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Imagen de una residencia de ancianos con un gel desinfectante. Ramón Gómez
Miedo, tristeza y agobio en las residencias de ancianos burgalesas tras la restricción de visitas

Miedo, tristeza y agobio en las residencias de ancianos burgalesas tras la restricción de visitas

Dos gerocultoras nos explican que los residentes notan el aislamiento y, además, aumenta su desconfianza con todas las medidas de seguridad extraordinarias | Toda personas que no sea trabajador no puede entrar a los centros

Miércoles, 18 de marzo 2020, 08:18

La periodista Pepa Bueno reflexionaba este lunes 16 de marzo: «¿Tiene sentido decirle a un anciano de 97 años que no vamos a visitarlo para no acortar su vida cuando su vida es que vayamos a visitarlo? ¿Existe algo más doloroso que negarle ... a un paciente de coronavirus que sabe que se va a morir una visita de sus familiares para que ellos no se contagien? Todo esto que explicado se entiende, vivido es muy duro». Así, con sentimientos encontrados, están viviendo el estado de alarma instaurado por la COVID-19 en las residencias de ancianos de la provincia de Burgos.

BURGOSconecta ha hablado con dos gerocultoras de dos centros burgaleses, uno de la provincia y otro de la capital burgalesa. En ambos casos coinciden en que los trabajadores entienden la restricción de visitas, es lo más seguro, afirman, y así se lo intentan transmitir a los residentes. «Se les ve más tristes y los que tienen peor estado de salud tienen más miedo. A esto se suma que se sienten aislados. Muchos hablan por teléfono con sus familiares y conocidos pero a la gente con enfermedades como el alzhéimer, que pueden no reconocer, las visitas les sientan muy bien», explica una de ellas.

Su compañera de profesión coincide, «los ancianos están raros y algunos hasta enfadados, tristes y agobiados. Se les nota que tienen menos ganas de jugar entre ellos. Notan la falta de visitas», concluye.

En ambos centros se ha explicado a los residentes la situación, se les informó de que las personas encargadas de su cuidado llevarían mascarillas y guantes en todo momento. Aún así, el miedo es libre. «No transmites confianza con la mascarilla y poniéndoles el termómetro con frecuencia», apuntan. Una de estas gerocultoras señala que el primer día sin visitas se notó que hasta escaseaban las ganas de comer entre ellos, «además ven la tele, escuchan que los fallecimientos son de personas mayores...».

Ambas reconocen que son momentos difíciles, por todas las medidas a adoptar en el trabajo al tratar con pacientes de riesgo, por el estado anímico de los residentes y por el miedo a contagiarles algo.

Medidas

En los centros residenciales se adoptó, antes del estado de alarma, la restricción de visitas. La población de avanzada edad es un grupo de riesgo en esta enfermedad causada por el virus SARS-CoV-2. Los trabajadores de estos centros deben llevar mascarilla en todo momento, cambiarse de guantes de un residente a otro y, entre este cambio, tienen que lavarse las manos con gel desinfectante.

Además, se les ha ordenado reducir el contacto con residentes y compañeros. El segundo caso es más fácil, se turnan para cambiarse de ropa, no se tocan pero, en el primer caso, es imposible. El trabajo con ancianos requiere de contacto para su aseo, alimentación o cambios posturales. Igualmente deben tener especial cuidado con los residentes con patologías respiratorias, con los que se toman medidas especiales de seguridad.

Al igual que la entrada al recinto para las visitas no está permitida tampoco está permitida la salida de ningún residente. En algunos casos, las residencias cuentan con un jardín y esto alivia el encierro. En los casos contrarios, están seguros de que el agobio llegará.

El resto de personas ajenas al centro residencial, como los repartidores, tampoco pueden acceder, así que dejan los paquetes en la entrada. Se ha suspendido la misa y se la ponen en la tele. Igualmente, el personal que acude a impartir actividades de gimnasia, de manualidades o música tampoco puede acceder. En estos casos, muchos han enviado vídeos a las residencias para que les pongan en la televisión algunas clases.

«Da mucha pena, sobre todo, por aquellos que tienen enfermedades que les incapacitan para entender la situación pero sabemos que estamos tomando todas estas medidas por ellos», asegura una de estas gerocultoras.

En algunos casos, en estos centros solo accede el médico asignado. En otros ni siquiera eso. «Si tenemos alguna necesidad o consulta, llamamos al centro de salud asignado por teléfono, se da el nombre del paciente y se comenta lo que le ocurre. El médico, con el historial del paciente, nos da las instrucciones. Si no es patología relacionada con la COVID-19 se intenta solucionar en el recinto», explica una de ellas.

Asimismo, los trabajadores de estos centros residenciales, tienen claras las instrucciones que deben seguir en caso de que uno de los pacientes presente síntomas relacionados con esta enfermedad.

«Solo es esperar, trabajamos muy agobiados pero estamos haciendo lo correcto, este es nuestro trabajo y la prioridad es proteger a los ancianos», apuntan.

La situación no es fácil de manejar pero las familias saben que cuentan con profesionales comprometidos encargados de proteger y cuidar de nuestros mayores.

Lo peor es notar que las mascarillas escasean, esperan no tener que llegar a la situación de verse sin este material y se reponga, pero la angustia es una mala compañera en estos momentos de incertidumbre.

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