Búnkeres con sello burgalés. La confidencialidad envuelve el sector de los búnkeres, pero el arquitecto burgalés Alfredo Muñoz, está detrás de las principales soluciones para este tipo de construcciones a nivel mundial y, además, trabaja con dos empresas burgalesas para su fabricación.
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Las previsiones apuntan ... a que septiembre será el mes en el que sus búnkeres prefabricados y modulares puedan estar en el mercado. Desde Burgos, donde se fabricarán, partirán a cualquier parte del mundo. Una vez que llegue al destino, en cuestión de tres días sus clientes podrán contar con un espacio seguro frente a diferentes desastres y tragedias.
El burgalés Alfredo Muñoz es el arquitecto principal y fundador de ABIBOO Studio, los encargados del diseño e ideólogos de estos búnkeres prefabricados llamados Nomad Bunkers.
Además de estos búnkeres prefabricados y modulares, ABIBOO comenzó en 2020 a desarrollar el DBX, un búnker de superlujo que ya es una realidad en algunas partes del mundo. Pero Muñoz ha querido que la fabricación del Nomad Bunkers se desarrolle en Burgos, «queremos llevar la innovación puntera a mi tierra».
Llevan trabajando un poco más de un año en la fase de prototipo y en el desarrollo de ingeniería con estas dos empresas burgalesas. Sus nombres todavía no se pueden desvelar, la confidencialidad es clave en este mercado. «La fase final de prototipo empezamos ahora con ella, pensamos que podría estar para junio, pero está dando problemas la acústica y creemos que para septiembre podría estar», reconoce.
Quieren celeridad porque «hay una necesidad que queremos satisfacer, pero no queremos lanzar algo que no esté listo. A partir de ahí, la ventaja es que se fabrica rápido y se transporta hasta donde se desee», explica Muñoz.
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El trabajo con estas dos empresas burgalesas, enfocadas en la fase de fabricación, aporta a ABIBOO Studio algo que les parecía «interesante» para un proyecto tan complejo y es el «poder tener el control durante todo el proceso. Son dos empresas con un gran historial», reconoce.
La actualidad dispara el interés por los búnkeres, así lo confirma Alfredo Muñoz. «Con el estallido de la guerra en Ucrania hubo un pico de gente llamándonos para preguntar. Ahora ha bajado un poco el interés, pero muchos de los interesados eran españoles. Cuando un periódico se enteró y publicó nuestro trabajo con el DBX (búnker de superlujo) hubo un gran interés, pero cuando estalló la guerra en Ucrania notamos un pico brutal, recibíamos llamadas todos los días».
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Hay gente que todavía siente el tema de un búnker como algo extraño o friki, sobre todo en España. En Estados Unidos es algo más común, fruto también de una sociedad y una cultura más individualista.
Pero los búnkeres existen desde siempre y la confidencialidad siempre ha sido su característica. Bajo el hotel The Greenbrier, ubicado en Virginia Occidental, se mantuvo oculto, desde finales de los años 50 y hasta 1992, un búnker de más de 10.000 metros cuadrados con capacidad para un millar de personas y con víveres para permanecer unos 45 días bajo la superficie. Se trata del proyecto Isla Griega del Gobierno de Estados Unidos. Construido bajo la amena de un conflicto con la Unión Soviética y en contexto de pánico nuclear.
Pero las situaciones extremas no tienen por qué ser guerras. El interés de sus clientes por los búnkeres puede provenir por la preocupación por el cambio climático, por huracanes, pandemias, guerras biológicas o nucleares. Pero también estos búnkeres son soluciones para lograr habitar ambientes extremos como la Antártida o desiertos. «Si no es necesario protegerse contra la radiación, el búnker puede estar camuflado en la superficie», explica Muñoz.
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ABIBOO comenzó con el diseño de búnkeres en 2020, cuando una persona les comentó que estaba interesado en construirse un búnker en Carolina del Sur. Se ideó entonces el DBX, un búnker de superlujo. A raíz de esto aumentó el interés de los clientes que contactaban con ABIBOO para construirse un búnker, pero no tenían el presupuesto de varios millones de dólares que cuesta el DBX.
Gracias a la experiencia y a estas reacciones e interés empezaron a pensar en una solución prefabricada, más barata, fácil de instalar, transportable a cualquier parte del mundo y con garantías de supervivencia a nivel físico y emocional. Así empezaron con el Nomad Bunkers. Un búnker que, aún así, la solución más barata costará unos 200.000 euros, «dependiendo de los materiales, ya que el precio se ha disparado con la guerra».
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En el caso del DBX el presupuesto no suele ser un problema para los clientes. El tamaño está en los 1.500 metros cuadrados. Pero este exige una intervención mayor en el terreno. El Nomad exige poca intervención, el elemento de vivienda tiene alrededor de tres metros de altura y 12 metros de largo. Hay que hacer un agujero de unos 15 metros de largo por cuatro de profundidad y crear una losa para la horizontalidad.
Pero en las soluciones más baratas y rápidas la autonomía es menor. Aquel búnker de Virginia Occidental que se comenzó a construir a finales de los 50 tenía una autonomía de unos 45 días. Los búnkeres de ABIBOO pueden tener una autonomía de hasta un año.
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La autonomía tanto del búnker de superlujo (DBX) como del prefabricado (Nomad Bunkers) depende de la acumulación de agua, algo fundamental y «uno de los problemas principales», reconoce Muñoz, «porque el agua almacenada se corroe». La comida es menos problemática, hay soluciones en el mercado, pero lo ideal sería tener la capacidad en el búnker de generar comida. «En el caso del DBX hay soluciones hidropónicas para cultivar la propia comida. En el caso del Nomad, al ser más pequeño no es viable», explica. «La autonomía energética también es importante», añade, «se puede estar con linternas, pero no es lo que buscamos. Estar un año ahí metido psicológicamente afecta. Es fundamental el confort arquitectónico e interior. Para eso la generación de energía es fundamental. A mayor autonomía, más complejidad», reconoce el arquitecto.
También hay que tener en cuenta si se quiere que el búnker sea completamente autónomo o esté conectado a la red. «El problema es que la red de agua, saneamiento o eléctrica falle. Pero el búnker también puede estar instalado en medio de la nada sin conexión a ninguna red», apunta.
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Así, el arquitecto burgalés Alfredo Muñoz ha ideado desde ABIBOO soluciones para emergencias y catástrofes, algo que muchos solo relacionaban con la ficción y que cada vez se ve más cercano a la realidad. Así también, Muñoz ha ligado el nombre de Burgos con la innovación que hará posible la construcción de este búnker prefabricado y modular.
Alfredo Muñoz, arquitecto principal y fundador de ABIBOO Studio, reconoce que el paso de diseñar búnkeres no fue extraño, más bien se tomó como algo lógico. «Llevamos ya 10 años con soluciones de autosuficiencia, tres años con arquitectura espacial y años con la arquitectura de superlujo», reconoce.
ABIBOO Studio es especialista en arquitectura autosuficiente en ambientes extremos. «Parte de los proyectos que hemos hecho han sido grandes proyectos de ciudades en India, en zonas remotas donde la autosuficiencia por la escasez de recursos es importante. Y hemos hecho varias ciudades de hasta 50.000 personas», explica Muñoz.
Este arquitecto siempre estuvo interesado en la astrobiología, en la astronomía y en soluciones de arquitectura espacial. Hace unos años fue elegido como uno de los 40 líderes europeos menores de 40 años. En uno de estos encuentros coincidió con Guillem Anglada, profesor de Astrofísica en la Universidad Queen Mary de Londres y el descubridor del exoplaneta más cercano a la Tierra.
Ambos pensaron en crear un grupo de trabajo multidisciplinar para ver cómo integrar la experiencia de ABIBOO Studio en arquitectura en ambientes extremos y autosuficiencia y sus conocimientos de soluciones espaciales.
Montamos el grupo de trabajo con expertos en sistemas de vida, astrobiología, geología planetaria. «Ahí es cuando planteamos las soluciones de vivienda para Marte. Buscamos una solución de autosuficiencia en Marte», explica.
Los retos que ofrece Marte, como la radiación, la falta de oxígeno, el impacto de micrometeoritos, la incapacidad para generar comida, implican que tengan que plantear sistemas de vida que permitan la autosuficiencia a largo plazo. Porque, además, el viaje a Marte dura seis meses y solo hay una ventana de oportunidad de una vez cada dos años por las órbitas planetarias.
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