Maximiliano Herraiz en el centro de Carmelitas Descalzos de Burgos. Manel González Cortijo

Maximiliano Herraiz: el misionero místico retirado en Burgos tras recorrer el mundo

Este sacerdote nació en 1935 en la localidad de Sisante (Cuenca). Fue el primer carmelita descalzo en llegar a Costa de Marfil para ser misionero y profesor. Tras una vida de hazañas eligió Burgos como retiro

Manel González Cortijo

Viernes, 28 de julio 2023, 07:32

Maximiliano Herraiz nació en 1935 en la localidad de Sisante (Cuenca) y, tras la Guerra Civil, la escasez y el hambre hicieron que muchos jóvenes se unieran a órdenes religiosas. Fue su caso y, tras recorrer el mundo, ha elegido Burgos como lugar para ... descansar.

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Fue en su Sisante natal donde la orden Carmelitas Descalzos, que se encontraba en Villanueva de la Jara, en un convento fundado en 1580 por santa Teresa de Jesús, recogió a Maxi con 14 años. Así, Maxi, es como le gusta que le llamen en su pueblo.

Pronto inició su viaje al Parque Natural Desierto de las Palmas (Castellón). Allí se inicio como carmelita en un monasterio de la orden, con un espacio envidiable lejos del mundanal ruido, un paraje de vegetación mediterránea abundante y con vistas al mar. Fue ordenado sacerdote en Roma en 1960. Se doctoró en Teología con su tesis 'Solo Dios Basta', título de un poema de Santa Teresa. Gracias a sus grandes estudios sanjuanistas y teresianos comenzó a dar clases de Teología Espiritual en Valencia. Los siguiente viajes le llevarían por todo el mundo.

«Fui a dar clase en la Universidad de Abinyá, en Costa de Marfil. Mis años allí fueron un gran goce, la gente es muy agradecida, comparten y viven la vida como no se puede imaginar en España» rememora Maximiliano. «Como tenía buen trato y contactos con los productores de cerámica en Valencia y Castellón, conseguí material que ellos no querían por taras de fábrica, pero que en África hacían buena falta. Así se pudieron construir casas y lugares de atención para el pueblo», añade.

Maximiliano Herraiz. Manel González Cortijo

«Tenemos un Papa muy abierto. He estado en su casa, he comido con Bergolio (Papa Francisco) en África. Nos entendíamos divinamente, estábamos de acuerdo siempre. Además, es muy amable, se acuerda de todo el mundo con quien trata y de las conversaciones que ha tenido; un memorión», desvela Maximiliano.

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Este misionero fue el primer carmelita descalzo en llegar a Costa de Marfil. Allí actuó como misionero y profesor. Se enamoró de lo que esa tierra le regalaba. Después, fueron llegando más carmelitas, pero él intentaba que los más jóvenes se mantuviesen ayudando en España porque «esa tierra era tan buena que si hubiesen ido a ella, ya no se habrían vuelto»

«Tenemos un Papa muy abierto, yo he estado en su casa, he comido con Bergolio (Papa Francisco) en África. Nos entendíamos divinamente, estábamos de acuerdo siempre».

Durante su vida ha viajado para impartir conferencias sobre la mística y la espiritualidad católica. Sabe que en otras religiones mayoritarias, la espiritualidad esta más cerca de los creyentes, como en el islam o el budismo, mientras que en el catolicismo se mantiene muy alejada, por eso en sus ensayos, libros y artículos nunca faltan su hermanos San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila. Precisamente allí, en Ávila, fundó y presidió el Centro Internacional Teresiano-Sanjuanista de Ávila, en 1986, donde también enseñó.

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De sus manos han salido más de 20 libros sobre mística. Entre ellos reconocemos 'Solo Dios Basta', trabajo teresiano espiritual o su última obra 'Siempre en el camino del Amor'.

Maximiliano Herraiz en el santuario Carmelita a la Virgen del Carmen (Burgos). Manel González Cortijo

Al volver a su pueblo, siempre era notable su austero atuendo de túnica parda y abarcas, típico de los carmelitas descalzos. Celebró bodas en su pueblo y algún sisanteño aún recuerda lo que decía en la distancia al salir los novios por la puerta de la iglesia: «Por cada puñado de arroz que tiran en las bodas que oficio, doy un plato de comida a quien lo necesita».

Maximiliano realizó muchas conferencias en el mundo, también en oriente, donde la mística es un elemento más cotidiano en las actitudes humanas. Durante una de sus grandes intervenciones en Taiwán consiguió, gracias a la mística sanjuanista y teresista, levantar a todo el publico en aplausos al pronunciar sus versos: «Vivo sin vivir en mí, y tan alta vida espero, que muero porque no muero».

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