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Miedo a perderse algo en las redes sociales

Miedo a perderse algo en las redes sociales

Es un trastorno en alza que tiene nombre: FOMO, y que ha aumentado durante la pandemia

Miércoles, 9 de febrero 2022, 00:01

Las 'stories' de las redes sociales duran solo 24 horas y las publicaciones se actualizan (casi infinitamente) cada vez que refrescamos la web. Es el ritmo voraz de Internet... y algunas personas viven este trajín con verdadera angustia. La realidad es que, por más horas ... que pasemos navegando por estas plataformas, nunca llegamos a estar plenamente 'enterados' de lo que está pasando, pues tal vez dos segundos después de cerrarla 'app' alguien haya publicado una fotografía o un comentario nuevo. ¡Y nos lo perdemos!

El temor a que esto suceda, a perderse algo, a no saber qué está ocurriendo, a sentirse 'ausente' o 'fuera de' es lo que se conoce como FOMO, una patología psicológica cuyo nombre proviene de la expresión inglesa 'fear of missing out'. «Se trata de un tipo de ansiedad social fundamentada en la sensación de que otros podrían estar teniendo experiencias importantes o gratificantes en las cuales uno no está presente, de las que no es conocedor o en las que no participa activamente», explica la psicóloga sanitaria y neuropsicóloga clínica Ana Isabel López Idarraga, perteneciente al Colegio de Psicólogos de Bizkaia.

Como consecuencia, «eso impulsa la necesidad de estar permanentemente conectados a los entornos digitales para saber qué es lo que está ocurriendo (nuevos comentarios o publicaciones, correos electrónicos sin leer…)», añade Fernando Checa García, profesor experto en redes sociales del Máster en Marketing Digital de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR).

En 'alerta' constante

El término no es nuevo. Comenzó a utilizarse en los años 90 para referirse a la sensación de miedo generada por la posibilidad de perderse actividades o planes. Hoy en día, en cambio, se relaciona directamente con el uso de las nuevas tecnologías y, en especial, con las redes sociales, pues el hecho de que se actualicen constantemente lleva a permanecer 'alerta' y conectado de manera compulsiva, con el fin de sentirnos presentes, informados y aceptados.

«Este síndrome afecta a cualquier persona y a cualquier edad», advierte López Idarraga, pero la población adolescente y los adultos jóvenes son los más vulnerables. «Una explicación puede ser la necesidad de pertenencia al grupo en estas etapas de la vida. Se asume que estar presente y participar en las redes sociales garantiza la aceptación y pertenencia al grupo, lo cual alimenta la propia autoestima y seguridad, mientras que no hacerlo se asocia a la posibilidad de ser desplazado, no gustar o quedarse solo», agrega.

Afecta, sobre todo, a las personas cuya satisfacción depende de las reacciones y opiniones de los demás. «Por ejemplo, alguien que publica una imagen en Instagram y está constantemente abriendo la aplicación para comprobar cuántos 'likes' ha generado», declara Checa García. Así, algunos 'síntomas' de este síndrome son: baja autoestima, pobre autoconcepto, sentimientos de rabia y tristeza o miedo a la soledad.

Igualmente, la gran cantidad de tiempo que se invierte en mantenerse siempre conectado, la incapacidad de estar sin el móvil, de tenerlo apagado o la necesidad irrefrenable de acceder a las redes sociales, incluso en momentos inadecuados, puede impedir o limitar el desarrollo normal de las tareas de la vida diaria. «A menudo repercute en las actividades laborales y académicas, que se postergan en favor de navegar por las redes sociales; e influye en el desplazamiento de las relaciones reales por las digitales», expresa López Idarraga.

Los efectos de la pandemia

Se han observado también problemas de concentración, insomnio, abandono de las costumbres saludables y del cuidado personal y trastornos de ansiedad, depresivos e incluso adictivos, principalmente a las redes sociales. «Cada vez somos más incapaces de salir del entorno digital y hemos pasado a visualizar el mundo convencional a través de la tecnología», lamenta Checa García. «Cualquiera ha ido a un concierto o ha visto una puesta de sol y lo ha grabado con su móvil para publicarlo 'online'. Eso nos distrae y hace que la experiencia deje de ser completa, porque nos parecen más interesantes las reacciones de nuestros seguidores ante el contenido compartido que la propia vivencia. Es decir, importa más pretender disfrutar de ese momento en el entorno digital que en la realidad. Hacer esto no tiene por qué ser una preocupación, el problema es sentirse mal cuando no se hace».

Los periodos de confinamiento impuestos a raíz de la pandemia han influido también en el incremento de los casos de FOMO. «En el 2020 hubo mucho tiempo libre mientras estábamos confinados en casa. La vía de escape fue el entorno digital, lo que disparó la presencia en las redes sociales, que permitían aliviar la sensación de soledad y la necesidad de mantener contacto con el exterior. Lo que no hemos conseguido ha sido dar marcha atrás. Es decir, ahora que podemos salir y socializar cara a cara muchas personas siguen haciendo el mismo uso de las redes sociales que durante el confinamiento», afirma el profesorde UNIR.

Cómo atajar el problema

  • Ponerse límites Si la persona que sufre FOMO se debería limitar el uso que hace de la tecnología, sobre todo de las redes sociales. Por ejemplo, establecer tiempos y espacios para dicha actividad, «una opción que se puede activar en los ajustes del propio móvil», destaca el profesor de UNIR. Si no funciona, lo recomendable es pedir apoyo psicológico.

  • Educar en el uso de las tecnologías «Es importante educar a los niños y jóvenes en habilidades sociales, promover las relaciones reales y ofrecer recursos sociales saludables (aceptar las diferencias, cultivar la empatía...), así como trabajar la falsa creencia de que hay que 'estar presente' para ser aceptado socialmente», orienta la psicóloga bilbaína.

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