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Muestran orgullosos su condición de donantes de sangre. No en vano, Jesús Pascual y Daniel Saiz superan el centenar de donaciones. Para estos burgaleses, donar es uno de los mayores actos de generosidad, completamente desinteresado, que no les supone ningún esfuerzo, pero que ayuda a ... salvar vidas. Llega incluso a ser adictivo, pues despierta tan buenas sensaciones, que muchos donantes sienten que les falta algo cuando faltan a una de sus citas anuales o cuando hace mucho tiempo que no acuden a un punto de donación.
«Te vas con la sensación de que has aportado tu granito de arena y va a ayudar, ya sea a una persona que necesita sangre o mediante estudios de investigación», explica Daniel, que con treinta años ya lleva 40 donaciones. «Empecé a raíz de acompañar a mi padre desde bien pequeñito», recuerda, y aunque de niño le tenía miedo a las agujas, luego quiso emular a su progenitor y en cuanto cumplió los 18, fue a donar. A las donaciones le sangre le siguieron las de plasma y plaquetas, y además está apuntado como donante de médula.
Daniel acude a donar periódicamente, tanto como se le permite, que son cuatro veces al año en las donaciones de sangre. Son pequeñas grandes donaciones, afirma, porque «no sabes lo que es una gota de sangre hasta que no ves que un familiar la necesita», y a él no le cuesta nada. «Tardas más en tomarte una coca cola que en ir a donar». Y no supone ninguna limitación a tu día a día. Ser donante no es incompatible con hacer vida normal, al contrario, explica Jesús Pascual. Y da mucha satisfacción. «Es un orgullo ser donante», afirma.
En su caso, lleva más de 80 donaciones. Estuvo un tiempo sin donar, porque lo iba dejando y pasaban los días y las semanas, por eso entiende que haya donantes que sean más esporádicos que constantes. Lo que le cuesta más entender es que la gente le tenga miedo a las agujas y, por ese motivo, no acuda a donar. «La primera vez que fui me maree, pero fue más aprensión que otra cosa». El pinchazo ni lo notas y luego es solo un ratito de donación, asevera Jesús, quien anima a probar para comprobar que no es tan fiero el león como lo pintan.
En su caso, lo que le mueve es el deseo de ayudar. «Dar sangre es dar algo tuyo, que no te cuesta nada; es un acto de generosidad», afirma, y «una de las cosas más gratificantes de las que hago de forma cotidiana». Tanto es así que Jesús es el artífice de que su pueblo, Cueva de Juarros, tenga la condición de ser el municipio más pequeño en el que se hacen donaciones. Consigue unas 40 cada vez que va el autobús, y eso que la localidad es pequeña. Pero Jesús se mueve mucho, es muy «plasta», como él mismo dice, y tiene convencidos a muchos vecinos.
Tanto Jesús Pascual como Daniel Saiz animan a los burgaleses que nunca han donado sangre a que lo intenten y se acerquen al Divino Valles, donde está el centro de donación. Daniel trata de captar jóvenes en su entorno. «De mi grupo de amigos, pocos donan y los que donan es porque les he acabado convenciendo», admite. Y en casa, nadie más dona que él y su padre. Su madre no puede por motivos médicos y su hermana y su pareja probaron pero no han continuado donando. A veces ocurre así, pero en otras ocasiones la donación se acabar convirtiendo en una adicción.
Así lo ve Francisco del Amo, el presidente de la Hermandad de Donantes de Sangre, que ha superado las 400 donaciones y se ha marcado como objetivo llegar a las 500. Daniel le ha 'amenazado' con ganarle, y va a buen ritmo. Francisco recuerda que empezó a donar porque le convenció su madre pero, luego, lo dejó. Fue cuando llegó a Burgos, medio en broma medio en serio, cuando acudió con su cuñado y, desde aquel momento, iban juntos. «Cogí otra vez el gusanillo y hasta ahora. Al final nos volvemos adictos y, sabiendo para lo que sirve, merece la pena».
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Y es que donar sangre no solo sirve para salvar vidas, recuerda Francisco. También da alegría. «Se alegra la vida de familias enteras, porque cuando hay un enfermo, toda la familia está preocupada. Si con un pinchazo en el brazo podemos alegrarles la vida y salvar a un enfermo, merece la pena», asegura Francisco, quien anima a los burgaleses a donar, en especial a los más jóvenes, para que haya relevo generacional. Eso sí, agradece a todos los que son donantes, pues gracias a ellos Burgos está a la cabeza de donaciones en España.
En 2019, el último año sin afección de la pandemia, se superaban las 57 donaciones por cada 1.000 habitantes, «una barbaridad», apunta. Ahora, las donaciones van a buen ritmo, con 300 más que el año pasado por estas fechas. «Es un halago», indica el presidente, quien insiste en que el objetivo que se marca la hermandad es superar la barrera de las 20.000 donaciones anuales, y así entrar con muy buen pie en 2021, un año muy especial.
La Hermandad de Donantes de Sangre de Burgos celebrará el próximo año su 50 aniversario, una fecha redonda, que celebrarán a lo grande. Antes, el próximo 9 de octubre se entregarán los Premios Castilla y León por la Vida, que reconoce a los mayores donantes, hombres y mujeres, de 18 a 25 años, de 26 a 45 años y de 46 años en adelante. Así se agradece a todos los que donan, premiando a los mayores donantes, con independencia de su edad y trayectoria.
Para ello, recuerda Francisco del Amo, es necesario contar con toda la información relativa a los donantes de Burgos. Y, por ese motivo, pide a los donantes que en rellenen el formulario de la Federación de Donantes de Sangre de Castilla y León, para autorizar al Centro de Hemoterapia y Hemodonación a que les facilite los datos y el registro de donaciones realizadas desde el 1 de marzo de 2020, fecha desde la que las hermandades han dejado de gestionar sus propios datos.
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