La pandemia por el COVID-19 nos afecta a todos pero el confinamiento de cada uno es distinto, al igual que antes lo era la vida en libertad de cada uno. La actitud con la que afrontamos este tiempo, el lugar en el que residimos, ... la posibilidad de expresarnos define esta cuarentena. María José Castaño, la pintora burgalesa inseparable del paisaje del valle del río Arlanza, está pasando este tiempo en su casa a orillas de este mismo río, en plena naturaleza, a un paso del pabellón donde desata su arte, donde se hace con la luz y el color que la rodea.
María José está en espera, como todos, pero eso no significa que este sea un tiempo perdido ni derrochado. «Estoy viviendo esto como un tiempo de espera. Hay momentos en los que hay una niebla que no me deja ver el final pero esa niebla también se disipa. En este tiempo de espera tampoco quiero esperar nada, solo vivirlo con toda la intensidad que me permite la vida, precisamente por tener la fortuna de vivir en contacto con la naturaleza», reconoce la pintora.
Se encuentra absorbiendo este momento en el que confiesa que percibe más cosas y está siendo «más consciente de mí misma porque este es tiempo clarificador para darnos cuenta de muchas cosas».
Pero tampoco idealiza el momento, María José es realista y no se presiona porque entiende que estar mal, estar poco inspirado, es un estado más, inevitable y por el que hay que pasar. Al comienzo de esta cuarentena impuesta por la COVID-19 empezó trabajando mucho. Reflejó la tormenta que todos sentíamos y la que la naturaleza mandaba al comienzo de la primavera. «Empecé trabajando mucho con las nubes, quería reflejar las cosas atormentadas y la primavera, la explosión. Pero luego tuve un momento de vacío, de no pintar porque no me salía nada», reconoce. Lejos de presionarse o castigarse mentalmente, María José tomó una actitud más sana y se entendió a sí misma. «No pasa nada por estar parada. Voy al río, lo observo y me transmite cosas. No me quiero fustigar, no pasa nada por no estar pintando ahora mismo, quiero que lo que salga sea del alma y de una manera consciente, apunta.
A María José le ayuda tener su espacio en el que pinta habitualmente cerca y huir de la «movida política» porque le cansa mucho. «Me ayuda tener ese espacio que, al final, es el de siempre pero el hecho de que haya una prisión en el exterior también afecta», reconoce. María José tiene un espacio privilegiado, una casa en plena naturaleza, allí también pinta, pero el hecho de no poder salir, viajar, coger el coche y largarse, como en ocasiones hacía, le afecta, «me contengo, pero aquí también soy libre y viajo. Los creadores estamos con nosotros mismos pero esta soledad es muy grande porque no puedes contar con el amigo, ni el abrazo. Ir a ver a los amigos, conectar con los demás», lamenta.
Burgaleses ante el coronavirus
Esta creadora tampoco se ha librado de que la COVID-19 afecte a su trabajo. Tenía un viaje previsto para pintar en Almería, «todo preparado para buscar nuevas luces pero, una vez que no se puede, buscas la luz en el lugar en el que estás, que ahora se transforma y cambia» pero reflexiona sobre su fortuna, «qué bien que esto me ha pillado en mi casa con la fortuna de vivir en la naturaleza».
También se le han retrasado exposiciones y tenía previstas visitas de clientes que se han aplazado, «me lo puedo tomar como una tragedia o manener la esperanza de que todo volverá». Ahora está trabajando en la exposición que en 2021 realizará en el CAB y en otra que tenía en septiembre en Sevilla, una muestra que se ha atrasado unos dos meses. «Pero no hay que perder el ánimo aunque también me da rabia que digan que es buen tiempo para los artistas. Lo que afecta a todos también nos afecta».
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