
Una canción de Cesáreo Gabarain, 'La muerte no es el final del camino', de la que parte de la letra la adoptó como himno militar las Fuerza Armadas, marca el final de una etapa y el comienzo de otra. Dice que «no es el final del camino», pero en puridad sí que hay un final, al menos de la carne del ser humano. Y la tradición y el devenir natural dicen que ese cuerpo ha de ser devuelto al polvo.
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Lo que sí es cierto es que morirse cuesta dinero. Burgos es una plaza 'barata' para morir. Pero aun así, los precios oscilan en una horquilla amplísima que va de los 1.800 a los 8.000 euros; o más. Porque «todo depende de lo que quiera la familia» del fallecido, apunta el el portavoz de la Funeraria San José, de Burgos, Alfonso Martínez. Por esta razón «calcular una media» nos llevaría a un error.
Así que para pasar este trance ha que pasar por taquilla y sacar la entrada a la tierra o al polvo. Y no es barato, aunque el portavoz de la Funeraria San José, de Burgos, Alfonso Martínez, asegura que morirse aquí es más barato que en otros lugares de España, como Barcelona. «En precio, nos situamos entre las más baratas de España», apunta.
Hay muchos gastos aparejados a un fallecimiento. Aunque Burgos no es de las ciudades más caras, aun así hay costos que, en ocasiones, son difícilmente asumibles. Cuando esto ocurre, son los ayuntamientos de cada ciudad los que se hacen cargo del coste. En Burgos, este año, ha ocurrido en tres ocasiones, según la información facilitada por el responsable del área de Medio Ambiente y Cementerio del Ayuntamiento de Burgos, Carlos Niño.
El coste hay que calcularlo según «la elección de la familia», recuerda Martínez. Y hay diferentes precios totales en función de lo que se desee: velatorio, el ataúd de una madera o de otra, las flores, esquelas, coche fúnebre, cremación, ceremonia religiosa, cátering, etc. El precio final se puede disparar; eso sí, como para todo en la vida, también en la muerte, según la la calidad de los materiales, el precio es mayor.
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La Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) de España realiza cada año un estudio. En los últimos no incluye a Burgos, pero Martínez estima que los servicios medios «en Burgos están por debajo de esa cantidad». Eso en entierros. La incineración más barata, de media de 3.600 euros en el territorio nacional. Y eso, según la propia institución con «la premisa de que era un entierro sin lujos ni extras, pero digno».
Durante muchos años, una vez al mes, las personas que tenían contratado un seguro de decesos, recibían en su casa al cobrador. Este personaje llamaba a la puerta: «Soy el de los muertos». Extendía en cupón de pago y el cliente le daba las 200 pesetas de turno, o lo que correspondía según la cobertura, y hasta el mes siguiente.
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Era habitual ver al cobrador de la Preventiva, Norte Hispana, Santa Lucía o Finisterre -por nombrar las más famosas – en los rellanos de los edificios recorriendo, puerta a puerta, para el cobro del recibo. Luego ya se extendió la domiciliación bancaria y el oficio de cobrador, desapareció.
Si la persona fallecida ha pagado durante toda su vida el seguro de decesos le incluye todos los servicios del sepelio. En el lenguaje funerario: arca, carroza fúnebre, servicio religioso, capilla ardiente, tanatorio, tasas y certificados, una corona, esquelas, vehículo de acompañamiento, inhumación, nicho y lápida, incineración y urna, en el caso de cremación y hasta los taxis.
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La póliza incluye también el traslado nacional e internacional. La compañía aseguradora asume los gastos y gestiones de traslado del cuerpo desde el lugar donde se produce la muerte fallecimiento en cualquier parte del mundo hasta el lugar del sepelio.
La aseguradora también asume la tramitación en la gestoría y todos los documentos, como el certificado de defunción, pensiones, etc. Si se tiene contratado, la compañía asume la huella digital del muerto en internet y en las redes sociales.
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En este negocio de la muerte también existe innovación. Y es una iniciativa burgalesa. Manuel Revilla creó la empresa Resistible. Una idea, la de este innovador, fue crear ataúdes ecológicos, de cartón; una iniciativa que va ganando poco a poco terreno.
Es una idea que nació de una tormenta de ideas tomando un café y que hace unos años y se hizo tangible a través de un ataúd ecológico, hecho a base de cartón.
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