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Iratxe Bernal
Miércoles, 22 de mayo 2024, 00:20
«Abre tu propia tienda en internet, sin apenas inversión y facturando desde el primer día». Quizá haya tropezado en las redes sociales con algún autoproclamado gurú dispuesto a desvelarle los secretos del 'dropshipping', una modalidad de comercio electrónico que, a priori, parece un negocio ... redondo: montar una web en la que vendemos productos que nos suministra un proveedor sin necesidad de que en ningún momento pasen por nuestras manos. Si un cliente nos compra algo, en cuanto nos lo pague haremos la adquisición oportuna a ese proveedor al que, en vez de nuestra dirección, le daremos la del consumidor final. Es, como ve, algo tan de toda la vida como ejercer de intermediario. O de comisionista más bien, porque a diferencia del comercio tradicional –ya sea físico u 'online'– aquí no hay más trabajo que añadir nuestro margen al precio de venta original. O eso dice el gurú.
Dejando de lado consideraciones como que nuestra intervención no aporta nada, sólo encarece una compra-venta, hay que aclarar que el 'dropshipping' es legal siempre que no engañemos al consumidor ni infrinjamos ninguna ley. Pero, dadas sus ventajas, también es un gran cebo para mucho 'vendecursos'. ¿De verdad es tan fácil como crear una web y colgar algunas fotos? «Es un modelo de negocio que funciona. Hay marcas de renombre que empezaron así. Pero, si son ejemplo de algo, es de constancia, dedicación e inversión», advierte Pablo López Iglesias, experto en comercio electrónico con años de experiencia en plataformas de venta 'online'.
Uno de los reclamos más efectivos es que podemos poner el precio de venta que queramos, que elegimos el margen que ganaremos con cada producto. Es verdad, pero… Para empezar, hay que tener en cuenta la calidad de los artículos. El coste genera expectativas y si damos por veinte algo que vale diez, el cliente se sentirá engañado. «Si tienes un gran volumen de ventas, quizá puedas negociarlo con tu proveedor, pero por ley, en España quien responde ante el consumidor no es el fabricante, sino el vendedor, así que los principiantes deben hacerse cargo de las devoluciones», explica López Iglesias. Eso sin olvidar que tendrán que afrontar las malas reseñas por las que las plataformas que alojen nuestro negocio, los 'marketplaces' desde los que operemos o las redes sociales en que nos publicitemos, podrían penalizarnos reduciendo nuestra visibilidad o bloqueándonos.
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Otro condicionante es la competencia. Salvo que estemos en un nicho muy poco explotado, tendremos muchos rivales. Algunos, además, ofrecerán los mismos productos porque los proveedores no dan exclusividad, así que la venta se la anotará quien ofrezca mejor precio. «Dado que no hay que comprar la mercancía con antelación es muy habitual querer vender de todo, pero es mejor especializarse. Es importantísimo dedicar tiempo a hacer un estudio de mercado para ver qué nivel de diferenciación vamos a poder lograr, conocer bien al cliente, saber qué funciona y que no…», aconseja el experto.
Luego están los gastos operativos, que 'haberlos, haylos'. El principal, la publicidad. Lograr que una marca sea la primera con la que dé el consumidor cuando empiece a buscar requiere invertir mucho, constantemente y en todos los canales en los que pueda generarse mercado. Además, hay que mimar la web y nuestros perfiles sociales generando contenido que nos distinga. Si somos capaces de hacerlo y estamos dispuestos a dedicar el tiempo que requiere, genial, pero si no tendremos que contratar a profesionales. «Hay toda una industria alrededor del 'dropshipping'; desde empresas de marketing a las que desarrollan 'software' para automatizar pedidos o pagos pasando por los servicios de atención al cliente», nos tranquiliza el especialista sin obviar que «a veces son ellas las que de verdad hacen negocio».
Además, conviene tener asesoramiento fiscal y legal porque hay que darse de alta como autónomo o crear una sociedad limitada, así que también habrá que manejarse con la emisión y recepción de facturas y, por supuesto, pagar las cuotas de la Seguridad Social y el IRPF (o el Impuesto de Sociedades) además del IVA, que no interesa repercutir a un cliente que mira mucho el precio final. ¿Le suenan el IOSS o el ROI? Pues son registros vinculados a este impuesto y a las importaciones con los que tendrá que familiarizarse y a los que igual hay que sumar otros propios del país de origen del proveedor. ¿Más cosas? Por supuesto, piense en la Normativa Europea de los Servicios de Pago o la Ley de Protección de Datos.
Y todo esto son preocupaciones a posteriori porque nos hemos dejado una básica y quizá la más importante; encontrar buenos proveedores. No sólo deben ofrecer artículos con una relación calidad-precio que permita sumar nuestro margen sin encarecerlos demasiado. Además, hay que tener en cuenta que dependemos totalmente de su buen o mal hacer, ya que la mercancía no pasa en ningún momento por nuestra supervisión; ellos controlan el inventario y toda la tramitación del envío. ¿Qué pasa si dejan de fabricar algo o si vendo más unidades de las que me pueden suministrar? ¿Y si tardan demasiado en mandar el pedido o el 'packaging' es muy pobre o endeble? «Hay muchos factores sobre los que no tendrás control, eso hay que asumirlo. No vamos a poder pedir un empaquetado con nuestro logo, por ejemplo. Pero sí hay cosas de la forma de trabajar del proveedor que podemos comprobar antes de comprometernos. También es verdad que tendemos a creer que hay que buscar proveedores en China, cuando los hay aquí y además hay quien se dedica a buscarlos por nosotros», matiza López Iglesias.
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