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Las vacaciones son necesarias para todos. Incluidos los niños, que también merecen un descanso del colegio y de la rutina. Sin embargo, en esta época estival muchas familias debaten sobre la necesidad o no de que hagan deberes de verano. ¿Les compramos cuadernillos de repaso o les dejamos jugar todo el día? Esta es la cuestión.
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J. Castillo
Julia Fernández
Cuando se trata de una semana de asueto hay menos dudas, pero las vacaciones escolares en España duran dos meses y medio, son unas de las más largas de la Unión Europea. Diez semanas nada menos sin clases para desconectar y para divertirse. Como los padres no se ponen de acuerdo en qué hacer, recurrimos a los expertos para que la respondan: ¿Aprendizaje o descanso?
Lo primero que hay que tener en cuenta es que sí, los niños y los adolescentes 'pierden' parte de los conocimientos aprendidos en periodos tan largos sin hacer nada. Es lo que se llama 'summer slide'. Un estudio de la la Universidad Johns Hopkins descubrió que este fenómeno se empieza a producir en los cursos de Primaria y afecta hasta la Secundaria, donde es acumulativa si no se toman medidas oportunas.
Así que lógicamente habrá que hacer algo para que no suceda. La pregunta, por tanto, es cómo llevarlo a cabo sin que sea un martirio ni para unos ni para otros. «Es importante que los ejercicios no los vean como deberes, sino como una forma de aprender de forma entretenida. Es positivo que encuentren una forma de hacerlos sin que sientan esa responsabilidad u obligación», apunta Emily Lawrenson, gerente de comunicaciones de Qustodio, plataforma de seguridad online y bienestar digital para familias.
La experta, además, propone que esto se combine con tiempo para el aburrimiento para los pequeños, algo que «potencia la imaginación, ayuda a conocerse mejor y mejora la atención». Eso sí, siempre buscando el equilibrio y la moderación en el uso de dispositivos tecnológicos. «Recurrimos a ellos como antídoto para llenar espacios de tiempo muy concretos. No nos pone delante ningún reto, no hay dificultad en conseguir las cosas, todo está disponible y a mano. Si abusamos de estos recursos, dejará de ser una experiencia significativa, y no nos hará pensar», explica Josefa Ros, investigadora de la Universidad Complutense de Madrid y autora del ensayo 'La enfermedad del aburrimiento'.
Pilu Hernández Dopico
Experta en educación
Promover el fortalecimiento de los lazos familiares, fomentar sus intereses personales o el descubrimiento de nuevos, hacer manualidades, pintar, leer cuentos en voz alta, cantar, ir a parques o aprender un deporte nuevo son algunas de las alternativas que propone Roberta Madrazo, directora educativa de Nominis, plataforma online de aprendizaje, para las vacaciones. «El error está en considerar incompatibles el descanso con el aprendizaje creativo y divertido. La decisión de asignar deberes en verano debe tomarse cuidadosamente, considerando este objetivo y las necesidades individuales de los estudiantes, así como los recursos disponibles», ahonda.
Madrazo coincide con otros especialistas en que los deberes pueden contribuir a acrecentar las desigualdades entre los alumnos de familias con más posibilidades económicas, sociales y culturales. No obstante, la solución para los expertos consultados es la personalización en función de cada crío y atendiendo a aspectos como la edad, la personalidad o los resultados académicos del curso. «Es necesario adaptar esos deberes ya que cada niño tiene una realidad distinta», apunta la directora Educativa de Nominis que, como Lawrenson, considera que «no se debería exigir a los niños igual que durante el periodo escolar».
«Es un momento propicio para leer por placer, para jugar con sus padres, hermanos, primos o amigos, escuchar, compartir, observar estrellas fugaces, aprender matemáticas o vocabulario mientras se cocina, se hace la compra o se bañan en la piscina, pero siempre de una forma lúdica y alejada de lo estrictamente académico», relata Pilu Hernández Dopico, experta en educación y CEO de El Pupitre de Pilu. Ella invita a los padres a preocuparse más por «compartir tiempo con sus hijos y escucharles» que por los deberes. «El ritmo que impone la rutina diaria no nos permite dedicarles la atención que merecen y el verano es el mejor momento para hacerlo», concluye.
Guía práctica para reforzar conocimientos de forma cretaiva
Escucha sus preferencias Implica al pequeño y que sea él quien elija cómo seguir alimentando su cerebro. ¿Opciones? cuentos, dibujos, puzzles, comics, libros, vídeos, películas, canciones...
Crea una rutina Reserva 15-30 minutos en un pequeño espacio a poder ser por la mañana, que es el mejor momento para ejercitar el cerebro.
Aire libre Realiza excursiones a la montaña, disfruta de paisajes, de noches estrelladas, de baños en playas y lagos, visita museos, parques naturales o recorrer ciudades.
Juegos en familia Los juegos de mesa son geniales para ejercitar la mente de los niños. Aprenden cosas y les estimulan por la competición sana que supone: se les puede enseñar a ganar y a perder.
Proyectos propios Anima a los más pequeños a aprender a cocinar nuevas recetas, construir un jardín, o, incluso, iniciar una pequeña fábrica de manualidades.
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