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Sofía estudia Enfermería y Maite Educación Social. Cuando el curso pasado superaron la EBAU y decidieron matricularse en la Universidad de Burgos tuvieron que tomar otra decisión que nunca imaginaron lo importante que resultaría ser: elegir residencia universitaria.
Cuando apenas llevaban seis meses de curso ... la pandemia provocada por el coronavirus lo cambió todo. Las clases presenciales se suspendieron y las residencias echaron el cierre. Pero la vida continuó y, ya con la covid-19 como un compañero silencioso de viaje, comenzó el curso 2020-2021.
Volver al Colegio Mayor San Jerónimo supuso volver a casa. A ese lugar donde habían comenzado a echar raíces. Donde regresar después de un día duro de clases y estudio en el que reencontrarse con compañeros y amigos. Pero con una realidad distinta y que a ambas les ha reafirmado la buena decisión al elegir esa casa.
«Hay muchísimas diferencias con respecto al curso pasado», explica Sofía. «El uso de las mascarillas es obligatorio en todas las estancias menos en tu habitación, tenemos dispensadores de gel hidroalcohólico en diferentes puntos del edificio, material para desinfectar el material del gimnasio y aforos para las salas comunes», continúa relatando.
«A principio de curso, cuando aún no habíamos comenzado las clases, Juanjo, nuestro director, hizo turnos para comer. Ahora no hace falta porque nunca nos juntamos tantos en el comedor, pero tenemos que sentarnos salteados y en zig-zag, nada de todos juntos como el año pasado y si nos levantamos a por agua o pan tenemos que colocarnos la mascarilla», añade Maite.
Las salas comunes ya no son el punto de encuentro que siempre han sido. La cafetería, la biblioteca, la sala de descanso, todas tienen aforo que no se puede superar y en todas hay que permanecer con la mascarilla. «En el gimnasio solo podemos estar cuatro y en la cafetería o sala de estar, diez», lamenta Sofía, que añora los días en los que se juntaban todos para disfrutar del tiempo de descanso.
Además, el plan de contingencia contempla habitaciones vacías para usar en caso de cuarentenas o contagios entre los usuarios de la residencia. «Si algún compañero fuera positivo o contacto estrecho de un positivo y su habitación es doble usaría una de estas habitaciones», explica Sofía. Algo que han comprobado ya, como cuenta Maite: «Los de primero y segundo de Comunicación Audiovisual han tenido que hacer cuarentena por los positivos de sus clases. Algunas de estas personas estaban en habitaciones dobles y han usado las habitaciones preparadas para estas circunstancias. Te llevan la comida a la habitación, está todo muy pensado para saber qué puede ocurrir y qué soluciones dar».
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Pero si algo ha resultado diferente, y quizás un poco triste, ha sido el recibimiento a los novatos. «No hemos podido hacer actividades con ellos», afirma Sofía. «Hemos intentado hacer algún juego en grupos de diez para conocernos, pero nada que ver con otros años. Nos hemos conocido de otra manera, en el comedor hablando o viendo una película», continúa.
O con la ayuda de Juanjo, el director, que volvió a ser fundamental en la integración de los recién llegados, como recuerda Maite: «Nos organizó una yincana de fotos por Burgos, él nos hacía una descripción de un lugar y teniamos que adivinar qué lugar era, ir al sitio y hacernos una foto. Fue una forma de socializar con los nuevos y enseñarles la ciudad, que no la conocían».
Todas estas nuevas circunstancias a las que se están adaptando sobre la marcha también han llegado a la universidad, donde compaginan las clases presenciales con las 'on-line'. Las mascarillas y la distancia física también complican las relaciones para aquellos que acaban de llegar. «Los novatos nos cuentan que es mucho más difícil hacer amigos, porque la mascarilla y la distancia te limita mucho a la hora de relacionarte», explica Sofía.
Por eso, los residentes del Colegio Mayor San Gerónimo continúan esforzándose por convertirse en esa familia para ellos. Por encontrar entre las paredes de la residencia ese lugar seguro en medio del caos que el coronavirus trajo allá por el mes de marzo. «Echo de menos no llevar mascarilla 'en casa' o poder estar todos juntos en la cafetería. Tampoco podemos salir a tomar algo, pero es lo que tenemos que hacer y por aquí se está respetando bastante bien», sentencia Sofía.
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