Germán Fernández es un joven vallisoletano que ha eliminado sus perfiles de Instagram y Twitter después de siete años de uso diario. Las redes sociales empezaron a sobrepasarle y dio el paso al verse rodeado de amigos, familiares y desconocidos hiperconectados a través de una pantalla, pero desconectados de las relaciones reales.
Él mismo lo ha vivido en primera persona: «Tener la relación personal al lado y estar a algo más superficial: el móvil». Si bien las redes desconectan a sus usuarios de la realidad, el 72 % de los adolescentes de entre 14 y 16 años residentes ... en España aseguran sentirse más conectados con sus amigos mediante estas plataformas, según recoge la Fundación FAD Juventud en el informe 'El ocio digital de la población adolescente'.
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Están diseñadas al detalle para generar una cierta adicción que lleva a permanecer en ellas durante horas. Hacen sentir «que el móvil te tiene a ti y no tú al móvil», describe Germán. Además, cuanto más joven es el usuario, peores son las consecuencias de las redes.
El vallisoletano sentía la necesidad de estar pendiente de este objeto continuamente. «Buscaba una sola información o contenido que me llevaba a estar dos horas en Instagram. Enganchaba unas publicaciones con otras que la aplicación recomienda», ejemplifica.
El 86 % de los adolescentes de 16 y 17 años dedican más de una hora a las redes sociales cada día, según la Organización de Consumidores y Usuarios. Incluso, dos de cada tres admiten haber tenido insomnio por el uso de internet, una muestra de la cantidad de tiempo que invierten en la red.
A lo largo de tantas horas invertidas, las empresas recopilan datos privados que abarcan desde los gustos hasta la ideología política. El objetivo es venderlos a otras entidades. En el caso de Instagram y Facebook, ganan alrededor de 17 euros mensuales cada una a cambio de comercializar la información de sus usuarios, según la empresa de protección de datos HeyData.
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«Cuánto más tiempo pasemos en las redes más información estamos generando» lo cual se traduce en mayores beneficios económicos. Desde la interfaz y la apariencia hasta las notificaciones están optimizadas para atrapar a la comunidad usuaria durante horas.
El ejemplo más significativo es el «scroll infinito», que posibilita el consumo de contenidos de forma automática e ilimitada con el deslizamiento vertical dentro de la aplicación, expone el libro 'Gestos, tecnologías y sociedades'.
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El factor que lo posibilita es la especialización en métodos para controlar la actividad y la conducta de los usuarios. Para Germán, esto las convierte en «un sistema muy potente de comunicación más bien del exterior con uno mismo que de uno mismo con el exterior».
El resultado es «un espionaje masivo» , denuncia en el libro 'Diez razones para borrar tus redes sociales de inmediato', Jaron Lanier, exasesor de Silicon Valley (sede de Google y Facebook). Recaban datos de seguidores, el tiempo de visualización, los comentarios, imágenes…
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El ser humano tiende a repetir aquellas conductas que asocia al placer y al repetirlas «se puede perder el control y terminar enganchados». Además, la satisfacción es a corto plazo y se obtiene de forma inmediata. Cortejoso denuncia que las redes enseñan «unas máximas contrarias a cómo funciona la vida real: sin límites, sin esfuerzo y de forma inmediata».
David Cortejoso
Psicólogo especializado en tecnologías
El consumo de contenidos en estas aplicaciones no requiere de esfuerzo gracias a esta estrategia. Junto al anonimato, da lugar a la desinhibición social y a un comportamiento totalmente distinto respecto al que se tendría en persona. Por ejemplo, nadie iría por la calle explicando a desconocidos lo que ha comido o con quién ha quedado.
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«Las actividades falsas y masivas en las redes sociales influyen en las personas reales», recuerda Lanier. En otras palabras, impulsan la desinformación, en muchas ocasiones propagada por dichos bots.
A su vez, el anonimato favorece la ejecución de otras infracciones: en 2022 los delitos digitales han aumentado un 72 % respecto a 2019, de acuerdo con los últimos datos del Ministerio del Interior.
«Las redes sociales nos están cambiando la vida, como grupo y como sociedad. Nos llevan hacia un lado u otro sin saberlo», advierte Cortejoso. Incluso, tienen consecuencias negativas sobre la salud física de los usuarios. Lo virtual está bien cuando no podemos tener lo físico o como complemento, «pero estar cambiando constantemente lo real por lo virtual tiene repercusiones negativas».
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Germán lo ha comprobado en sus propias carnes. Asegura que el primer paso es reflexionar y ser consciente de las consecuencias para evitar que la sociedad funcione al ritmo de las redes sociales, una máxima que Cortejoso secunda.
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