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Amador Gimeno, en la nave de vehículos del Parque Central de Bomberos de Valencia. Iván Arlandis
Con el mono puesto entre las llamas de Campanar y la DANA

Con el mono puesto entre las llamas de Campanar y la DANA

Amador Gimeno trabaja en la zona cero del desastre en la provincia de Valencia diez meses después de luchar contra un fuego trágico: «¿Héroes? Yo no lo veo así»

Alberto Martínez de la Calle

Valencia

Jueves, 7 de noviembre 2024, 01:56

Los percheros de la nave de vehículos del Parque Central de Bomberos de Valencia están repletos de embarrados monos de trabajo secándose. El trasiego es constante en la sede. Aparece Amador Gimeno. En la palma de su mano izquierda, escrito con bolígrafo, llama la atención un pequeño texto. «Esto es un servicio que nos ha llegado desde Forn d'Alcedo. Hubo un derrumbamiento y nos están solicitando inspeccionar la casa de al lado para asegurarnos de que está bien. Me han llamado y me he apuntado aquí la dirección», cuenta el inspector. Una costumbre que adquirió cuando ejercía de ingeniero de montes: «Prácticamente llevaba la oficina portátil en el coche». Su realidad actual es muy diferente. Sobre todo, los últimos diez últimos meses. No todo el mundo está preparado para meterse en las entrañas de dos tragedias como el incendio de Campanar y la reciente DANA. Él sí.

Amador tiene 52 años y es jefe de la Unidad de Prevención y Protección Civil. Nació en Barcelona, creció en Madrid y se afincó en Valencia. Llegó a la capital del Turia en 1998. Sin saber que el nuevo cauce del río marcaría, tiempo después, la diferencia entre la devastación y la salvación. «Esto va a ser muy largo. Falta mucho para la recuperación», lamenta.

2024 pasará a la historia como una de las páginas más oscuras de la historia de Valencia. «Estamos un poco cansados. Estábamos saliendo de una emergencia como el incendio de Campanar y ahora llega esta catástrofe... Yo no sé cómo estaremos de aquí a unos meses», reflexiona. Se refiere al estado mental del cuerpo de bomberos: «Servicios sociales tiene psicólogos y, desde el incendio de Campanar, quien lo ha necesitado ha tenido ese apoyo».

Hay una cuestión difícil de dilucidar. ¿Qué es más agresivo: el fuego o el agua? «El fuego normalmente lo controlamos más. Los edificios se hacen para que tengan sectores y un incendio quede confinado a una zona del edificio nada más y nosotros confiamos mucho en eso. En este caso rompió todos los esquemas. Una particularidad de este incendio es que comprometió las vías de evacuación al poco tiempo», recuerda antes de analizar la riada: «Esa sectorización no existe en el caso de una inundación. La ingeniería civil muchas veces es la que determina cómo es la incidencia de estos eventos sobre el territorio. La ciudad de Valencia no sufrió nada en la orilla izquierda del nuevo cauce por el plan sur».

«Se hizo todo lo humanamente posible»

Con 35 años, Amador dejó su puesto como ingeniero de montes para ponerse el mono de bombero: «Estaba un poco desencantado de la empresa privada y me apetecía probar. Tenía en la cabeza lo de ayudar». Hay imágenes grabadas para siempre: «De Campanar, el dolor de las personas que tienen conocimiento de que hay víctimas dentro. Es muy duro cuando haces todo lo posible y tienes recursos pero ves que no llegas. Se hizo todo lo que humanamente pudimos y más».

«Es muy duro cuando haces todo lo posible y tienes recursos pero ves que no llegas... Volvemos muy tocados»

Para Amador, resulta muy difícil gestionar las pérdidas personales: «Volvemos muy tocados». Ahora, cuentan con un Puesto de Mando Avanzado en La Torre, que cubre las tres pedanías de Valencia afectadas por la DANA. «Las personas se acercan a ti y te dan un abrazo sin conocerte de nada pidiéndote consuelo, agradeciéndote la labor que estás haciendo. El otro día llegamos tres compañeros a una pedanía y nos dieron aplausos de una casa en que estaban limpiando y un niño de unos diez años se nos cuadró. Se te cae el alma a los pies».

Sin embargo, hay algo que le conmueve aún más: «Hay momentos en que se te encoge el corazón. Por ejemplo, viendo los ríos de gente que va desde Valencia a ayudar con una escoba. No puedes evitar emocionarte. Pero no te rompes porque enseguida suena el teléfono».

Durante las primeras 48 horas de la tragedia trabajó ininterrumpidamente. Al regresar a casa, sus cuatro hijos le esperaban ansiosos de sentir sus brazos. En su retina persistía «el espectáculo dantesco» de La Torre. Huye de la etiqueta de héroes: «Yo no lo veo así. Este es nuestro trabajo. Nuestra pasión. Verte tan reconocido sorprende. Es el trabajo en el que, cuando todo el mundo tiene que escapar de una situación crítica, tú tienes que meterte a ayudar. Pero es tan reconfortante...».

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