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Se suele decir que todo está inventado, pero nada más lejos de la realidad. Cada año se inventan nuevos artilugios, procedimientos y herramientas que, en muchos casos, solucionan un problema y, en otros, hasta crean una nueva necesidad. Pongamos el ejemplo de la fregona, que permitió dejar de arrodillarse para limpiar el suelo; o del iPhone, que lideró la demanda de teléfonos inteligentes. Las cifras lo corroboran, pues solo en 2018 la Oficina Española de Patentes y Marcas (OPEM) recibió más de 1.500 solicitudes de patentes.
Pero, ¿por qué tanto afán por patentar un invento? Porque, si además de dar con una idea revolucionaria, consigues el derecho de explotar la invención en exclusiva durante un tiempo limitado, impidiendo a otros su fabricación, venta o utilización, los beneficios obtenidos con su comercialización serán mucho mayores. Para eso sirven las patentes.
En España, se llevan concediendo 'privilegios de invención', como se llamaron inicialmente, desde el siglo XV. El derecho lo otorgaba la reina Isabel Católica y confería al inventor, o a quien él designase, la posibilidad de utilizar el invento de forma exclusiva durante 20 años. El primero de ellos es de 1478 y fue concedido en Sevilla al médico Pedro Alzor, que desarrolló un nuevo sistema de molienda.
Actualmente, ya no son los monarcas quienes realizan este cometido, sino la OPEM, aunque la duración de una patente en España sigue siendo de dos décadas, que comienzan a contarse desde el día en que se presenta la solicitud. Transcurrido este tiempo, esta caduca y las invenciones pasan a dominio público, para uso libre de cualquier persona. «Solo en el caso de las patentes de productos farmacéuticos y fitosanitarios es posible solicitar un Certificado Complementario de Protección (CCP), que se extiende por un periodo máximo de cinco años», explican desde la OPEM. Por otra parte, los modelos de utilidad, que protegen invenciones de menor rango, tienen una duración de 10 años.
Todo ello siempre que se abonen las tasas correspondientes anualmente, pues conseguir una patente no es barato, pero mantenerla todavía menos. La adquisición del privilegio ronda los 1.200 euros para las patentes y 100 euros para los modelos de utilidad, pero a esto hay que añadir el coste de preparación de la documentación exigida para presentar una solicitud, como los gastos para redactar la memoria y confección de los dibujos. «Para mantener estos derechos hay que hacer frente a unas tasas anuales que aumentan progresivamente –desde 18 euros para la tercera anualidad hasta 490 para las últimas–», indican en la institución.
Antes de solicitar una patente hay que tener en cuenta varios aspectos. Principalmente, que nuestra idea sea original. Es decir, es conveniente realizar una búsqueda para comprobar que la creación que quiere registrarse no está ya protegida, en España o en el extranjero. Esto puede hacerse a través de los fondos documentales de la OPEM. Otro factor a recordar es que no todo es patentable. «Se excluyen los descubrimientos científicos, los métodos matemáticos, las obras artísticas (sujetas al Registro de la Propiedad Intelectual) y determinadas reglas técnicas que, aun siendo invenciones, se descartan por distintas razones. Entre ellas: los procedimientos de clonación de seres humanos y de modificación del ADN y la utilización de embriones humanos con fines industriales o comerciales», expresa José Manuel Otero Lastres, catedrático de Derecho Mercantil y Senior Advisor en Broseta Abogados. Dada la complejidad del trámite, el especialista aconseja «ponerse en manos de un experto en redacción de patentes para hacer una solicitud, pues esta debe hacerse lo mejor posible para no debilitar la patente».
Aunque sea difícil conseguir una patente, en el mundo se han llegado a patentar inventos de lo más extravagantes, como un perro-aspiradora, un acuario para monstruos marinos o un cucurucho de helado motorizado. Raros y prácticamente olvidados, pero patentables. Aún así, hay otros inventos cotidianos que lograron su correspondiente privilegio sin los cuales la historia de la humanidad habría sido muy distinta. Hablamos, por ejemplo, de la máquina de coser, la cafetera, la fregona, la cámara de fotos, la imprenta o la radio.
Sin embargo, más allá de los inventos clásicos, encontramos otros más modernos como el escanciador de sidra automático, patentado en 2016, o la Theragun, una masajeadora basada en la terapia de percusión cuyo objetivo es que cualquier persona pueda tratarse un dolor muscular por sí misma. Aunque en España todavía es poco conocida, famosos e 'influencers' de todo el planeta ya se han dejado ver con ella en sus redes sociales. Especialmente deportistas, como el futbolista Cristiano Ronaldo o la tenista María Sharapova (actual inversora de la empresa), pero también las hermanas Kardashian, la cantante Shakira o la periodista Cristina Pedroche.
Uno de los ingenieros involucrados en el diseño y fabricación de este producto es el español Jaime Sánchez, que aparece nombrado en algunas de las patentes que ha conseguido la empresa con este invento, creado originalmente por el quiropráctico estadounidense Jason Wersland. Él cuenta que, dado que los mecanismos y motores que utilizan ya existían, lo que ellos han patentado principalmente son aspectos relacionados con el diseño del producto. «La patente más icónica que tenemos hace referencia a la estructura de la máquina, que tiene forma triangular y que permite agarrarla por cualquiera de sus vértices, facilitando su uso», explica. «Parece algo muy sencillo, pero tuvimos que entrar muy en detalle y entregar muchísima documentación (estudios, muestras...) para justificar la patente».
Todos sus productos están patentados allí donde se comercializan, pues los privilegios concedidos en cada país son exclusivos únicamente para dicho territorio. Es decir, un invento patentado en España no está protegido en Estados Unidos, Rusia o China. Para que lo esté debemos registrarlo en cada uno de esos países y pagar las tasas correspondientes. Dado que este procedimiento es algo arcaico, «ya se trabaja en perfeccionar los sistemas internacionales de registro, con el fin de que el titular de la invención pueda patentarla en distintos países con una sola solicitud», explica el catedrático Otero. «También en la Unión Europea se quiere crear un título de patente único, como si fuera una Patente Comunitaria o Europea».
¿Y qué pasa si nos copian el invento? «El titular de la patente puede imponer una demanda judicial y exigir que se cese en la copia, que se retiren del mercado los objetos copiados y que se le indemnice por los daños y perjuicios sufridos», concluye Otero.
Inventos con historia
Los avances de la costura durante la Revolución industrial dieron lugar a una sucesión de inventos y patentes. Por tanto, no existe un único inventor para esta herramienta, pero sí hubo quien tuvo más éxito que cualquier otro en su comercialización. Fue Isaac Singer, cuya patente se basó en la de Elias Howe, su empleador, que le demandó y a quien tuvo que pagar derechos por copiarle. Cuando Howe murió en 1867, la patente caducó, haciéndose Singer con el mercado gracias una exitosa estrategia comercial.
Aunque la primera patente concedida a una mujer en España corresponde a la francesa Francisca Jaquinet, que obtuvo el privilegio número 8 de la OPEM por una máquina-chimenea portátil económica (como una estufa doméstica), inventada por su difunto esposo, la primera española que solicitó este derecho fue Fermina Orduña, residente en Madrid. Ella desarrolló un carruaje especial para la venta al público de leche de burra, vaca o cabra, similar al que se ve en la imagen, que se patentó en 1865.
Si a alguien en este mundo realmente se le encendió la bombilla fue al inventor norteamericano Thomas Alva Edison, a quien se le atribuye la invención de esta herramienta. Edison es responsable de más de mil patentes, entre ellas las de dos inventos fundamentales en la historia de la humanidad: el fonógrafo (1878) y la ya citada bombilla eléctrica (1879). Para proteger este último invento en España, Edison registró en nuestro país nueve patentes entre los años 1878 y 1880. Desde entonces ilumina nuestra vida.
Si hay algo de lo que los españoles presumimos es de haber inventado la fregona y es que los modelos patentados por el ingeniero riojano Manuel Jalón Corominas, entre 1957 y 1964, adquirieron gran fama y un uso extensivo. Sin embargo, existen docenas de patentes previas que describen la idea de limpiar el suelo con un cubo y un trapo pegado a un palo, como la de las avilesinas Julia Montousse Farges y Julia Rodríguez-Maribona (1953) o la de los neoyorquinos Henry Arthur Hayden y Hugo Friedrichs (1901).
El italiano Renato Bialetti fue el creador de una de las cafeteras más simples e icónicas del mundo, la Moka, que permite preparar café 'espresso'. Fue patentada en 1933 y es un producto mítico en el mundo del diseño porque su cuerpo de aluminio y mango negro la hacen inconfundible. De hecho, un ejemplar de los años 30 se encuentra expuesto en la colección del MOMA de Nueva York. Tal fue el amor de Bialetti por este invento que sus propias cenizas se depositaron en una cafetera moka de mayor tamaño.
Aunque muchos creen que el Chupa Chups es un invento español, lo cierto es que «ni es un invento ni fue patentado jamás como tal, porque en realidad es una marca», aclaran en la OPEM. De hecho, a Enric Bernat, fundador de la empresa, se le denegó incluso alguna patente por falta de novedad. Lo que sí fue patentado por un español es el caramelo con palo. Precisamente por el madrileño José Segura Martínez, en 1919. Sin embargo, la campaña de márketing de Chupa Chups fue mucho más eficaz e internacional.
Escanciar sidra podría considerarse prácticamente un arte, porque el tino que hay que tener para acertar con el jugo de manzana en el vaso a una altura de más de un metro es digno de ver. Para ayudar a los que somos más torpes y hacer esta tarea algo más sencilla se inventó el 'ayudante del escanciador eléctrico', un dispositivo que facilita el escanciado de sidra y que fue patentado por la empresa Eolo-Sport. Es el famoso Isidrín, que probablemente haya visto alguna vez si ha comido en un restaurante asturiano.
En 2007, el quiropráctico estadounidense Jason Wersland tuvo un grave accidente de moto. Al no encontrar nada en el mercado realmente eficaz para tratar su dolor, y tras haber estudiado los beneficios de la terapia de percusión sobre el cuerpo, tuvo la idea de reconvertir una taladradora en una masajeadora, sustituyendo el taladro por una bola de goma. Así creó la primera Theragun, una masajeadora que hoy en día está patentada y se comercializa a nivel mundial. Un ejemplo de invento nacido de la necesidad.
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Rocío Mendoza, Rocío Mendoza | Madrid, Álex Sánchez y Virginia Carrasco
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