La crisis del coronavirus deja también historias de esperanza y, con la primera fase de la desescalada, llegan las imágenes de reencuentros muy esperados. Es el caso de Victorino Herrera, un arandino de 85 años aislado en su residencia desde el 8 de marzo, que ... ha superado una neumonía por covid y que ha visto fallecer a su mujer a causa del virus. Ahora ha podido encontrarse con sus hijos por primera vez después de tres meses. Eso sí, lo ha hecho desde la ventana porque todavía está prohibido acceder y salir del centro y porque el protagonista, además, prefiere ser precavido.
Aunque se encuenta totalmente recuperado y tiene buen ánimo, no entiende cómo un virus surgido «en un país tan lejano como China ha entrado en la residencia». Todavía le cuesta creer que haya pasado por la covid, es más, el centro en el vive ha sido el más contagios ha registrado de Aranda de Duero. Meses muy oscuros en los que su familia solo podía comunicarse con él por teléfono y ni siquiera pudieron verle cuando falleció su mujer. «Estaba aislado todavía cuando murió mi madre porque, aunque ya estaba bien, seguía dando positivo en los test y no pudimos estar con él, eso hizo aún más dura la situación«, lamenta uno de sus cinco hijos.
Las semanas en las que Herrera pasó por la enfermedad, lo hizo en su habitación acompañado de su mujer, también enferma y con varias patologías previas. Una vez recuperado, todavía hizo falta que transcurriera cerca de un mes hasta que pudo abandonar el aislamiento. Solo tenía noticias de la situación en el exterior a través de la televisión y de las charlas con su familia por teléfono. Tardó mucho tiempo en ser consciente de que todo el país se hallaba paralizado por el estado de alarma, su horizonte se limitaba a las paredes de su cuarto desde antes de que empezara el confinamiento. Una etapa realmente difícil por la que han pasado miles de personas desde que se inició la pandemia y que se ejemplifica en las palabras de este superviviente: «Tengo ganas de veros pero no quiero salir aún a la calle, por si acaso vuelvo a coger el virus».
Cuando se recuperó de la covid-19 y supo que además de su esposa muchos de sus compañeros de la residencia habían fallecido, fue realmante consciente de la gravedad de la pandemia. Pero no se amilanó, optó por ser prudente y aún teniendo permiso de los facultativos para pasear por los pasillos, prefirió no hacerlo «por si acaso» porque, según explicaba, «todavía hay mucha gente contagiada aquí dentro».
A pesar de todo, tanto los trabajadores del centro como la familia de Herrera, destacan su fortaleza. «Lo ha llevado mejor que nosotros estando fuera», reconoce su yerno. A pesar de haber estado enfermo, confinado y de haber pasado por el duro trance de perder a su mujer, mantiene el buen humor y se entretiene haciendo sopas de letras y ejercicios que le facilitan los profesionales del centro. «Esta generación está hecha de otra pasta», asegura una de sus nietas.
Aún tendrá que esperar para poder reunirse con sus seres queridos de forma más cercana, para poder abrazarles y realizar al fin un funeral por su mujer. Pero la luz ya se ve en el horizonte. De momento se alegra de poder charlar con sus hijos y de ver a sus nietos desde la ventana. Un premio después de las semanas de soledad y de la tristeza de los últimos meses y un alivio para todas las familias que, por fin, se han encontrado cara a cara con sus mayores.
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.