Secciones
Servicios
Destacamos
Ser joven y padecer la covid-19 no son sinónimos de una enfermedad sin más. Hay efectos y esos los vivió en primera persona Carlos Acosta. A sus 19 años, este estudiante de Derecho en la Universidad de Burgos (UBU), ha estado casi un mes ... confinado en su casa junto a su padre, al que no contagió. Se le ha hecho largo, sobre todo, «cuando no me podía mover de la cama». «Era un cansancio que no me permitía ni levantarme», apunta el universitario.
Todo empezó a mediados de octubre, cuando mantuvo un contacto estrecho con un amigo que había dado positivo. En los primeros días afloraron los primeros síntomas y el día 23 de ese mes se sometió a su primera PCR. Las sospechas se confirmaban. Positivo por coronavirus. Una historia que empezó ese día y que concluyó el 9 de noviembre después de que tuviera que pagar una prueba PCR de su bolsillo, porque su médico se «olvidó» llamarle. «De no haber sido por eso, hubiera estado confinado del 19 de octubre al 11 de noviembre. Casi un mes encerrado y con mi salud mental empeorando cada día que pasaba», describe Acosta.
Unos síntomas que no desaparecieron tras superar la enfermedad. «Debe ser algo más normal de lo que creemos, pero estuve con un excesivo dolor de cabeza y malestar muchos días. Es un proceso en el que parece que mejoras, pero, al día siguiente, era todo lo contrario», recuerda el joven burgalés, que se las tuvo que ingeniar para seguir con sus estudios de Derecho en la UBU. «Intentaba seguir el ritmo, pero me costaba. Tuve la colaboración de mis compañeros para que se notara lo menos posible mi ausencia», añade.
Más información
Los días se consumían y Acosta seguía en contacto telefónico con su centro de salud. «Todas las semanas me llamaba mi médico de cabecera para saber qué tal estaba», detalla el joven, que sigue sin entender el descuido de un facultativo en el tramo final de la enfermedad. «El 3 de noviembre, cuando se acababa mi confinamiento, mi médico no me llamó, esperé dos días y tampoco, por lo que tuve que solicitar una cita para hablar con él. Mi padre, al ver que sabía que tenía dolores fuertes de cabeza y cansancio excesivo, me dijo que me pagara una PCR para salir de dudas. Y eso hice el viernes 6 de noviembre. Ese mismo día, me llamó mi médico, que me dijo que iban a hacerme un test serológico, pero que me tenía que quedar confinado hasta el lunes. Menos mal que el sábado me dieron el resultado de la prueba privada y pude desconfinarme, de lo contrario, hubiera estado casi un mes en casa», rememora Acosta.
Una enfermedad que ya es historia para el joven, aunque le sigue sorprendiendo como ha actuado Sacyl en estos procesos. «Hay una parte en esta Sanidad muy rara. Otros amigos míos, en otros centros sanitarios, les hicieron la PCR y luego una segunda para confirmar la primera. En otros centros de salud, como me ha pasado a mí, hasta que no he tenido síntomas no me han hecho la PCR. ¿Por qué en unos te llaman si has tenido un contacto estrecho y en otros uno se tiene que molestar para que les hagan los análisis», se pregunta Acosta.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.