Un dicho popular proclama que 'la vida da muchas vueltas', pero seguro que José Ignacio Alonso, veterinario burgalés, no esperaba la que le va a tocar vivir los próximos días. Su mujer, Nadia, es una de las integrantes de la comunidad ucraniana de Burgos y ... desde el inicio de la invasión rusa a su país, teme por su familia.
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Es por ello que su marido Nacho ha decidido tomar una decisión difícil pero necesaria. En constante contacto con sus familiares residentes en Ucrania, sus reacciones han sido diversas. A la desesperada urgencia de salir del país de unos se contraponía el arrojo y la entereza de otros, que preferían quedarse en el país ayudando en lo que podían.
«Para los que han querido salir está siendo todo un infierno», relata Nacho antes de partir este jueves de madrugada hacia Bilbao, donde un familiar le espera para cruzar Europa y reencontrarse con los familiares de su mujer para traerlos a España. «Ya que vamos a ir, hemos aprovechado para llenar la furgoneta de nueve plaza hasta los topes de donativos que se han ido recogiendo en Burgos», explica sobre su labor como transportistas de lo recolectado por la comunidad ucraniana.
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De esta manera, con «30 o 40 cajas llenas en su mayoría de medicamentos» aunque también con alimentos y ropa de abrigo, Nacho partirá tras la escala en tierras vizcaínas hacía Francia. «Lo que más llevamos son medicinas genéricas y utensilios de cura básica como vendas y Betadine que han aportado incluso veterinarios de Burgos, al ser usables compatibles entre humanos y animales», detalla.
Tras iniciar el camino de este inesperado viaje, escalará el viejo continente por el sur de Alemania hasta Polonia, donde tras dejar atrás Cracovia finalizará su viaje. «Iremos hasta Rzeszów, ciudad cercana a Ucrania», anuncia Nacho sobre la meta final. Una vez allí, tras dejar atrás más de 2.700 kilómetros, han conseguido contactar con una empresa de transporte ucraniana, que actualmente se encarga de evacuar gente del país hacia su vecino polaco.
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«Cuando lleguemos, hemos acordado con ellos la entrega de todo el material de ayuda humanitaria para que lo lleven hasta Leópolis, Lviv en ucraniano, que es la primera gran ciudad cercana a Polonia y relativamente alejada del conflicto», expone.
La idea es que una vez lleguen las provisiones a esta urbe, los refugiados y civiles que aún residen allí las distribuyan donde sean más necesarias. Además, tras un arduo camino desde Kiev, del que Nacho revela que «han tardado una semana en recorrer 700 kilómetros escondiéndose literalmente de los militares rusos por caminos», algunos de sus familiares podrán salir del país y ponerse a salvo con él y su mujer en España.
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Antes de partir, Nacho ha expresado su agradecimiento a Víctor, director del colegio Blanca de Castilla de la capital burgalesa que junto a otros miembros de la Fundación Jesuitinas, «es uno de los artífices para que pueda sacar adelante este viaje», admite.
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