Borrar
Relatos de una pandemia: tres curvas y 72.258 muertos después
14 de marzo

Relatos de una pandemia: tres curvas y 72.258 muertos después

Hoy hace un año de aquel día en el que España declaró el estado de alarma y comenzaron y también terminaron miles de historias a las que ponen voz algunos de sus protagonistas

Sara I. Belled y ALICIA CABOBLANCO

Texto y gráficos | Ilustración

Domingo, 14 de marzo 2021, 00:17

Entre quienes ya sabían que era tarde y quienes no se lo terminaban de creer, el 14 de marzo de 2020 no dejó a nadie indiferente. España declaró el estado de alarma, iba a confinarse, y es posible que en la retina de aquel día queden imágenes del último paseo, de los carros llenos de papel higiénico (cuando todavía quedaba), de las estanterías vacías... Pero también de una cama de hospital, de una sala UCI que se empezaba a llenar, de los primeros síntomas de un contagiado, del miedo de una anciana en su residencia, de la vieja normalidad de quienes no imaginaban entonces hasta qué punto el coronavirus, del que poco o nada se conocía, podía cambiar su vida.

Hoy hace un año de aquel día en el que comenzaron y también terminaron miles de historias. Historias de gente corriente a las que ponen voz algunos de sus protagonistas.

Capítulo 1

¿Dónde estaba el 14 de marzo?

Quizá estaba en casa, quizá ya le tocó teletrabajar o aprovechó para disfrutar del último día en la calle antes de lo que en principio iban a ser solo dos semanas de estado alarma. El 14 de marzo fue sábado y el 15, el domingo, se vaciaron las calles. ¡Qué cosa tan extraña esa de no poder salir! Resulta que para entonces ya había quien conocía de primera mano lo que era confinarse por el coronavirus, desde una cama de hospital, pensando que era, que iba a ser, el perro verde, «el único que lo va tener».

-¿Dónde estaba el 14 de marzo?

Pues el 14 de marzo estaba en el hospital. Ya llevaba dos semanas hospit...

A Juan Carlos Villena, periodista de Las Provincias, no le gusta estar a este lado del foco mediático. Dice que ya no le «toca». Sin embargo, ser uno de los primeros contagiados hizo que su caso se conociese y forma parte imprescindible del relato de aquellos días.

El 14 de marzo de 2020 estaba en una habitación del hospital Arnau Vilanova de Valencia: «La estadística dice que soy el 9», afirma. El noveno contagiado de la Comunidad Valenciana entró en el hospital a finales de febrero. Sus padres también estuvieron ingresados.

Juan Carlos Villena, en primer plano, saluda a su padre en la habitación del enfrente. R.C.

Entonces se conocía cada positivo con nombre y apellidos. Ahora le sigue chocando cómo, a la vez, todavía primaba el «seguir el contador de casos y muertos, casi como en un carrusel deportivo». Asegura que pasar la enfermedad le ha cambiado la forma de ver el mundo, que ha tenido que relativizar las cosas a la fuerza.

El viaje de uno de los compañeros del diario a Milán, para cubrir el Atalanta-Valencia del 19 de febrero de 2020, se definió entonces como el inicio de este brote. Pero Juan Carlos piensa, como su neumólogo, que debió contagiarse antes y cree que el virus estaba en España al menos «desde mediados de enero» (posibilidad que ha sido reconocida por las autoridades sanitarias).

Atendiendo a los números, hay grandes diferencias entre los datos que se conocían en ese momento, los notificados diarios, y esos mismos positivos y otros más reorganizados por fecha de diagnóstico o inicio de síntomas. Unas variaciones que en el caso de la primera ola, cuando la capacidad de diagnóstico era mucho menor que la actual y las fuerzas se centraban en contener una pandemia de la que poco o nada se conocía, hacen multiplicar el número que entonces se publicaba casi por cuatro.

Eso sin contar que muchas de las personas contagiadas nunca han sido diagnosticadas, como corrobora el estudio de seroprelavencia, que determinó que un 9,9% de los españoles habrían estado expuestos al virus hasta noviembre. Entonces se contaban alrededor de 1,6 millones de contagiados y se supone que eran 4,6.

-Una de las grandes polémicas de la pandemia en España, casi desde el principio, ha sido el lío de los datos. ¿Cómo ha vivido estas idas y venidas como contagiado?

Yo es verdad que un año después he aprendido a relativizar todo esto por...

Juan Carlos no se explicaba —ni se explica ahora— por qué días antes de entrar en vigor el estado de alarma seguía viendo desde su ventana del hospital a los niños jugar juntos en el parque, como si no hubiese un virus reproduciéndose, o por qué encendía la televisión y veía los prolegómenos de las Fallas, que se cancelaron el miércoles 11 de marzo.

Así que vivió el comienzo del confinamiento en el hospital, sabedor de la realidad, pero también al margen de lo que ocurría más allá de la puerta de su habitación. «La situación se estaba desbordando, no era consciente de lo que se estaba viviendo en los pasillos, en la zona de urgencias, con gente en los sillones y en sillas», relata Juan Carlos. Tardó, literalmente, «15 segundos en contestar que 'sí'», que pedía el alta y terminaba de curarse en casa. «Pensaba en cómo lo había pasado la primera semana y qué me hubiera ocurrido a mí si llego al hospital y no hay una cama o una asistencia médica con oxígeno para atenderme…». Lo tuvo «muy claro». Salió el 20 de marzo.

Elige otro capítulo

Capítulo 2

La primera línea, del miedo a la entereza

Lo han contado, han avisado de su situación extrema en muchos casos, incluso cuando la presión hospitalaria ha sido algo mejor han abierto sus puertas para mostrar las consecuencias de lo que estaba pasando, pero lo cierto es que todavía hoy se hace difícil imaginar lo que se ha vivido y se sigue viviendo en una UCI española en plena pandemia.

-¿Ha sentido impotencia?

La primera ola sí que estuvimos apurados, pero para nosotros fue peor la seg...

Lara Secades es enfermera UCI del Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA), en Oviedo. Es una de las profesionales que han luchado en la primera línea de batalla contra el virus en España y cuenta que ha sido «duro, muy duro».

El peligro de colapso sanitario en los hospitales españoles ha sido una posibilidad muy real en algunos casos. La apertura de nuevas salas UCI para pacientes covid, a veces improvisadas, carpas levantadas por el Ejército para albergar a los enfermos menos graves o incluso la creación de todo un nuevo hospital, en el caso de Madrid, han ayudado a contener las embestidas del virus. No obstante, solo en la segunda y tercera ola, en algunas comunidades estas unidades de cuidados intensivos han llegado a superar el 50% de su capacidad con enfermos covid, sin contar a aquellas personas que ocupaban una cama por otras dolencias.

Y a pesar de que durante la primera ola Sanidad no aportó de forma diaria el porcentaje de ocupación, la evolución del número de personas que han necesitado una cama, en planta o en UCI, por fecha de hospitalización aproxima una realidad peliaguda.

En el HUCA recibieron el 29 de febrero al primer paciente con coronavirus. Fue el escritor chileno Luis Sepúlveda, primer contagiado en la región y que falleció como consecuencia de la enfermedad en abril. Desde entonces han estado trabajando día y noche con una carga muy alta y aprendiendo día a día de un virus que en los primeros meses de 2020 era un completo desconocido.

-¿Cómo fueron aquellos días en los que empezaron a llegar los primeros pacientes contagiados?

Me acuerdo de ese día del nerviosismo, del ya lo tenemos aquí...

Cuenta que en su caso no sufrieron problemas por falta de abastecimiento de medidas protectoras, como ocurrió en otros centros sanitarios españoles. No obstante, el miedo es algo común en cualquier circunstancia, tanto dentro del hospital como fuera, con sus familias. «Al principio teníamos más miedo porque no sabíamos si podíamos llegar a casa y contagiarlos», explica Secades. Ahora están vacunados. También conocen mejor cómo se comporta el virus, la importancia de protegerse de los aerosoles y han perfeccionado sus protocolos de seguridad.

«No quiero aplausos todos los días, pero que se normalicen ciertas cosas es la pena. Va pasando el tiempo y la gente se va cansando y ahora yo creo que ni las cifras de muertos que hay nos influyen»

Lara Secades, enfermera UCI del HUCA

Por otra parte, hay cosas que lamentablemente no han cambiado, convirtiéndose además en uno de los momentos más duros de los sanitarios a pie de cama.

-¿Cómo lidian con esas situaciones que se producen con pacientes que están solos incluso en los últimos momentos?

Es muy triste. Son pacientes que están solos en situaciones durísimas y...

No es fácil enfrentarse a la enfermedad, ni en un lado, ni en el otro. Y en el caso de los sanitarios y otros profesionales vinculados a esta primera línea, como celadores o personal de limpieza, los aplausos de las ocho de la tarde fueron un revulsivo. «Yo me emocionaba mucho, también porque estábamos muy sensibles», asegura Secades. Y reflexiona sobre cómo evolucionó esta iniciativa que fue diluyéndose en el tiempo: «Mirando atrás me da un poco de pena que normalicemos algunas cosas. No quiero aplausos todos los días, pero que se normalicen ciertas cosas es la pena. Va pasando el tiempo y la gente se va cansando y ahora yo creo que ni las cifras de muertos que hay nos influyen. Al principio decíamos '¡Dios mío!', y ahora parece que casi no prestamos atención a las cifras… Lo que por otro lado puede ser un mecanismo de defensa».

Más de un año después de atender a su primer paciente con covid, Lara Secades sigue peleando cada día igual, a pie de cama, desde la UCI de su hospital, consciente de que «muchas veces pensamos a muy largo plazo y, a veces, de hoy para mañana te cambia la vida».

Elige otro capítulo

Capítulo 3

Tras la línea amiga, 10 meses luchando contra el virus

Se llama Vicente Bermúdez, tiene 61 años, es médico de Atención Primaria en un centro de salud de Córdoba capital y el 14 de marzo del año pasado estaba en casa, a cinco días de ingresar en el Hospital Universitario Reina Sofía de su ciudad y pelear a vida o muerte durante meses.

-¿Era consciente entonces de que podía estar infectado de coronavirus?

Yo sabía que estaba mal porque la saturación de oxígeno era bajísima...

A Vicente, a quien se le entrecorta la voz por la traqueotomía que tuvieron que realizarle durante su ingreso, el coronavirus le tuvo 10 meses en el hospital, por la propia enfermedad, sus secuelas y por complicaciones propias de una estancia tan prolongada. Siete de esos largos meses los pasó en la UCI y otros tres, en planta. El día en que se marchaba a casa, el pasado 20 de enero, el equipo que le había cuidado le despidió así:

-Aquel día le aplaudieron a usted, pero imagino que mucho de ese cariño lo daría de vuelta.

Por supuesto... Yo por todo lo que pasé en los cinco primeros meses...

Es imposible no emocionarse. El coronavirus, esta enfermedad que igual transcurre sin síntomas que lleva al límite al cuerpo humano, ha dejado a Vicente secuelas que todavía no sabe «si van a tener carácter definitivo o no». Explica que es algo que está en el aire, pero «las perspectivas no son halagüeñas». Sorprende la entereza con la que lo expresa, pero se considera un hombre «de blanco o negro» y es muy consciente de lo que dice.

Su testimonio aúna el de un contagiado por covid y el del médico de Atención Primaria que peleó por su vida tras la línea amiga, pero que también vivió esas primeras semanas de confusión, en las que, asegura, no tenían claro si debían llevar o no mascarilla.

-¿Cómo vivió desde el centro de salud los primeros días de la pandemia?

Entonces no se sabía nada y las informaciones que uno percibía...

A día de hoy, Vicente acude dos días a diálisis al hospital y otros tres hace rehabilitación, además de los ejercicios que realiza en casa. Sigue necesitando una silla de ruedas, aunque ya ha empezado a caminar con una muleta y apoyándose en otras personas. Este cordobés de 61 años, que perdió cerca de 20 kilos durante su ingreso hospitalario, está inmerso en una de esas medias maratones que lleva a sus espaldas.

Dice que su condición de triatleta es lo que le «ha salvado el pellejo», que «tenía una capacidad física envidiable», una capacidad pulmonar que, en su opinión, le ha ayudado «a sobrevivir». Y aunque tiene experiencia en estas carreras de tan larga distancia, no esconde que se le hace duro salir a la calle, ver pasar a gente corriendo y «sentir envidia». Eso no le frena. Sabe que le queda un largo camino por delante, pero tiene sus perspectivas de futuro muy claras: «Seguir, seguir y seguir hasta recuperarme».

Elige otro capítulo

Capítulo 4

Despedirse sin decir adiós

¿Cómo se dice adiós a una madre sin verla? ¿A un hijo, a un abuelo, a un ser querido, sin verlos? Es una pregunta difícil incluso de leer.

El contador, ese que ha marcado durante el último año los récords más tristes, ya ha superado las 70.000 muertes oficiales por coronavirus. Más de 70.000 personas, con nombres y apellidos, que han fallecido en mitad de una pandemia en la que la distancia se ha hecho a veces un mundo, toda una vida.

-¿Cómo afronta uno ese momento en el que tiene que decir adiós sin verse?

Lo llevo mal, porque a parte de que es mi madre, tenía 95 años...

A Francisco Gandarillas le cuesta expresar con palabras esa despedida que no fue, pero pone voz a una realidad que se ha vivido en muchas familias españolas, cada una con sus circunstancias. Guadalupe Gómez, su madre, falleció por covid el pasado 25 enero y él no pudo cogerle mano en la despedida.

-El coronavirus nos ha quitado el contacto y eso, en un momento así…

El contacto humano yo creo que es muy importante a última hora...

Natural de Las Presillas (Cantabria), Lupina, como la llamaban, era una mujer muy familiar, querida y respetada, entre cuyas mayores distracciones estuvo ir a la iglesia, donde «disfrutaba». Por eso cuando ni siquiera pudieron celebrar la misa con la normalidad que en esta situación es tan necesaria… «Te dicen que ese es el cadáver, pero no lo ves porque el ataúd está sellado, supones que es tu madre», explica Francisco. Tuvieron que realizar antes el entierro que la propia misa y esa es otra de las espinas que tienen clavadas.

Cuando Lupina falleció, madre e hijo llevaban un mes y medio sin verse, desde que en la residencia donde ella vivía, en Puente Viesgo, se detectaran algunos contagios.

Las limitaciones que ha impuesto el virus, por su forma de contagio, han impedido los abrazos, pero también algo que es tan natural como estar con los seres queridos, ser de apoyo si han de pasar tiempo en un hospital. No obstante, las visitas han estado prohibidas durante buena parte de la pandemia e incluso ahora se realizan en condiciones muy concretas. «Yo insistía en ir a verla, que viera que seguía allí con ella, pero no pudo ser», lamenta Francisco, sabedor de que «ella hubiera preferido otro final, para ella y muchísima gente más», y consciente de que esta situación «te deja un poco más marcado que otras».

-¿Termina uno de hacerse a la idea de lo que ha pasado en estas circunstancias?

Me cuesta creerlo porque yo la imagen que tengo es la de una persona...

Celebraron tres misas en su recuerdo, como es tradicional en el municipio, y Franscico sigue pensando en «cosas que a ella le hubieran gustado» para honrar su memoria.

La imposibilidad de realizar un duelo como social y culturalmente se concibe, unido a las circunstancias actuales de pandemia, ha hecho que en algunos casos estos procesos se compliquen. Y no son situaciones aisladas, aunque la distancia pueda hacernos creer que detrás de los números que pintan curvas como estas…

… no hay personas, familias enteras que enfrentan situaciones muy complicadas en las que no han podido despedirse de sus seres queridos o no han podido incluso hacer un funeral. Parece que queda lejos aquel momento en el que apenas tres personas podían estar presentes en el enterramiento en el peor momento de la pandemia. Y, sin embargo, esas son heridas muy recientes.

Desde diferentes puntos del país se han puesto en marcha iniciativas para prevenir y mitigar las dificultades psicológicas de familiares de contagiados y fallecidos y también de los sanitarios. Desde el Servicio Extremeño de Salud, por ejemplo, se desarrollaron tres programas enfocados a este fin y se pusieron en contacto con cerca de 700 personas hasta junio del año pasado. María Claudia Cortés, psicóloga de la Asociación Oncológica Extremeña, fue una de las profesionales que estuvo colaborando de forma voluntaria con estos programas, en su caso desde el hospital de Mérida. Explica que cuando una persona fallece en unas circunstancias en las que ni siquiera se puede realizar con normalidad un enterramiento, un acto de despedida, «se crea un vacío, algo que no terminamos de cerrar».

-¿Qué implica vivir una situación en la que no hay un proceso de duelo normal o una despedida?

Nuestra circunstancias de muerte son tan inciertas que tenemos que aceptar que...

Destaca Cortés que los rituales de despedida se componen de palabras que ayudan a decir adiós, gestos, como los abrazos o bajar la cabeza, y objetos que recuerdan al ser querido. Añade que la crisis sanitaria ha cambiado rutinas y costumbres y ello implica la necesidad de encontrar nuevas estrategias para adaptarse: «Podemos coger esos sentimientos, palabras y objetos y hacer un ritual propio que ayude a cerrar ese vacío». Hacer un escrito y compartirlo en redes sociales o crear un rincón o una caja con objetos o fotografías del ser querido que sirva como recuerdo u homenaje pueden ayudar en este proceso.

«El final de una persona no es toda la historia de una persona, es tan solo el final y como es más impactante ocupa un gran espacio, pero con el tiempo somos capaces de reconstruir otros aspectos de toda su historia con otros recuerdos»

María claudia cortés, psicóloga

Requiere tiempo y respeto, pero hay que seguir adelante. La resiliencia, ser solidarios, perdonar y perdonarse, aceptar lo que ha ocurrido y aprender de ello son claves. «El final de una persona no es toda la historia de una persona, es tan solo el final y como es más impactante ocupa un gran espacio, pero con el tiempo somos capaces de reconstruir otros aspectos de toda su historia con otros recuerdos», asegura.

Elige otro capítulo

Capítulo 5

Confinamiento y salud mental

«El confinamiento es una medida sanitaria que se entiende para que no haya mayor contagio. Sin embargo, en cuanto a la salud mental es pedirnos algo que va en contra de nuestra naturaleza», resume Óscar Sánchez-Hernández, doctor en Psicología en la Universidad de Murcia y coautor del programa 'Resiliencia y Bienestar: ¡Quédate en casa!', en el que se realizó una intervención psicoeducativa en el confinamiento y la desescalada para promocionar el bienestar y prevenir problemas emocionales.

-¿Cómo influye el confinamiento en la salud mental?

Es algo de lo que ya se ha alertado mucho, que a la hora de enfrentarnos a...

Sánchez pone el acento en la necesidad de atender a la salud mental desde la prevención y promoción del bienestar, lo que sigue siendo «una asignatura pendiente» en España. Y remarca las situaciones de estrés que ha generado la pandemia y que, al alargarse esta situación, se están «cronificando», de modo que ya se habla de «fatiga pandémica». Un concepto, este último, que ha definido la OMS como «la desmotivación para seguir las conductas de protección recomendadas que aparece de forma gradual en el tiempo y que está afectada por diversas emociones, experiencias y percepciones, así como por el contexto social, cultural, estructural y legislativo».

«El problema es que el estrés se está cronificando, en el sentido de que la situación se está alargando mucho, y ya se habla de fatiga pandémica»

Óscar Sánchez-Hernández, doctor en psicología

En el programa llevado a cado por Sánchez junto a Ana Canales participaron 80 personas —con una edad media de 36 años y nivel socioeconómico medio (88,8%)— y compararon los resultados con otras 179 personas que no lo pasaron. «Entre estas últimas encontramos que los más afectados eran los jóvenes de 18 a 24 años», detalla. Por otro lado, aquellas personas que desarrollaron las habilidades del programa, como seguir fuentes fiables de información y cumplir las medidas, tuvieron «mayor bienestar psicológico, más resiliencia, más facilidad de llevar la pandemia, mejor estado de ánimo y menos estrés postraumático».

Según la 'Encuesta sobre la salud mental de los/as españoles/as durante la pandemia de la covid-19', realizada por el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y publicada a comienzos de este mes de marzo, un tercio de los españoles ha sentido en alguna ocasión ansiedad, tristeza, preocupación, desesperanza respecto al futuro, agobio, nervios o intranquilidad. Uno de cada cuatro ha sentido mucho o bastante miedo a morir debido al coronavirus y casi un 70% ha tenido ese mismo sentimiento por la posible muerte de algún familiar o ser querido. Además, el 35,1% asegura que «ha llorado debido a esta situación» (16,9% de los hombres frente al 52,8% de las mujeres) y, en este sentido, son los más jóvenes, de 18 a 24 años, los que más admiten haber llorado (42,8%). Se une a ello que la mitad de los padres que tienen hijos menores de edad han notado cambios en la manera de ser de sus hijos.

-¿Qué pasa con los más pequeños en esta situación de confinamiento y pandemia?

Los estudios también nos dicen que han aumentado los miedos en niños, como en...

E igual que los humanos somos sociales por naturaleza, también tenemos «una tendencia natural a la resiliencia, a hacer frente a las adversidades y no rompernos». ¿Cómo? Con recursos y algo de ayuda, como la de las nuevas tecnologías que han permitido acercar a las personas durante el confinamiento y los cierres perimetrales, el ejercicio, que activa el cuerpo y también la mente, ya que en espacios pequeños, cuando no se podía salir de casa, había que tirar de creatividad, o incluso el hecho de buscar fuentes de información fiables.

Elige otro capítulo

Capítulo 6

El orgullo de pasar a la acción

La pandemia empezó a dar los primeros coletazos a comienzos de 2020 y en la compañía de Defensa Nuclear, Biológica y Química de la Brigada 'Extremadura' XI de Bótoa (Badajoz) triplicaron sus efectivos. «Propusimos ampliar el personal instruyéndoles sobre finales de enero, principios de febrero, pero no con la intención de hacer las misiones que realizamos durante este año, sino porque pensábamos que podíamos tener algún contagio en la misma base, que somos más de 3.000 personas», explica el brigada Miguel Ángel Gil Exojo. Pasaron de ser 20 compañeros a más de 60 en marzo. A día de hoy han descontaminado más de 100 residencias en la región, algunas de ellas varias veces, ayudando a bajar la carga viral y ofreciendo su conocimiento y consejos a los profesionales para evitar los contagios de los residentes y, con ellos, las muertes. «Es un orgullo», asegura.

-¿Qué sentimiento les abordaba en las primeras misiones?

La verdad es que estábamos con incertidumbre porque aunque nosotros...

Los procedimientos que utilizan los profesionales NBQ, que están presentes en diferentes bases del país, son específicos en estas situaciones, «mucho más exhaustivos y metódicos que en cualquier hospital», y cuentan con material, trajes y máscaras para agentes biológicos y médicos de guerra. A un nivel que nada tiene que ver con los medios que encontraban en los lugares que iban a descontaminar, entre los que había residencias y también centros penitenciarios. De hecho, no tuvieron ningún contagio en la compañía.

-Les llaman para acudir a la primera residencia y aparecen con sus trajes y protecciones, ¿cuál es la reacción de los residentes y trabajadores?

Cuando te ven los abuelos, como llevamos el traje militar, es como...

Sucede que algunos de quienes han formado parte de la compañía NBQ se encontraban a familiares en esas residencias o personas cercanas de sus municipios de origen. Al final es «ayudar a tu gente, a personas que conoces», y eso aporta una motivación más, si cabe, al trabajo diario de estos profesionales, que vivieron largas jornadas de descontaminación: hasta en cuatro residencias cada día.

Parte de la compañía de Defensa Nuclear, Biológica y Química de la Brigada 'Extremadura' XI de Bótoa durante una de sus misiones. R.C.

Y si hay una palabra que destaca durante la conversación es «equipo», que repite en diferentes ocasiones el brigada Exojo, muy emocionado y agradecido. Porque han trabajado en una misión de la que quiere quedarse con lo bueno: con aquellas residencias a las que no tuvieron que volver porque la situación había mejorado, con las sonrisas de los residentes, con el cariño de quienes cuidan de ellos, con el compañerismo… Pero no esconde que han vivido momentos malos. «No gusta contar el montón de fallecidos que ha habido, pero está ahí y hay que recordarlo porque tenemos que aprender de lo que ha pasado para que no vuelva a suceder», advierte.

-También habrán vivido situaciones complicadas...

Cuando vas a una residencia y hay un número de fallecidos y te vuelven a mandar y...

El virus era un desconocido al comienzo de la pandemia y los profesionales NBQ se han tenido que adaptar: «Hemos cambiado los consejos a la hora de coordinar los procedimientos con las residencias para que no se contagien, pero no nuestros procedimientos», explica el brigada. La forma de contagio del virus, la importancia de los aerosoles, ha influido en la información que proporcionan en los centros. «Cuando vas a una residencia no solo son las descontaminaciones, con las que bajas la carga viral, nosotros les explicamos consejos y criterios, les intentamos indicar cómo proceder. Eso ha hecho que pasen de tener muchos contagios a cero y nos gratifica de una manera excepcional», cuenta.

En este momento, con una incidencia que ronda los 50 casos por 100.000 habitantes en 14 días en Extremadura, la compañía está a la espera, preparada para volver a salir, pero deseando, como no puede ser de otra forma, que no vuelva a ser necesario.

Elige otro capítulo

Capítulo 7

De la crisis sanitaria a la económica

«El barco se está hundiendo, pero como no hay salvavidas para todos, lo mejor es saltar y llegar a la orilla», asegura Enrique Gómez Roales, hostelero de 58 años propietario del bar Jamix, que hasta hace bien poco recibía a su clientela en la plaza Nafarroa Behera del barrio de Gros de San Sebastián (País Vasco). Esta próxima Semana Santa, que por segundo año se ha cancelado por el coronavirus, celebraría su 24 aniversario, pero «ya no podía más».

-¿Cómo se afronta cerrar la persiana después de 23 años?

He llorado mucho, mucho, mucho...

Así de sencillo y así de complicado. «Te siguen cobrando impuestos, tienes que seguir pagando rentas, luces…». Son cerca de 100.000 los establecimientos de restauración que han echado el cierre por las pérdidas de la pandemia, según la Confederación Empresarial de Hostelería de España. Hoy hay un tercio menos de bares y restaurantes que hace un año por esta causa.

Cerrar la persiana, decir adiós a un sueño… «¿Qué más puedo hacer?», se preguntaba el hostelero. Pensó aguantar con el cierre de la primera ola, pudo dejar de pagar dos meses de alquiler, en la segunda se animó a emplear el tiempo en pintar la persiana, hizo algún arreglo en la barra… Y aún abrió para vender café para llevar, pero no dejaba de pensar en que «si cerraban otra vez, tiraba la toalla». A final de enero la hostelería guipuzcoana tuvo que parar de nuevo y ya no pudo más. Y no es el único que tendrá que volver a buscarse las habichuelas en un sector en el que ha hecho su vida.

«Hostelería no es solo el dueño del bar. Es la de la limpieza, el que reparte, el camarero, el que limpia los cristales, el frutero, el de los huevos… Un montón de gente. ¿Y los que vienen detrás qué?»

Enrique gómez, dueño del bar jamix

Los datos muestran el aumento del paro, que ha pasado del 14,4% en el primer trimestre de 2020 al 16,1% a final de año. Hay que remontarse al 2016 para igualar los 4 millones de parados que se registraron en febrero de 2021. El número de afiliados a la Seguridad Social es de 18,8 millones hasta febrero y era de 19,2 hace un año. Los ERTES marcaron máximos en abril, con más de 3 millones y ahora todavía quedan 899.000 personas en esta situación. También abril fue el mes en el que más autónomos pidieron el cese de actividad, 1,15 millones, y ahora son medio millón.

«Hostelería no es solo el dueño del bar. Es la de la limpieza, el que reparte, el camarero, el que limpia los cristales, el frutero, el de los huevos… Un montón de gente. ¿Y los que vienen detrás qué?», se pregunta Gómez. «Esto es una cadena. Si nosotros no funcionamos, no funcionan otros y con echar la culpa a la hostelería lo han arreglado todo, pero lo que están haciendo es cargarse la economía», critica.

-¿Qué opina de las medidas aprobadas para contener el virus en bares y restaurantes?

Yo lo veo muy bien. Otros dicen que no tenemos que ser guardias, pero en mi casa...

La situación se repite en toda España, con especial énfasis donde el turismo es uno de los pilares económicos. Si el PIB nacional ha caído un 11%, las islas encabezan esta lista con un descenso del 27% en Baleares, de un 21% en Las Palmas y de un 19% en Santa Cruz de Tenerife.

Se une a la retahíla de datos que apenas ha visitado el país un cuarto de los turistas internacionales que llegaron el año pasado y permanecen abiertos la mitad de los hoteles. Y no es solo que no venga gente de fuera, sino que el propio confinamiento ha hecho que el turismo de residentes en el país se haya resentido, con un 41,8% menos de viajes realizados en los tres primeros trimestres de 2020.

-¿Cómo ha afectado la caída del turismo en la hostelería?

Para nosotros es fundamental, es un... A ver...

Pedro Cárcamo es dueño del Tastavin, reconocido establecimiento de la calle San Juan en Logroño que, junto a la calle Laurel, constituye el núcleo duro del pincho y la copa de vino en la capital riojana. «Nosotros estamos en una zona del casco antiguo cuyo mayor atractivo es una concentración masiva de público en muy poco espacio. Y entonces te das cuenta de que lo que realmente tienes ahí construido y le da valor a tu trabajo, ahora mismo pasa a ser lo más denostado y lo más sacrificado», explica. Y se pregunta con ello si todo volverá a la normalidad, aunque se muestra convencido «de que esta pandemia va a traer consecuencias que se quedarán». De momento, el turismo enológico, clave en la región, «ha desaparecido por completo».

«Si obligas a alguien a no poder trabajar, tienes que cubrir en gran parte las necesidades de esa gente»

Pedro cárcamo, dueño del tastavin

Cárcamo pudo 'reinventar' su negocio. Abrió la segunda planta del local, colocó mesas y ofreció servicio de restaurante. Aunque «no entra un euro en la caja desde el 17 enero». El Tastavin, enclavado en esa calle que hace ya meses que no luce como lo hacía, está cerrado por el momento y su dueño resume la situación: «Para hacer una idea, mi empresa en 2020 facturó el 50% de 2019». Y no lo cuenta en misma frase, pero lamenta la falta de ayudas directas —el viernes se aprobó, después de un año de pandemia, un paquete de 7.000 millones para los sectores más afectados (comercio al por mayor y minorista, hostelería, transporte, actividades turísticas, culturales...)— y la «poca agilidad» de las administraciones en este sentido: «Si obligas a alguien a no poder trabajar, tienes que cubrir en gran parte las necesidades de esa gente».

Con todo ello, explica, se siente afortunado de tener «una oportunidad», porque «a veces de las situaciones malas salen cosas buenas». Cosas como lanzarse a abrir una cafetería, con espacios más grandes, con otros horarios, «para poder trabajar y seguir subsistiendo dentro del sector», afirma. Es parte del ADN de la hostelería española.

Elige otro capítulo

Capítulo 8

La ciencia en el foco del virus

A pesar de que para muchas personas fuese algo totalmente desconocido, para cuando el Sars-Cov-2 dio la cara en España existían quienes ya habían invertido 35 años de trabajo con los coronavirus. «Llevan mucho tiempo circulando», explica Sonia Zúñiga, investigadora del laboratorio de coronavirus del CNB-CSIC que está codirigido por Luis Enjuanes e Isabel Sola.

-¿Cree que con la pandemia ha cambiado la concepción de la ciencia en la sociedad?

Yo creo que sí que ha cambiado. Estaba claro desde el principio que...

Zúñiga pone sobre la mesa que para quienes su vida no gira en torno a la ciencia quizá se hace difícil entender que «no es una cosa infalible» y que la opinión de estos expertos puede variar de un extremo al otro si cambian los datos con los que cuentan.

Si hay un hecho que ha destacado en los últimos meses es la cantidad de información que se ha generado. ¿Qué implicación cree que ha tenido?

Sí, sí... Esto es algo que se ve porque la atención, por ejemplo, que tenemos de...

No hay duda de que la ciencia ha estado en el foco de la pandemia, por circunstancias obvias, pero también por cómo ha reaccionado ante la crisis sanitaria. El desarrollo en tiempo récord de la vacuna, de varias de ellas, ha dado esperanza y ya incluso es posible ver sus efectos. Aunque el ritmo de vacunación en España, por otra parte, sea todavía lento.

Con todo ello, este desarrollo que ha permitido que en España haya ahora 1.583.244 vacunados con la pauta completa no se ha dado de la noche a la mañana, «implica un conocimiento previo de muchos años».

-¿Cuál es el trabajo que se está haciendo en España en la lucha contra el coronavirus?

En España se están haciendo esfuerzos muy grandes para investigación en...

La investigadora recalca el apoyo recibido desde la Administración, «no solo con dinero, sino también agilizando trámites y reduciendo los tiempos burocráticos». Y pone en valor que «en España se están desarrollando de 12 a 14 vacunas», que marchan a diferentes tiempos. En su caso, desde el laboratorio trabajan en una vacuna que está basada en el propio virus, utilizan el coronavirus vivo, que recrean por ingeniería genética.

«Los laboratorios científicos tardan más en llegar a esos mismo logros, pero hay mucha experiencia y años de trabajo que están dando su frutos»

sonia zúñiga, investigadora del cnb-csic

«Lo que hacemos es quitarle todos los elementos que hacen que el virus cause una enfermedad severa y se propague», explica Zúñiga. De esta manera, crean una vacuna que «no solo no causa enfermedad, sino que no se puede propagar y que por tanto puede proteger». Y esperan que tenga una respuesta inmune muy completa «porque contiene varias de las proteínas del virus, no solo de la espícula (conocida como proteína S, considerada la llave del virus para entrar en el cuerpo humano)». Es una apuesta única en el mundo y saben que es compleja, pero siguen avanzando.

Elige otro capítulo

Capítulo 9

Y para terminar, una pandemia

Cuando tuvo 12 años vivió la Guerra Civil con su padre y tres hermanos en el frente. «Yo veía que mi madre lo pasaba muy mal y yo, dentro de lo niña que era, pues sufría bastante», recuerda. Después le tocó el 23-F en Benidorm, pasando unos días de vacaciones con su marido a más de 500 kilómetros de casa, donde escucharon que los tanques habían salido a las calles de Valencia. Lo pasó, asegura, «muy mal, muy mal, muy mal». Y ahora, dice, le toca vivir la pandemia (hace una pausa) «para terminar». Es Felicitas Jiménez, una mujer de 97 años natural de la pequeña localidad de San Andrés de San Pedro, con prodigiosa memoria y orgullosa primera vacunada en la provincia de Soria.

-¿Le dolió la vacuna?

Nos vacunamos el día 30 de diciembre a las nueve y media de la mañana...

Se vacunó y, dice, «tan contenta, porque es una cosa que necesitamos, y la necesitamos toda España». Aunque advierte que lo que hace falta es «que vaya más rápido de lo que va para que nos toque a todos y evitar muchas muertes y muchas desgracias».

Felicitas Jiménez, en el momento en el que recibió la primera vacuna. RC

Si hay algo que sorprende de esta mujer, además de su prodigiosa memoria, es la honestidad con la que cuenta que pasó «mucho miedo». Los mayores han sido protagonistas de la pandemia, no siempre en el mejor escenario. Representantes de una generación que cuenta la historia de la España que vivimos hoy, ha sido uno de los colectivos más afectados por el coronavirus.

La situación en las residencias fue crítica en muchos casos. Y no fue hasta el pasado mes de febrero, de 2021, cuando Sanidad comenzó a aportar datos de fallecidos en estos centros. Así, serían al menos 29.419 personas las que han fallecido en residencias de mayores desde el 14 de marzo de año pasado hasta el 7 de marzo de 2021. De estos, en 10.492 casos la muerte se produjo con síntomas compatibles con covid, pero sin confirmarlo. Es un 35,7%.

Y es que las circunstancias que se han vivido en las residencias no han sido fáciles. Felicitas es una de las veteranas de la residencia de mayores Los Royales, en Soria capital. Lleva 18 años viviendo en el centro y —dice que «no puede ser de otra manera»— solo tiene palabras de afecto para los trabajadores que han cuidado de ella y de sus compañeros.

-¿Cómo vivió los primeros días del confinamiento?

Estuvimos los tres primeros meses encerradas en la habitación, sin salir...

Con la llegada de las vacunas el pasado 27 de diciembre, los contagios en residencias de mayores se han reducido. También las muertes. La situación evoluciona, «por fin», a mejor y en los centros hay ahora «un poco más de libertad». Porque lo de ver a la familia por «el vídeo», la videollamada, estuvo bien, pero «no es lo mismo». La normalidad, nueva o no, sigue yendo de personas, de cuidar y cuidarse, de empatía, de coger la mano de tus seres queridos y salir a pasear y disfrutar de la vida que ocurre ahora. Eso es lo normal.

Elige otro capítulo

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

burgosconecta Relatos de una pandemia: tres curvas y 72.258 muertos después