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Cada vez es más frecuente ver a menores utilizando un 'smartphone' a edades tempranas. Incluso, los bebés tienen presencia en las redes sociales antes de cumplir los seis meses. Tanto niños como adultos desconocen sus consecuencias, advierte David Cortejoso, psicólogo especializado en tecnologías y ... secretario del Colegio Oficial de Psicología de Castilla y León.
En primer lugar, las normas manifiestas de estas plataformas se incumplen sin consecuencias. El caso más latente es la restricción por edades. El 68 % de los menores de entre 10 y 12 años tiene por lo menos una cuenta en redes sociales, según la Asociación Valenciana de Consumidores y Usuarios.
Sin embargo, la edad mínima legal para usar Instagram, Twitter, Facebook y Twicht es de 13 años, mientras que YouTube requiere de un año más. En cuanto a WhatsApp y TikTok, es de 16 años. Así lo establece cada plataforma en sus Términos.
La posibilidad de crear un perfil, aunque sea falso y esté incumpliendo la legislación vigente, da lugar a una sensación de impunidad, explica David Cortejoso. Las personas más jóvenes aprenden que sus actos no tienen consecuencias, algo que también sucede al utilizar los videojuegos a edades tempranas.
Salir del mundo real para entrar al virtual no mejora la salud mental. Los principales efectos a nivel psicológico son la dificultad para adquirir paciencia y tolerancia a la frustración, lo que explica la agresividad que desarrollan algunas personas desde edades cada vez más tempranas.
El propio psicólogo lo detecta en las consultas. «Primero por lo que ven dentro. Segundo porque provoca placer, entonces su madre le quita el dispositivo porque termina el tiempo de pantalla y la respuesta inmediata a alguien que te quita algo que te está produciendo placer suele ser la ira», concreta.
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Yolanda Fernández Blanco
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La sociedad se está acostumbrando a apretar un botón y obtener una respuesta en cuestión de segundos. Al enfrentarse a situaciones cotidianas suele sentirse sobrepasada porque «en la vida real pocas cosas son inmediatas, hay que esforzarse».
El aumento de casos de ansiedad, baja tolerancia a la frustración y depresión evidencia el deterioro de la salud mental en la juventud, del que las redes sociales son responsables en gran parte. «Es una pasada lo que tenemos en las consultas de psicología», lamenta Cortejoso.
Otro riesgo para los menores es la falta de privacidad que ellos mismos y sus representantes legales consienten. «Hay que tener las cosas claras respecto a lo que compartimos y el impacto o alcance que puede tener ya que internet es imborrable», tal y como suele explicar Cortejoso en las formaciones que imparte a diferentes colectivos como padres, jóvenes, sanitarios y policías.
David Cortejoso
Psicólogo experto en tecnologías
Los adultos están perdiendo su privacidad, algo que transmiten a los niños. Ya no solo con el hecho de que las empresas compren y vendan sus datos, sino con los contenidos que ellos mismos suben. Por ejemplo, fotografías de sus hijos menores de edad y de la zona en la que viven. «Los menores están desarrollándose sin saber lo que es la privacidad y sin darle ningún valor», advierte el psicólogo.
Además, las plataformas sociales cambian la manera de relacionarse. El psicólogo detecta que la juventud evita hablar por teléfono y recurre a los chats en diferido de WhatsApp o Instagram. Las «ventajas» que encuentran en este medio de comunicación son disponer de más tiempo para pensar qué decir y evitar el cara a cara con otra persona.
Los individuos introvertidos ya tienen una dificultad para socializar, una carencia acrecentada con el reemplazo de «la comunicación personal por las pantallas». Cortejoso advierte que es más grave en el caso de los niños, ya que acceder a las redes y a las pantallas a edades tempranas desemboca en «problemas a la hora de desarrollar la escucha activa y la capacidad de comunicación».
«Al final se están acostumbrando a usar el móvil o las redes como medio por el que comunicarse», observa. El perjuicio es que no desarrollan habilidades sociales «que sí o sí van a necesitar en su vida cotidiana».
Frente al presente contexto, durante los últimos años ha surgido una corriente de jóvenes que, al alcanzar una edad cercana a los 20 años, empieza a ser consciente de los aspectos negativos y a sentirse cansada de las redes. Es el caso de Germán Fernández, un joven vallisoletano que ha borrado sus redes sociales.
«Hay gente que cuando hablo de que me quité las redes sociales me comenta que también les gustaría», reconoce Germán. Al final, el temor a perder aceptación social los disuade. Así se sentía él hasta que dio el paso de «tener relaciones más reales» y comprobó que «a quien te valora le da igual que uses redes sociales o no».
«De mi entorno apenas conozco a alguien que haya dejado las redes por completo. Puedo contarlas con los dedos de una mano», reflexiona. Todo por la atracción tan fuerte que producen estas plataformas.
David Cortejoso
Psicólogo experto en tecnologías
La sociedad está construyendo su autoestima con base en las interacciones virtuales. Cortejoso lo contempla como un obstáculo para desarrollar la personalidad, sobre todo en la juventud, porque se sustenta sobre un factor externo, ajeno a su control.
«Hoy puede tener muchas visualizaciones, me gusta, seguidores… Pero de un día para otro todo eso puede caer junto a su autoestima», explica Cortejoso. Y no sabrá recuperarla porque se basa en «lo que opinan los demás a través de una red social», no en sus propias capacidades.
Además, los referentes son influencers, es decir, cualquier persona que genere tendencia dentro de las interfaces, para bien o para mal. Los contenidos de estos gurús suelen ser vidas perfectas que «imponen» unas modas u otras.
Es el caso del crecimiento de la medicina estética: la edad media de entrada a este servicio ha bajado de los 35 años a los 20 y la mayoría son mujeres (70 %). Así lo recoge la Sociedad Española de Medicina Estética, entidad que asocia este fenómeno al uso de las redes, sobre todo, a Instagram.
El psicólogo defiende la adecuada conformación de la personalidad como «un aspecto muy importante para cualquier persona». No obstante, el uso de plataformas sociales a edades cada vez más tempranas lo complica.
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