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Las diez noticias imprescindibles de Burgos este lunes 20 de enero
Nadia Ghulam, activista, educadora social y escritora afgana. Aythami Pérez Miguel
Nadia Ghulam, superviviente de guerra, activista y escritora

«A lo mejor sobreviví a esa bomba para vivir esta vida y concienciar»

La vida de Nadia Ghulam se truncó cuando una bomba cayó cerca de su casa en Afganistán. Durante 11 años se hizo pasar por su hermano y consiguió llegar a España, desde aquí lucha por mejorar la situación de las mujeres afganas

Lunes, 13 de noviembre 2023, 07:26

Los ojos de Nadia Ghulam lo transmiten todo porque lo han visto todo. El brillo de su mirada aumenta de intensidad cuando habla de las niñas y mujeres afganas que estudian clandestinamente gracias a los programas de su ONG y disminuye cuando recuerda lo vivido ... y lo que queda por avanzar.

Nadia nació en Afganistán en 1985, cuando el país estaba ocupado por Rusia. Es educadora social, escritora y activista por la paz y defensora de los derechos de las mujeres. Como superviviente de guerra sabe lo importante que es la ayuda que llega por la implicación de los más privilegiados.

Nadia tenía ocho años cuando una bomba mató a su hermano, destruyó su casa y a ella le dejó heridas de por vida en el rostro y varios meses en coma. Cuando un par de años después fue recuperando su vitalidad fuera de hospitales, Afganistán estaba bajo el poder de los talibanes.

Con once años, Nadia adoptó la identidad de su hermano muerto. Así estuvo más de una década, hasta los 21, haciéndose pasar por un hombre para poder trabajar y tener una vida más autónoma y libre. Así estuvo, bajo una identidad falsa y el miedo constante a ser descubierta y acabar condenada a morir lapidada, hasta los 21 años, cuando consiguió llegar a España con la ayuda de una ONG.

Nadia Ghulam, activista y escritora afgana. Aythami Pérez Miguel

En Badalona está su familia de acogida, con la que convive desde hace dos décadas. Ha conseguido la nacionalidad española, pero no ha olvidado ni abandonado Afganistán. Es educadora social, parece que no podría ser otra cosa que no supusiera dedicarse a los demás. Su ONG Puentes por la Paz ayuda a migrantes en España y ha creado una red de escuelas clandestinas en Afganistán para que puedan estudiar niñas y mujeres.

Cuando publicaste tu libro 'El secreto de mi turbante', preocupó mucho la situación de las mujeres en Afganistán. En agosto de 2021, con la toma de Kabul por la milicia talibán, prácticamente sin resistencia tras una rápida ofensiva que derrocó al gobierno de Afganistán después de la retirada de las tropas de Estados Unidos, volvimos a mirar a tu país. ¿Nos tienen que dar toques de atención para mirar hacia Afganistán y la situación de sus habitantes?

Por desgracia la guerra se ha convertido en una moda y todos los problemas sociales y las desigualdades que existen, al final, han acabado siendo tema de conversación por moda. Ahora hablamos de Afganistán, ahora hablamos de Siria o de Gaza, pero de aquí a unos días se pasa y ya no hablamos de ello.

No es que necesitemos toques de atención, es que se ha normalizado que tanta gente muera en algunos países. «Mientras no me caiga a mí una bomba», se piensa. Es como que nos están matando las células humanas.

«Soy una superviviente de guerra y cada día lucho por la vida y por concienciar a la gente, aunque me duela mucho, por valoro mucho la paz»

Para mí, más importante que escuchar las historias muy fuertes es concienciar sobre la cotidianeidad de esos países. Yo trabajo para eso, hablo desde un punto de vista cotidiano. Al final, los seremos humanos no estamos lejos unos de otros. Todos estamos muy juntos. Si tienes empatía y te pones un poco en mi lugar, vas a comprenderlo mejor. Si no trabajamos por la paz, puede que esos problemas acabes teniéndolos tú, porque todos estamos interconectados.

Has reconocido en alguna entrevista que no te hace bien narrar tu historia una y otra vez, pero en 2021 volviste a revivirla. Aunque te duela, no dejas de estar implicada, de poner tu cuerpo, de luchar por ayudar a tu país. Cuando los talibanes tomaron el poder en Afganistán te implicaste para sacar del país a decenas de mujeres afganas y que llegaran a España. ¿De dónde sale esa fuerza? ¿Crees que es algo que forma parte de ti? ¿Te es imposible verte sin ese compromiso?

Es cuestión de supervivencia. Yo soy una superviviente de una guerra y cada día lucho por la vida y por concienciar a la gente, aunque me duela mucho, porque valoro mucho la paz. Me pongo mucho más fácilmente en ese lugar de la gente, porque lo he vivido. Por mucho que me cueste revivirlo, sé que soy una mujer muy afortunada, a pesar de todas las dificultades que he vivido. Ahora hay gente que me escucha. En Burgos 200 personas han acudido a la charla. Lo que quiero decir es que, en el mundo, hay millones de personas a las que nadie escucha y tienen mucho para contar, que han vivido historias peores que las mías, pero no tienen voz.

Lo que creo es que, a lo mejor, sobreviví a esa bomba para vivir otra vez esta vida y hablar y concienciar, aunque me duela mucho. Antes y después de las conferencias me siento con mucho dolor emocional, pero aún así, me digo: «Nadia, tienes que hacerlo».

¿No sientes ni siquiera algo de satisfacción cuando llenas salas como aquí en Burgos y dejas tu mensaje en tanta gente?

Es como cualquier profesional cuando hace su trabajo, no es fácil el día a día. Para las personas que trabajamos con entidades sociales, con víctimas de violencia de género, no nos es fácil convivir con estos problemas. Pero somos personas con un compromiso, no solo con nosotras mismas, sino con la sociedad y queremos transmitirlo. Yo tengo un compromiso con las mujeres de Afganistán, con los derechos humanos, con la igualdad y la justicia social.

«Tengo un compromiso con las mujeres de Afganistán, con los derechos humanos, con la igualdad y la justicia social»

¿Resulta frustrante ver que la situación de las mujeres en Afganistán no cambia, que vuelven a ser el foco de la represión más brutal?

Es frustrante, pero, al mismo tiempo, esperanzador. A pesar de toda la opresión que estamos viviendo, en Afganistán sigo con mi organización. Tenemos 500 mujeres en mi programa en Afganistán, tenemos escuelas clandestinas. Las niñas, a pesar de su miedo, salen de su casa, se van a las clases, participan y son muy resilientes. Eso es esperanza para mí.

¿Cómo son esas escuelas clandestinas? ¿Has podido visitar alguna últimamente?

Yo hace cuatro años que no puedo ir a Afganistán, pero periodistas que van han visitado mis programas y me preguntan: «¿Cómo montaste todo eso?». Mi respuesta es que es posible. Si queremos algo, puede ser posible. La comunidad internacional ha dado la espalda a Afganistán. Dicen que nada es posible, pero sí es posible, pero no les interesa.

«Tenemos 500 mujeres en mi programa en Afganistán, tenemos escuelas clandestinas. Las niñas, a pesar de su miedo, salen de su casa, van a las clases, participan y son muy resilientes. Eso es esperanza para mí»

En estos momentos la situación también es crítica porque Pakistán ha dado un ultimátum a los afganos que habían huido hace dos años al país vecino. Tenían un plazo de tiempo para salir de Pakistán y ha concluido.

Pakistán ha expulsado a más de un millón y medio de afganos. Es otro tipo de genocidio. Con este frío que hace ahora en mi país, hambre, sin un lugar al que ir ¿dónde van? Afganistán es un país sin desarrollo, no pueden en un día gestionar todo esto. La mayoría son mujeres y niñas que huyeron y van a morir.

¿Qué les espera a estas personas a su regreso a Afganistán?

La muerte, posiblemente, traumáticamente, por hambre o frío. Así puede acabar este millón y medio de personas.

¿Qué hay de real en la imagen que tenemos en España de las mujeres de Afganistán? Sumisión, matrimonio precoz…

Son imágenes que forman parte de la realidad de mi país, pero eso no es todo. Las mujeres afganas tienen muchas dificultades, las teníamos en el régimen anterior también, antes de los talibanes muchas mujeres en pueblos y provincias no tuvieron la oportunidad de educación y formación. Tampoco podemos hablar por Afganistán como que solo fuera Kabul, hay mucha más gente y están sufriendo. Los medios de comunicación muestran una pequeña parte de la realidad. Pero también es completamente hermético, si no es por gente como yo, apenas sabríamos lo que pasa allí.

«Mi familia sigue en Afganistán, ahora todavía están vivos y no sé qué día os voy a decir que no están»

¿Parte de tu familia sigue en Afganistán?

Mi madre, mi padre y una hermana están viviendo en Afganistán. Estoy en contacto con ellos, sufren mucho, pero cuando la gente me pregunta por cómo está mi familia, contesto: todavía vivos y no sé qué día os voy a decir que no están.

Es duro convivir con ese sentimiento continuamente. Tú llegaste a España, tienes una familia de acogida con la que mantienes una relación que la mayoría puede tener, de amparo y cariño. Pero tienes una familia en Afganistán por la que estás preocupada continuamente.

Así es, en una casa soy una hija y en la otra soy padre de familia. Tengo dos roles. Tengo que preocuparme por lo que han comido mis padres en Afganistán, si tienen medicamentos o donde dormir y aquí mis papas catalanes se preocupan por mi vida. Son relaciones familiares distintas.

Las emergencias migratorias, como la que se está viviendo en Canarias, hacen aflorar lo mejor y lo peor del ser humano. Pero los comentarios racistas se están escuchando fuerte en España. Hemos visto cómo se ha acogido diferente a refugiados ucranianos que a las personas que llegan de países africanos. ¿Cómo te ha tratado España? ¿En qué tenemos que mejorar?

A pesar de todo, yo tuve mucha suerte con mi familia de acogida. Ellos me han acompañado muy bien, pero he vivido esto con otras personas con las que trabajo y sufren muchísimo. Esta es una de las razones por las que estoy en Burgos, compartir estas experiencias detalladamente, que la gente sepa cómo es el proceso de acoger.

Como educadora social estoy en contacto con muchas personas migrantes. Ocho horas de mi día trabajo como educadora social con colectivos migrantes de distintas nacionalidades y organizaciones. Mi organización Puentes por la paz está en la ciudad de Badalona y cada año tenemos como 300 alumnos de distintas nacionalidades que aprenden el idioma, que se forman y los acompañamos para que se sientan acogidos.

Parece que tu día consta de dedicarse a los demás: ocho horas como educadora social, tu ONG, tu familia de Afganistán, las mujeres de tu país…

16 horas diarias trabajo, incluido el fin de semana, para ayudar. No tengo mucho tiempo para mí misma, aunque me gustaría tenerlo. A mi madre catalana le suelo decir que mi día es muy corto. Ya me advierte de que no se puede alargar más.

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