Mercedes Gallego
Corresponsal. Nueva York
Martes, 25 de febrero 2020, 22:04
Temblaba, tenía el pulso acelerado, la tensión por las nubes. En ese estado salió del juzgado el todopoderoso magnate de Hollywood Harvey Weinstein tras oír la sentencia que le declara culpable de agresión sexual. «Una gran victoria, supongo, desde el punto de vista de ... las mujeres, que manda un fuerte mensaje», interpretó con una cautela poco habitual en él el presidente Donald Trump desde la India, donde se encontraba de gira.
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El mensaje no era solo para él, sino para el tendero de la esquina, el jefe de planta o cualquiera que haya abusado de una mujer desde una situación de poder. Si un titán como Harvey Weinstein puede ir a la cárcel, es que «hay más por venir, hermanas», tuiteó la actriz Mira Sorvino. «Esto es solo el principio».
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Las puertas de la justicia se han abierto y sus aguas pueden llevarse por delante a muchos abusadores que se han creído a salvo durante toda la vida, protegidos por una cultura machista que ahogaba la voz de sus víctimas. «Se ha producido un terremoto cultural de muchas maneras», lapidó la actriz Rosanna Arquette, que fue una de las primeras en contar sus abusos.
Un centenar de mujeres ha contado públicamente lo que sufrieron cuando Weinstein se aprovechó de sus sueños y ambiciones para abusar de ellas camino a la fama, pero el agradecimiento de la mayoría era para las seis que, además, pasaron por el «traumático trago» de testificar en un tribunal. «Habéis hecho un gran servicio a las mujeres y niñas de todas partes», las alabó la actriz Ashley Judd. «Gracias».
Entre las que lloraban de emoción estaba Monica Lewinsky, que dijo haberse emocionado «no solo por las mujeres que fueron víctimas de sus abusos, sino por todas las que han sido marginadas y abandonadas por el sistema judicial, algunos sectores de la sociedad y de la prensa», tuiteó. «Esta es una victoria para #MeToo (mí también)».
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Weinstein aún no estaba en la cárcel, como muchos creían. De camino a la prisión de Rikers Island la policía se detuvo en el hospital de Belleveu donde pasó la noche ingresado al tener la presión sanguínea disparada. Esa cama inmaculada de un centro médico fue su noche de transición entre la vida de lujo y poder que ha llevado durante sus 67 años y la que le espera en la cárcel por un tiempo aún por determinar, que puede oscilar entre cinco y 25 años. «No se lo esperaba», dijo su abogada, «no estaba preparado».
Las mujeres de todo el mundo que han impulsado el movimiento del #MeToo también temían que la justicia no estuviese a la altura de la revuelta social que han llevado a cabo en los últimos tres años, aunque eso no deleite a todos. «Esta es una pregunta que debería rondar a todos los estadounidenses pero especialmente para los poderosos», preguntó en las redes Andrew Wyatt, el portavoz del actor y humorista Bill Cosby, que también ha dado con sus huesos en prisión por violar y abusar sistemáticamente de las mujeres en su órbita. «¿A dónde vamos en este país para encontrar una justicia imparcial? Este es un día muy triste».
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