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Es «lógico» que la viruela del mono haya acaparado el foco mediático, pero «la ciudadanía no debe estar preocupada». Así lo asegura el catedrático en Inmunolgía Alfredo Corell, que ayer protagonizó la conferencia de bienvenida a los nuevos residentes del Hospital Universitario de ... Burgos (HUBU) y que confía en que los brotes detectados en las últimas semanas no vayan más allá.
Y es que, tal y como subraya, el virus que provoca la viruela del mono «es muy poco peligroso», sobre todo si lo comparamos con el Sars-CoV-2, responsable de la covid-19. Eso sí, aunque la situación no es ni mucho menos comparable, las autoridades sanitarias «deben estar alertas y vigilar la evolución» de la infección para descartar escenarios más graves.
En este sentido, explica el inmunólogo, la viruela del mono «se conoce desde mediados de los años 50'». Entonces se detectaron los primeros casos en simios -de ahí su nombre- y humanos. En un primer momento, el foco estuvo en el Congo, pero posteriormente se movió hacia varios países de África Occidental, fundamentalmente Nigeria, donde hoy en día es una «enfermedad endémica». Además, en estos territorios proliferó una variante distinta a la original, mucho menos peligrosa, con un índice de mortalidad del 1% en vez del 10% de la variante del Congo. Y es esta variante la que ha llegado en las últimas semanas a España.
No es la primera vez que se detectan casos fuera de África, recuerda Corell, aunque sí es la primera vez que se detectan en tantos lugares distintos a la vez. ¿Y cuál es el nexo de unión entre todos esos brotes? Esa, sostiene el inmunólogo «es ahora mismo la pregunta del millón», que «debe ser respondida». «Ha habido eventos en los que se han podido producir infecciones en grupo, como es el caso de la fiesta en Maspalomas, que es un punto de encuentro internacional, pero parece que el virus ya estaba circulando por Madrid semanas antes.
Sea como fuere, insiste, la situación está muy lejos de generar una alerta de nivel grave por varias razones. Para empezar, se trata de un «virus que se autolimita» con «cadenas de contagio que no suelen pasar los seis eslabones». «La R-0, que es el número de personas que contagia de promedio una persona infectada, no llega a 1, mientras que con el covid, al principio era de entre 2 y 3, con la variante delta se pasó a 8 y con ómicron pasó de 12».
En el caso de la viruela del mono, subraya, la capacidad de contagio es mucho más limitada, y se fundamenta en cuatro posibles escenarios: contacto piel con piel con infectados con lesiones cutáneas, por mucosas orales anales y genitales -por eso se confunde con transmisión sexual-, por gotículas de saliva o por contacto con superficies contaminadas. «Se ha llegado a especular con la posibilidad de contagio por aerosoles, pero en este caso no parece probable», explica.
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Por todo ello, al igual que sucedía con la covid, es «fundamental» detectar cuanto antes a los contagiados, aislarlos y controlar a sus contactos estrechos para actuar en consecuencia. A este respecto, insiste Corell, la viruela del mono también presenta ciertas características que la hacen menos 'peligrosa' respecto a la covid. Y es que, el diagnóstico es mucho más sencillo, por ejemplo. «En esta enfermedad no hay asintomáticos, y los síntomas son muy evidentes a simple vista sobre la piel. Además, hasta que no aparecen las lesiones cutáneas, no hay capacidad de contagio», lo que facilita mucho las cosas.
A todo ello se le suma todo el conocimiento acumulado respecto a la viruela humana y a la del mono. Un conocimiento que ha permitido desarrollar numerosas vacunas y que, incluso, permitió erradicar la viruela humana hace 40 años. «La viruela es la única enfermedad que oficialmente ha sido erradicada. Y fue gracias a las vacunas», recuerda Corell.
De hecho, gracias precisamente a esas vacunas, la práctica totalidad de los españoles mayores de 50 años gozan de una inmunidad de «alrededor del 85%» respecto a la viruela del mono. De esta forma, llegado el caso de ser necesario, no se procedería a una vacunación masiva, sino selectiva exclusivamente entre aquellos contactos estrechos que no hubieran recibido en su día la vacuna contra la viruela humana. Sí hay que tener una especial vigilancia sobre la población de riesgo, que en este caso son los menores de cinco años, las embazaradas y las personas con el sistema inmunitario deprimido.
Todas estas circunstancias llevan a los expertos como Corell a dibujar un escenario muy diferente al vivido con la covid-19. De hecho, subraya el catedrático, ni uno solo de todos los casos reportados en una veintena de países ha revestido gravedad hasta la fecha. Y ese es un indicador optimista.
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