muerte y al polvo del olvido hasta los últimos años del siglo XX.
La calle Azorín conecta San Francisco con el parque de Venerables y la calle José Zorrilla, que da acceso a Valdés y Bazán para salir a la avenida del Cid. Una calle peatonal también conduce a la calle Delicias por la residencia de las Angélicas.
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